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Tema: Violencia durante el noviazgo

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    Violencia durante el noviazgo

    Este es un ensayo que realizo una amiga para terminar su carrera.
    Me pareció muy interesante así que se los comparto



    ¿Por qué es necesario hacer prevención de la violencia durante el noviazgo?


    Algunas razones son:

    1. La violencia durante el noviazgo tiene una alta prevalencia. Según un estudio que realizó la OMS en 1998, el 30% de las estudiantes universitarias informaron haber padecido violencia durante el noviazgo.
    2. La violencia en el noviazgo tiene altas probabilidades de dar lugar, en el matrimonio, a un estilo violento de interacción de pareja.
    3. La violencia que se inicia en una relación con agresiones verbales, por lo general continúa con agresiones físicas severas. La violencia verbal en el noviazgo es un importante predictor de violencia conyugal.
    4. Una gran cantidad de jóvenes, varones y mujeres, podrían modificar su conducta violenta o su sometimiento a ella, si se les ayudara a reconocer y a tratar con el problema antes de llegar al matrimonio.
    5. Es muy frustrante llegar al matrimonio con sueños e ideales que se estrellan, las más de las veces, ya en la luna de miel. Muchos dolores y heridas difíciles de sanar se podrían evitar si se trabajara con la población más joven, antes de encarar sus noviazgos y al transcurrir los mismos.


    ¿Qué entendemos por noviazgo?

    Si bien las formas y los nombres han cambiado a través de los tiempos y de las culturas, por noviazgo seguimos entendiendo una de las fases del ciclo vital de una persona; se trata de aquella que constituye una etapa de transición entre la familia de origen y la propia. Por lo tanto, debería ser una relación consentida por ambos novios, que promueva una creciente intimidad en tanto que una etapa preparatoria para la vida matrimonial (aunque no siempre concluya en un matrimonio). Al mismo tiempo, por violencia en el noviazgo entendemos cualquier forma de maltrato o abuso (físico, verbal, emocional, sexual), hacia o entre las personas que protagonizan la relación.

    La descripción del maltrato en el noviazgo coincide con las características que se mencionaron en los Módulos anteriores respecto de la violencia conyugal. Del mismo modo que en el matrimonio, por lo general el maltrato es hacia la mujer, aunque existe en muchos casos violencia cruzada y en muchísima menor proporción, maltrato de la mujer hacia el hombre.


    ¿Qué características tienen los jóvenes más predispuestos a tener noviazgos violentos?


    En primer lugar queremos aclarar que, si bien no hay un perfil típico de aquellas personas que protagonizarán una relación de violencia, ya sea como víctimas o como victimarios, no obstante encontramos factores predisponentes que facilitan la emergencia de la violencia y la tolerancia a la misma.

    En segundo lugar, vale señalar que, aunque no desconocemos los factores comunitarios y sociales que desde una mirada integradora o ecológica —tal como ha sido descripta en capítulos precedentes— intervienen obviamente en el fenómeno de la violencia interpersonal, aquí nos referiremos especialmente a factores individuales y familiares. Hechas estas salvedades, podemos resaltar los siguientes factores que predisponen en los casos de las chicas y de los muchachos:



    Los casos de las chicas:

    •Las jóvenes que han sido víctimas de maltrato en la familia de origen, ya sea porque ellas mismas fueron niñas abusadas (emocional, física o sexualmente) o porque han sido testigos de la violencia entre sus padres u otros miembros de la familia. En estos casos, o bien la nena puede identificarse con las mujeres golpeadas y sumisas de su familia, estableciendo un terreno fértil para sufrir maltrato en su vida adulta, o bien puede reaccionar del modo en que ella piensa que la madre debería reaccionar, siendo ella misma agresiva como lo fue el varón de la familia. El modo en que se ha tratado la pareja de padres también establece un modelo a copiar o imitar cuando se encara la propia pareja. Esta identificación no es consciente de modo que quien la vive, aunque haya sufrido mucho el maltrato experimentado en el hogar e incluso se haya propuesto a sí misma no repetirlo, muchas veces se sorprende al descubrir que actúa como su papá o su mamá en su propia pareja.

