Cristian Alarcón y Candelaria Schamun
01.04.2010
La habitación de la víctima. La foto de Lucas, su gorra y un mensaje de amor de su novia escrito en el espejo.
Todo el barrio Los Pinos de Isidro Casanova lo sabe: el domingo a la noche unas diez personas, sobre todo mujeres mayores, golpearon a piñas y patadas a Lucas Emmanuel Navarro, un chico de 15 años, hasta matarlo. La versión policial dice que Lucas junto a dos pibes de su edad intentaron robarle con la réplica de un arma corta a un vecino en la puerta de su casa, sobre la calle Jean Jaurès. El hombre se resistió y pidió ayuda. La cuadra entera salió al cruce de los supuestos ladrones. Los otros dos pibes corrieron. Lucas, “El Orejón”, se cayó al piso. Nunca se volvió a parar. “Estamos destrozados. Nos dicen que la mayoría eran señoras, algunas con nenes, y que le dieron hasta que se cansaron. Un almacenero lo quiso ayudar y a él también le pegaron”, contó ayer a Crítica de la Argentina Gastón Navarro, horas después de haber enterrado a su hermano. La policía busca testigos que identifiquen a los vecinos que participaron en lo que fue caratulado como un “homicidio en riña”.
Con los elementos que la fiscal Silvana Breggia tiene en la causa puede sospechar que se trató de un linchamiento. Sabe, claro, algo que hasta ayer la policía no quería contar: el nombre de la víctima del supuesto intento de robo, el dueño del auto que habrían querido llevarse de Jean Jaurès 4766, el domingo, a las 21.30. Lo que los investigadores aún no se explican es por qué la saña en la golpiza a Lucas Navarro. La policía de la zona no reporta robos reiterados. Ayer una fuente policial dijo off the record: “No hay robos a cada rato. Ésa no es una zona critica, es gente trabajadora y tranquila. La villa más cercana es la 20 de Julio y tampoco es una villa crítica”. Entre otras incógnitas, la fiscal Breggia deberá determinar si los posibles homicidas conocían a la víctima. Otra fuente policial arriesgó que Lucas y sus amigos habían robado hacía poco un supermercado chino y que en esta ocasión querían asaltar a un levantador de quiniela con fama en Los Pinos.
Lucas Navarro tenía 15 años, pero parecía un nene de 9. Pesaba 44 kilos y medía un metro y medio. Era el menor de cuatro hermanos. Los tres mayores ya se habían ido de la casa después de terminar el secundario. Gastón, el más grande, que trabaja en una heladería, cree que Lucas tuvo dos golpes en la vida: la muerte de su abuelo y la separación de sus padres. En 2008 dejó la escuela, y luego, según la familia, tuvo dos ingresos en la comisaría del barrio. Según la policía fueron varias. Lo cierto es que hacía un tiempo seguía un tratamiento por consumo de marihuana en el Centro de Prevención de Adicciones de La Matanza. Este año había vuelto a estudiar. Se levantaba todos los días a las siete y había comenzado con buenas notas. En el examen de lengua de la semana pasada le pusieron un siete. “Era un pibe que se quería salvar, que estaba progresando”, dijo Gastón.
Gastón y los otros dos hermanos de Lucas son los únicos que hablaron con testigos directos de la golpiza. “Dicen que empezaron a salir vecinos, mujeres mayores de las casas y Lucas ya estaba en el piso. Lo pateaban y le pegaban trompadas. Eran más de diez personas, entre ellas varias mujeres grandes”, contaron. “Un almacenero vecino del lugar vio de cerca lo que pasaba y salió a defenderlo para que no le pegaran más. Lo cagaron a trompadas también a él. Uno vio que un hombre agarró una bolsa llena de escombros y le pegaban con eso, como si fuera una maza”, dijeron. Ayer en la casa de los Navarro, a diez cuadras de donde lo mataron, lo recordaban como lo vieron el último domingo, eufórico, bailando El Polaco y La Liga con su madre. Esperaba festejar su cumpleaños el próximo 18 de abril. En la clase de música le hicieron escribir un tema, él eligió “Costumbres argentinas”. En su cuarto quedaron los quince trofeos de fútbol sobre el ropero y una colonia Antonio Banderas con la que se bañaba antes de irse de paseo con su novia.