H.P. Lovecraft: el niño al que no le gustaba el pescado

Si hablamos de escritores de culto que tuvieron una vida entre la desgracia y el anonimato, una de mis primeras elecciones siempre será Howard Philips Lovecraft.

Conocido ahora en todo el mundo por sus historias entre el terror y la ciencia ficción, lo incognoscible, misterioso y primigenio, lo cierto es que sus historias apenas llegaron durante una temporada a revistas profesionales. Sin embargo su cosmogonía, ese universos de dioses extraterrestres, fue asumido como un legado por muchos escritores que continuaron su obra llevándola a una primera línea que Lovecraft jamás habría imaginado en su época.

Nacido en 1890, Lovecraf fue criado casi en solitario por su madre, con la que mantuvo una relación entre el amor, el odio y la incomprensión mutua. Niño superdotado, ya a los cinco años eligió el nombre, Abdul Alhazred, con el que luego haría firmar al autor de la obra inexistente más famosa de la historia: El Necronomicón.

Poeta precoz y joven autodidacta, participó en revistas astronómicas y de poesía. Sin embargo, tras la muerte de su abuelo y la pérdida de una vida acomodada, Lovecraft fue incapaz de conseguir su entrada en la universidad. A partir de 1914, Lovecraft participa en fanzines amateurs donde se hace un cierto renombre con sus primeras historias.

También comienza una de sus actividades que acabaría por lastrar su carrera de escritor: Lovecraft, como buen caballero de Providence, jamás dejaba de contestar una carta. Y si se ponía a escribir, lo hacía bien. Así que H.P Lovecraft se convirtió en uno de los más prolíficos escritores de correspondencia de principios del S.XX. Siempre se ha dicho que si hubiera invertido el mismo tiempo en la escritura creativa habría logrado dar el paso necesario para escribir novelas y no quedarse en cuentos o novelas cortas.

En 1924, Lovecraft se casa con Sonia Haft y se muda a Nueva York dejando atrás su Providence natal. Es entonces cuando empieza a publicar de manera profesional en la revista Weird Tales, y parece que puede despuntar. Hace varios amigos en la Gran Manzana pero problemas económicos, que derivan en problemas matrimoniales, dan al traste con la aventura lovecraftiana fuera del hogar. Vuelve a Providence en 1926 y se divorcia en 1929.

Durante los años siguientes, Lovecraft se centra en la escritura y realiza algunos viajes. Es entonces cuando termina la que sería su obra más conocida: Los mitos de Cthulhu. Sigue con su escritura de cartas y también de ensayos. Tras la muerte de una de sus tías vuelve a mudarse y sus dos últimos años de vida se vuelven caóticos. El suicidio de su amigo Robert E. Howard lo sume en una profunda depresión y dedica su tiempo a trabajos menores como corrector y negro literario para otros autores.

Aquejado de fuertes dolores, se le diagnostica un cáncer en 1937 y muere a los pocos días de su ingreso en el hospital. Tenía 46 años.

Sus historias fueron retomadas por el círculo de amigos que mantenía, casi todos escritores. Durante años, las creaciones de Lovecraft recayeron en manos de otros que, poco a poco, fueron cimentando el mito de uno de los autores de culto más leídos del mundo entero.