    •Mujeres con baja autoestima («ningún otro me va a elegir», «me voy a quedar sola», «nadie me va a querer», etc.) Es increíble la cantidad de chicas bonitas e inteligentes que piensan de una manera muy negativa sobre sí mismas y esto, como relató Yanina en su testimonio, no ayuda a formar una pareja saludable. Puede que busquen en la pareja el cariño y la atención que no han tenido en casa, o que su pareja sea quien les otorgue identidad y valoración. Tal vez provengan de familias disfuncionales que no las contienen adecuadamente, y por tanto se precipitan a una relación de noviazgo inconveniente para ellas buscando lo que sus familias no les han brindado.

    •Mujeres «programadas» para cuidar y atender a otros, en desmedro de sus propias necesidades emocionales. De algún modo se podría pensar que han sufrido un tipo de abuso emocional en su hogar de origen, al no haber sido atendidas debidamente sus propias necesidades de cuidado y atención. Puede ser que hayan ocupado roles que no les correspondían asumiendo responsabilidades desmedidas en el hogar, o que se hayan identificado con una mamá de estas características. No asumen que tienen derecho a ser cuidadas, amadas, respetadas, protegidas. No pueden establecer una relación interdependiente y de mutuo compromiso. Necesitan ser «más» que el otro para sentir que valen algo y que pueden dar algo valioso de sí mismas. En la población cristiana es muy común argumentar a favor de esta actitud distorsionando mandatos bíblicos que apuntan al servicio, al cuidado del otro, al sacrificio. Carmen R. Berry llama a este tipo de comportamiento: «la trampa del salvador»:


    Los salvadores tratan de ser útiles dondequiera que van. Muchos eligen profesiones que giran en torno al bienestar de los demás, tales como el sacerdocio, la asistencia social, la educación, la medicina, la psicología o el cuidado de los niños. Otros, como amas de casa, estudiantes y adultos de edad avanzada se ofrecen para diversos proyectos de asistencia. Dondequiera que puedan encontrarse salvadores, puede usted estar seguro de que estaremos ocupados cuidando de otras personas. Sin embargo, para los salvadores es fácil llegar a estar tan atareados cuidando de otras personas, que no se cuidan a ellos mismos [...] De hecho para ellos es fácil simular que no tienen necesidades ni pesares interiores [...] Estos salvadores se desatienden porque sienten que se espera de ellos que sacrifiquen su propio bienestar en aras de los demás. Esta es la definición del amor para el salvador [...]. A los salvadores se les ha enseñado (y por lo tanto, creen) que la finalidad primordial de la vida es ayudar a otras personas. Si el salvador no los ayuda,

    nadie más lo hará [...] El salvador se siente responsable por asegurarse de que todo salga bien y de que todos sean felices. Es tarea del salvador y solamente de él.


    • Es frecuente que hijas de pastores o de misioneros caigan en esta trampa del «salvador», dado que han visto en sus familias el valor exagerado que se le otorga a renunciar a las propias necesidades en función de las de aquellos a quienes sirven. A veces, estos nobles sentimientos no van acompañados del necesario equilibrio con la estima y la dignidad propias. Este es el caso de Yanina, la protagonista del testimonio reproducido más arriba.


    Los casos de los muchachos:

    Chicos que, habiendo sido testigos de la violencia de sus padres hacia sus madres, se identifican con el agresor.

    • Reproducen el modelo violento en su propia relación de noviazgo. Recordemos que la violencia es una conducta aprendida. Por otro lado, los padres u otros adultos significativos del entorno familiar suelen ser la figura con la cual se identifican predominantemente los hijos. Mediante este mecanismo de identificación, el hijo se apropia de rasgos parentales y aprende a recurrir a la violencia como modo de expresar la tensión o los conflictos normales de cualquier relación humana. Los varones pueden concebir su masculinidad asociada al dominio y al sometimiento de su pareja.

    • Estos jóvenes, a pesar de que aparezcan como muy seguros o dominantes, tienen baja autoestima. Les es difícil tolerar las frustraciones y los inconvenientes normales de la vida cotidiana. Tienen un repertorio limitado de respuestas adecuadas a las tensiones que cualquier ser humano experimenta, y recurren a la violencia como forma de solucionar problemas, descargar presiones o simplemente obtener reconocimiento y respeto.

