Carlos Bilardo entró al edificio de la calle Viamonte y se metió en la oficina de selecciones. El hoy manager de la Selección Mayor recién había asumido como entrenador de Argentina y dos cosas tenía en claro: necesitaba despejar un camino para él viciado, de una base agotada que ya había participado de dos mundiales (78 y 82) y encontrar un líder, un referente indiscutido. Podría haberse dicho entonces que Bilardo estaba buscando a su Passarella. Y eligió a Maradona. Varios lo miraron de reojo, porque el Mundial de Diego, el de España, en el que muchos esperaban su explosión, no había sido demasiado lucido y hasta había terminado penosamente con una derrota, eliminación y expulsión ante Brasil. Pero el doctor se empecinó: "Maradona es el capitán y único titular", dijo entonces, y el resto que la pelee.
Diego Maradona, más de un cuarto de siglo después, se acomodó en un sillón de cuerina color negra en un salón del complejo que la AFA tiene en Ezeiza. La evolución de la especie permitió que aquella oficina en la calle Viamonte se transformara en un enorme predio, con canchas clase A y un cómodo, casi lujoso, búnker alberga-estrellas. El hoy entrenador y ex capitán, titular indiscutido y referente preferencial de Bilardo, fue claro y contundente en una charla a solas con Olé. "Messi es mi Maradona, no hay un jugador más importante que él", y amplió justificando el concepto: "Yo quiero que Messi tenga siempre la pelota, que decida si encarar o dársela a otro. Pero que la tenga. Porque él va a saber qué hacer".
Lionel Messi es de los que pisan el pasto y las semillas recién tiradas no se lamentan de ser aplastadas. Todos se paran para verlo sea donde fuere. Curiosa paradoja, hace más de 20 años podría habérselo calificado como un ídolo de los dos mundos, el occidental y el oriental, porque pasó de pasear su marketinera figura por la terraza de un rascacielos neoyorquino, llenó estadios yanquis de norteamericanos y hasta posó con el Pato Donald en sus vacaciones en Disney; a transitar idolatrado por la monumental Moscú y, aunque finalmente una contractura le impidió jugar, su nombre sirvió para reventar de gente otra cancha, la del Locomotiv.
"Quiero hacer el equipo alrededor de Messi", insiste Maradona, quien en el paternal abrazo que le dio a Lionel luego de triunfo del miércoles contra Rusia, intentó transmitir en un gesto conmovido, cargado de afecto, de sudor, de vibración, que su confianza no es sólo verbal, sino también sentimental: Messi es el Maradona de Maradona; "de corazón", como suele decir el DT.
"Para mí es una satisfacción muy grande que Diego diga eso", le cuenta Lionel a Olé, y se prende enseguida en el ida y vuelta.
-¿Te presionan o te agrandan las palabras de Diego?
-Me hacen sentir tranquilo y orgulloso. Tener su confianza me gusta, me pone muy contento.
-¿Diego dice que quiere que la pidas siempre, que todo pase por vos?
-Todo el tiempo me lo pide, que juegue, que tenga la pelota, que no me pierda en el partido. Que esté como en el Barcelona.
-¿Y vos te sentís en condiciones de hacer lo que Diego espera de vos?
-Sí, no tengo ningún problema.
-¿Te bancás la responsabilidad de ser el Maradona de Diego?
-Sí, me la banco.
Hace exactamente una rueda de Eliminatorias, antes del partido de ida contra Brasil, y con Alfio Basile aún dando las órdenes como técnico, fue Julio Grondona el que hizo una avanzada del pensamiento maradoniano, cuando en la intimidad de un vestuario le pidió/estimuló a Lionel que se hiciera dueño del equipo, lo que provocó un cierto resquemor en Juan Román Riquelme, resquemor posteriormente desmentido en conferencia de prensa por el entonces referente del Coco y hoy ex jugador de la Selección.
¿Puede ser Messi, entonces, el Maradona de Diego?
Si la respuesta lo obliga a jugar como jugó Maradona en el Mundial de México 86, sería tirarle encima una mochila pesadísima para cualquiera, aun siendo un crack como es. Sin embargo, lo que el técnico pareciera pedirle apunta más a un tema de convicción, a un "agarrala vos que sos el mejor y tenés todo para romperla". En ese punto, Messi puede ser Maradona. Puede ser, pero todavía no lo es. Y tendrá que demostrarlo jugando como quiere Diego. O sea, pidiendo la pelota, participando más, generando la confianza en todos de que en las buenas y en las malas la espalda de Leo tiene anchura para bancarse la que venga. Para bancarse, en fin, ser Maradona. Diego en su carrera acumuló historias magníficas, llenas de gambetas y brillos, pero también heroicas cargadas de temple y coraje. Por la conjugación de todo, y fundamentalmente por su enorme talento, Maradona fue Maradona. Messi viene demostrando desde hace cuatro años que esa materia fundamental la tiene. Pero él y Diego también deben saber que para ser Maradona hace falta más que talento.