    • Son muy inseguros, especialmente en su rol de hombres en la relación de pareja. Compensan esa inseguridad intentando someter a su novia y, del mismo modo, en el futuro lo harán con su esposa.


    Si bien tanto cualquier mujer como cualquier hombre puede verse envuelto en una relación abusiva, la violencia suele producirse más frecuentemente en noviazgos que reúnen a estos jóvenes, chicos y chicas, que ofrecen terrenos predispuestos en varios sentidos. Asimismo, tienen dificultad para reconocer lo anormal de las conductas abusivas y por lo tanto avanzan hacia el matrimonio sin siquiera detectar el problema, y mucho menos para detenerse a solucionarlo.

    En cambio, si la combinación es diferente, por lo general el miembro más sano de la pareja —o también el que recibe mayor contención familiar y social (que es igual a decir que tiene más recursos) — no tolerará el maltrato, y es posible por tanto que exponga el problema ante otros para que los ayuden o que termine cortando la relación si no le resulta satisfactoria. Aspiramos a que este capítulo también sirva como recurso interior para identificar, denunciar, corregir o eventualmente salir de relaciones abusivas, en la pareja o en cualquier otro contexto.

    A veces no es fácil darse cuenta del maltrato ya que éste comienza en forma leve, generalmente verbal, y es difícil que adopte formas extremas durante el noviazgo, como los golpes o palizas, dado que de ocurrir se vería amenazada claramente la continuidad de la relación.

    Al igual que lo mencionado en el capítulo sobre violencia conyugal, explicar las variables que predisponen a protagonizar una pareja violenta no exime al miembro violento o agresor de la responsabilidad que le cabe, ni implica que la persona que recibe maltrato no sea una víctima. Se trata de grados muy distintos de responsabilidad en cada caso.




    ¿Cuáles son las características de un novio violento?

    Tiene un bajo concepto de la mujer en general, que se expresa en críticas, burlas, chistes, expresiones y conductas discriminatorias. Todas las demás mujeres, a excepción de la novia, son brujas, locas, prostitutas, etc. Obviamente, con el tiempo ella también recibirá estos adjetivos.

    Por momentos idealiza a la novia, hablando cosas maravillosas de ella, pero con la misma facilidad la denigra y critica. Como suele tener baja autoestima y se siente amenazado como hombre, no tolera que ella se destaque en ningún aspecto. Por un lado la admira, pero por otro lado la rebaja, la subestima. La descalificación puede ser abierta, explícita, hasta ridiculizarla y burlarse de ella en público, pero también puede ser sutil, a través de tonos y miradas despectivos. En muchos casos, se da la «doble fachada»: es amoroso con ella en público pero la maltrata en la intimidad.

    Tiene altas exigencias hacia ella. Pretende que ella se vista, se maquille y actúe como él quiere. También la compara con otras mujeres para humillarla o rebajarla. La critica por todo lo que ella hace, dice y piensa, con lo cual la novia pierde la seguridad en sí misma.

    El control marca casi todos los aspectos de la relación, y no la mutua interdependencia. Suele ser posesivo hasta el extremo. No tiene una cuota normal de celos, sino que éstos adquieren proporciones increíbles. Intenta controlar a la novia, llamándola todo el tiempo, queriendo saber qué hace y qué piensa de un modo obsesivo y desesperado. No la deja nunca sola o con otras personas. Muchas veces las chicas interpretan esto como una expresión de amor enorme, pero termina ahogándolas. Ambos sufren; él por su inseguridad que no se sacia con nada que ella pueda hacer o dejar de hacer, y ella porque no puede ser libre.

    Por sus celos casi delirantes, la acusa de prestar más atención a otros, salir con otros hombres, hasta de tener relaciones sexuales con otros. Él mismo sufre y la hace sufrir a ella con acusaciones sin ningún tipo de fundamento.

    Logra un gradual aislamiento del entorno, de la familia y de los amigos. Al principio del noviazgo suele ser normal un cierto replegamiento del entorno para consolidar la relación, pero en el noviazgo disfuncional habrá una progresiva retracción del medio, justamente para evitar la intromisión de otros que pueda amenazar la ruptura de la pareja. Así se perpetúan las interacciones íntimas de maltrato. Es el mismo patrón que suele darse en las familias donde existe violencia. Como resultado del aislamiento, muchas veces se abandonan amistades, estudios, desarrollo de hobbies e intereses. No es fácil acceder a estas parejas para saber cómo es la relación y ayudarlas.

    Una forma de aislar a la novia de su entorno es criticar a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo. De esta manera también neutraliza la sospecha que alguien pueda formular contra él. Como resultado, ella también empieza a ver a todos como enemigos de su relación y «se pega» más a él. Si la novia llega a darse cuenta de cómo son en realidad las cosas, siente vergüenza de admitirlo frente a los que le advirtieron de las señales negativas de la relación. Esto la perpetúa en la relación.

    Se enoja fácilmente, dado que no cuenta con recursos para tolerar la frustración. Tiene un alto nivel de agresión verbal, que suele predecir la violencia física que se dará más adelante. Ante un arrebato de ira puede perder el control y empujar a la novia, o zamarrearla o tirarle el pelo. Se «arrepiente» rápidamente por el miedo a perderla, especialmente si ella amenaza con cortar la relación. Sin embargo, al poco tiempo repite la conducta.

    Cuando ella reacciona con enojo o reproches al maltrato, la acusa de loca, exagerada, histérica, etc., con lo cual la culpa recae nuevamente sobre ella.

    A pesar de ser cumplidores en el trabajo u otras obligaciones, por lo general muestran una gran desconsideración, falta de respeto por los horarios y los acuerdos con ella. Es la forma de marcar su dominio mostrando quién manda y controla la relación.

    Nunca admite equivocarse. No pide disculpas porque no reconoce sus errores. Hacerlo lo haría sentir disminuido frente a ella. La mayoría de las veces ella asume que es la culpable de las situaciones que se generan, por cansancio, para tener un poco de paz, o porque realmente lo cree así.

    Al maltrato verbal suele agregarse la manipulación a través de la indiferencia, el enojo o el silencio. Se muestra ofendido y rara vez expresa por qué. Es una forma más de maltrato emocional, haciendo abuso de poder. La mayoría de las veces lo hace como maniobra de manipulación, pero otras veces es verdad que ni siquiera él mismo sabe en realidad a qué se debe su malestar emocional.

    Amenazas: a su integridad física, a revelar secretos de su intimidad, a cortar la relación si ella no se somete. La relación se basa entonces en un pacto de silencio, que impide la ayuda externa.

    La manipulación adquiere forma de amenaza con temas de locura o de muerte de sí mismo o de ella. «Si me dejás me mato, o me voy a volver loco.» «Sos mía o de nadie más; si te veo con otro te mato y después me mato yo.» Produce miedo y culpa en ella, con lo cual la inmoviliza y no puede decidir en libertad sobre la relación.

    La intensa dependencia se evidencia en que se angustia o enoja si se habla de dejar la relación. Por otro lado, no puede mantener una intimidad saludable y suele ser superficial, distante en su trato y en sus conversaciones, ya que él mismo no puede contactarse profundamente con sus propios estados afectivos.

    Muchas parejas terminan teniendo relaciones sexuales no consentidas por ella, lo cual constituye una violación, tal como puede ocurrir también en el matrimonio. Justamente se usa la expresión «violación por confianza», cuando el encuentro sexual se produce por presión psicológica o es forzada físicamente, dentro de una relación de pareja consensuada. Es frecuente que la inicie sexualmente y luego la abandone, incluso estando embarazada. Demás está decir la humillación, la culpa, los sentimientos de indignidad e impotencia que acompañan a la joven en estos casos.


    No es necesario que se presenten todas estas características para afirmar que estamos en presencia de violencia en el noviazgo; bastan una o algunas de ellas, y que se den en forma recurrente. Aunque la violencia en la pareja es predominantemente masculina, no desconocemos que algunas de estas características pueden encontrarse también en la mujer, sobre todo la manipulación, el control y los celos desmedidos.

    Si la violencia es cruzada se producirán frecuentes peleas y discusiones, hasta agresiones físicas. Pero por lo general estas parejas no se separan. Lo justifican diciendo que no pueden vivir uno sin el otro y que a pesar de todo, «se aman».

    En estas parejas hay un concepto equivocado del amor. Por ejemplo, suelen confundir los celos y el control con expresiones de interés o, alineados con ciertos mitos populares, aceptar cierta cuota de maltrato por parte del hombre como algo característico de la conducta típicamente masculina. Dice un nefasto refrán popular: «Quien bien te quiere te hará llorar». O el tan bien conocido y lamentablemente aceptado: «Porque te quiero te aporreo». Esta comprensión de la relación de pareja se complementa, en el pensamiento machista, con la típica manera de entender la conducta femenina aceptable en términos de la «cuidadora», que se comporta como «madre» del esposo infantil y se somete hasta extremos inadmisibles para la dignidad humana.

    Las frases populares que circulan en nuestra sociedad, frente a las cuales solemos sonreír como gracias, refuerzan y legitiman esta concepción:


    Los tres deberes fundamentales de la mujer son ser bonita, ir bien vestida y no contradecir (William Somerset Maugham).
    A las mujeres les gusta sobre todo salvar a quien las pierde (Víctor Hugo).
    Las mujeres son un sexo decorativo. Nunca tienen nada que decir, pero lo dicen deliciosamente (Oscar Wilde).


    En vista de las dificultades que estas parejas enfrentan y que no consiguen solucionar, para el observador externo a veces es difícil entender por qué no se separan. Hay muchos motivos para esto. Una razón de la continuidad de estas parejas radica, entre otras, en que establecen relaciones de intensa dependencia mutua. Estas relaciones producen detención del desarrollo personal, ahogo e ira, pero no permiten la separación.

    Algunos teóricos han llamado a este tipo de vínculos relaciones codependientes. Melody Beattie, en su libro Codependent no more , define al codependiente como un individuo que permite que la conducta de otra persona lo afecte de tal modo que vive obsesionado por controlar la conducta de esa otra persona. A veces los comportamientos del otro miembro de la pareja pueden incluso consistir en alcoholismo, drogadependencia, violencia, desamor, infidelidad, falta de responsabilidad, incapacidad para la intimidad, etc.

    En esos casos, a las personas que se enredan en este tipo de dinámicas de codependencia se las suele llamar «rescatadores». Esta forma de interacción genera una especie de adicción de la que no es fácil ni darse cuenta ni salir.

    Hay señales de alarma que se ignoran. Por lo general, la mujer oculta las características de la relación a su familia y amigos. Muchas veces la mujer no se separa del novio violento por temor a que cumpla las amenazas, y de hecho es posible que lo haga. Otras veces no se separa porque ha vivido bajo violencia en su hogar, y así el maltrato se encuentra «naturalizado», se lo concibe como normal en una relación de pareja. También es posible que el noviazgo no se interrumpa porque falta la contención familiar y comunitaria que apoye emocionalmente a los jóvenes. Entonces esa pareja, aunque altamente insalubre, representa la única alternativa que sus miembros tienen.

    En nuestros ámbitos cristianos hay chicas que continúan idealizando al «primer novio / marido», y que no quieren romper con esa ilusión. Además, desde una actitud «salvadora» es muy común que piensen que, si es que tienen paciencia, lo saben comprender y oran mucho por él, él cambiará al casarse. Este es un error gravísimo ya que, de no haber una intervención específica desde fuera de la relación (pastoral, profesional, etc.), la violencia casi siempre va en aumento.













    RECOMENDACIONES PRÁCTICAS


    ¿Te enamoraste de un hombre violento?

    • ¿Sentís miedo a sus reacciones?
    • ¿Te animás a decir lo que pensás?
    • ¿Te acusa de estar, salir o coquetear con otros hombres?
    • Aunque sea una sola vez, ¿te empujó, te retorció el brazo, te pegó?
    • ¿Te desvaloriza, te insulta, te descalifica?
    • ¿Sospecha de vos si le pedís que usen preservativo?
    • ¿Amenaza con dejarte?
    • ¿Te obliga a hacer cosas que no querés hacer?
    • ¿Te dice que tus amigas o familiares «te llenan la cabeza en contra de él»?
    • ¿Te acusa de vestirte y maquillarte provocativamente?



    Es posible que te estés enamorando de un hombre violento. Puede ser que termines siendo una mujer maltratada. ¡Pedí ayuda! Estás a tiempo.

    Qué hacer en caso de estar viviendo situaciones de violencia en el noviazgo:


    • Romper el silencio, haciendo saber lo que está ocurriendo a otra persona cercana y confiable (familia, amigos, docentes, líderes).
    • Tomar medidas de seguridad personal, en caso de violencia física o de amenazas a la integridad personal.
    • Acudir a servicios de ayuda especializados.
    • Denunciar la violencia en los centros que correspondan.
    • Es importantísimo rodearse de una red de personas que, de ser necesario, contengan, acompañen, protejan y ayuden prácticamente. Debido a la gran necesidad emocional que estas personas tienen, difícilmente se pueda resolver solo la problemática.


    Cómo ayudar a alguien que está sufriendo violencia en una relación de noviazgo:


    • Como prioridad, se debe establecer una relación de cercanía y confianza con la persona a quien queremos ayudar.
    • No resulta útil forzar a la persona a tomar una decisión de ruptura que después no podrá sostener, ni tampoco criticar a la pareja, ni predecir futuros males (que probablemente ocurran, pero este método no es lo suficientemente disuasorio).
    • Ayudarle a reconocer los síntomas disfuncionales de la relación. Resulta útil proveer material de lectura sobre el tema o acercarle un testimonio escrito de alguien que haya pasado por esa situación o una similar.
    • Si el joven o la joven pertenece a una comunidad de fe, resulta efectivo dar una charla general a todo el grupo de jóvenes sobre el tema de las relaciones de amistad y de noviazgo, los indicadores de pautas saludables y no saludables de los vínculos interpersonales, lo que Dios pretende y desea de nuestras relaciones para nuestro bien, etc. Muchas veces este método indirecto da mejores resultados. El joven o la joven que estén viviendo relaciones abusivas podrán sentir confianza de pedir ayuda a su líder o pastor, al saber que conoce del tema.
    • Ofrecerle compañía para pedir ayuda a profesionales o instituciones especializadas en el tema que pueda existir en la comunidad.
    • Seguir acompañando todo el proceso, fomentando sobre todo la autoestima y la concepción correcta sobre sí mismos, sobre la dignidad y el valor con que Dios nos ha creado, y clarificando los criterios saludables mínimos que cualquier relación de pareja debe reunir para felicidad de ambos miembros de la misma.

    ¿Es posible la recuperación de un noviazgo violento?

    Siempre mantenemos una actitud esperanzadora hacia los cambios que los seres humanos podemos hacer. Sin embargo, no es realista esperar que éstos sucedan espontáneamente, en especial en el tema que nos ocupa. Los novios violentos (al igual que los maridos violentos) se muestran arrepentidos cuando se dan cuenta de que la relación puede desestabilizarse (por la firmeza de ella o por la intervención de terceros), pero los cambios de conducta son efímeros y al tiempo se vuelve a la pauta recurrente. Debemos recordar que, de acuerdo al esquema descripto por Leonore Walker, la violencia en la pareja se da en forma cíclica (fase de aumento de la tensión, fase de agresión, arrepentimiento y luna de miel).

    Esta característica dificulta la visualización clara del tema, sobre todo para las mujeres, ya que al período de descarga violenta le sigue un tiempo de reconciliación y cercanía. Ellas tampoco pueden separarse fácilmente, e incluso cuando han tomado la decisión de hacerlo no siempre la mantienen. Tanto el varón como la mujer necesitan ayuda.

    Los dos miembros de la pareja necesitan reconocer que el maltrato no es una pauta normal ni saludable en ninguna relación y que no debe haber tolerancia al mismo. Muchas veces, aún formando otra pareja, ambos vuelven a repetir estas relaciones violentas. De no mediar una instancia de clarificación y elaboración con ayuda externa, él repetirá el mismo patrón o guión de relación que conoce. Lo mismo sucederá con ella. Aunque la mujer logre cortar una relación de este tipo suele quedar muy marcada, «golpeada» en su sentido más amplio: baja autoestima, creencias erróneas sobre su valor y habilidades, sentimiento difuso de culpa, sentimiento de no ser apta para satisfacer a un hombre, etc. Con estas vivencias grabadas a fuego, no es raro que vuelvan a establecer una relación de pareja similar, porque creen que hay algo malo en ellas y que por lo tanto no son merecedoras de un mejor trato por parte de su pareja. Es increíble el efecto destructor que tiene una relación de este tipo sobre el psiquismo. Pero, con todo, la restauración es posible.

    Con el fin de ver cómo se entra a una relación violenta de noviazgo, pero también de apreciar cómo se puede salir de ella, incluimos a continuación el testimonio de Emily:


    En casa las cosas no eran normales [...]. Mi mamá trabajaba cada vez más y subía escalones en la empresa, lo que requería más de su tiempo. Mi papá por otro lado cada vez tomaba más y yo lo empezaba a ver en situaciones más vergonzosas. No entendía muy bien qué sucedía, pero sí sabía que cosas semejantes no pasaban en la casa de mis amigas. También mi hermano parecía descargar conmigo toda su frustración por lo que estaba ocurriendo en casa. Podía simplemente estar en su camino que él venía y me pateaba, o si no hacía lo que él quería me pegaba. Mi hermana mayor me defendía de él y también intentaba mantenerme al margen de la conducta inapropiada de mi papá para que yo no sufriera, pero a medida que fui creciendo fui teniendo más claro lo que estaba pasando en mi casa. La realidad era que mi papá, cada vez que mi


    mamá no estaba por motivos laborales que la ocupaban en viajes de varios días, tomaba mucho y se olvidaba de nosotros.

    A medida que pasaban los años aumentaba mi soberbia para poder ocultar y por algún lado enfrentar la situación de mi casa y de mi vida. Me sentía muy sola y mi mamá no me creía cuando yo le decía que mi hermano me pegaba y mi papá estaba todo el tiempo tomando. Yo me desesperaba y no sabía cómo hacer para que ella me escuchara, para que me creyera. Me sentía impotente y hasta en un punto pensé que podía llegar a estar volviéndome loca.

    A los 17 años me puse de novia con Gerardo, un chico 9 años mayor que yo. Para mí era mi escape, era mi solución a todos los problemas, yo tenía alguien con quien hablar y sabía que no se sorprendería con las cosas que yo había vivido y que no me iba a dejar sola por esas razones. ¡Alguien se había fijado en mí! ¡Y encima alguien mucho más grande que yo! ¡Me sentía en las nubes! Por fin tenía a alguien que me abrazara y se preocupara por mí. A mi mamá no le gustó esa relación, pero yo estaba dispuesta a demostrarle que esa relación funcionaría. Como había tanta diferencia de edad yo me encontré haciendo cosas de adultos siendo adolescente. Me vestía como adulta, trabajaba, estudiaba y me manejaba todo el tiempo con adultos. Tuve «mi primera vez» a los 18 cuando sabía que no estaba lista, pero temía que él me dejara si yo decía que no a las relaciones sexuales. Me sentí presionada y mal conmigo misma después de haber cedido.

    Mi mamá seguía sin aprobar esta relación, pero yo le ocultaba detalles de la misma para no darle la razón.

    El primer año intentaba sacarle su manía de empujarme y agredirme. Con mucho sufrimiento lo logré, pero enseguida me encontré con otra sorpresa: él también tomaba mucho... salíamos y él siempre terminaba borracho. Una vez más le preguntaba a Dios: ¿para qué? Y me era imposible no cuestionarme también: ¡¿por qué?! ¡¿Por qué otra vez?! ¡Yo pensé que él era el hombre de mi vida! ¿Por qué tenía que encontrarme con todo esto? ¿Por qué y para qué tenía que enfrentarme con mi mamá y decirle que ella tenía razón? ¡No entendía! Finalmente, pero con mucha dificultad, pude romper este noviazgo.

    Por Gerardo había dejado de ver a mis amigos y ya no tenía a nadie en quien apoyarme. Una vez más me sentía sola. Pero Dios me sacó de esa situación a través de los amigos fieles que se acercaron a ayudarme, aunque yo los había descuidado y apartado. No fue nada fácil, pero nuevamente empecé a salir, a actuar y a vestirme acorde a mi edad. No fue fácil pasar por todo eso, pero salí adelante una vez más. A esta altura mi papá ya no tomaba más, estaba en recuperación, pero igual era muy difícil convivir con él. Mentía todo el tiempo y era muy agresivo verbalmente. Dependiendo de la gente con la que él estaba, era la cara que presentaba. Para la iglesia y el trabajo de mi mamá éramos la familia perfecta, pero cuando nosotros no estábamos cerca él hacía cualquier cosa; mentir era lo más leve.

    Ahora yo estaba trabajando muchas horas y también iba a la facultad, así que me fui alejando bastante de mis amigos de siempre. Había hecho amistades nuevas en el trabajo y me conformaba con eso, pero yo no estaba bien. De a poco me alejé de Dios y de la iglesia. Me olvidé que la iglesia está formada por seres humanos y por sentirme defraudada y sentir que habían defraudado a mi familia me aparté echándole la culpa a la iglesia entera. Esto me perjudicó mucho. Con la gente que estaba empecé a fumar y después empecé a tener relaciones con uno de mis compañeros que estaba casado. Sentía que lo único que yo podía dar era sexo. No estuve solamente con él... sino con otro también. Esos eran los únicos momentos en los cuales yo sentía una caricia, un abrazo y estaba dispuesta a entregarme así, sólo por eso.

    Al año conocí a Franco, me puse de novia con él y sentí que esta vez de verdad había encontrado al hombre de mi vida. Él era atento, me trataba como una dama de verdad, me hacía regalitos lindos y súper tiernos. Toda mi familia se enamoró de él en el instante que lo conocieron. A los 6 meses de novios él se fue de viaje a Europa y cuando volvió nos comprometimos. Me regaló un anillo tal como yo lo soñaba, ¡fue todo súper romántico! Toda la familia estaba muy contenta; el comentario era que finalmente estaba encaminando mi vida.

    Pero nuevamente era un error. Yo entregaba todo y estaba dispuesta a renunciar a todo por él. Él me decía qué ropa usar y decidía con quién y dónde salíamos. Después de dos años él perdió uno de sus trabajos y no hizo más que relajarse y esperar que le llegara otro. Mientras yo trabajaba muchísimas horas como para ahorrar para casarnos él se despertaba a cualquier hora y no hacía nada por conseguir un trabajo. En medio de esto yo decidí empezar a ir a la iglesia otra vez. Para él era muy gracioso eso y no entendía por qué yo me quería levantar temprano un domingo para ir, pero esta vez no iba a dejar que él me dijera nada sobre este tema.

    Al poco tiempo mi mamá me dijo que se quería separar de mi papá y a mí, por más terrible que pueda sonar, me alegraba. Vivir en mi casa ya era imposible con la violencia que había. Lo primero que hice fue contarle a Franco y pedirle que mantuviera todo lo que yo le contaba en secreto porque nadie sabía todavía, ni mi papá, pero él no respetó eso: le contó todo a su familia, hasta nuestras cosas más íntimas. Cuando me enteré, me sentí terriblemente decepcionada. ¡Mi novio, mi confidente, mi futuro esposo no podía mantener mi vida en confidencia conmigo! Para colmo, lejos de comprenderme y pedirme disculpas, se burlaba de mis sentimientos. Me encontré a toda su familia opinando de la separación de mis padres. No lo podía creer, no sabía cómo hacer para aceptar esa situación. ¡La decepción era ENORME!

    Una vez más, me di cuenta de que estaba muy sola, que no le podía contar nada a nadie, esta vez ni siquiera a mi hermana porque ella se ponía muy agresiva con el tema y yo no lo podía soportar. Desde ese momento me bloqueé, trataba de sentir lo menos posible, traté de hacerme la fuerte y hacerle frente a todo defendiendo a mi familia hasta la muerte. Llegó un momento en que yo no me permitía ni sentir la más mínima emoción. Me sentía sola y con un terrible enredo de sensaciones, pero acompañé a mi mamá en todo lo que pude porque sabía que para ella era muy duro tomar esa decisión. Ella me contaba todo y yo no me podía desahogar con nadie. Empecé a bajar de peso cada vez más hasta estar pesando 10 kilos por debajo de mi peso mínimo, pero para Franco yo me veía re bien. Yo sentía que los problemas de la separación de mis padres y el no poder contarle nada a nadie ya me llenaban lo suficiente como para no comer. Me podía pasar un día entero solamente con un vaso de leche a la mañana. Cada vez la ropa me quedaba más grande y la gente comentaba lo flaca que estaba. Para mí eso era lo más insignificante que podía llegar a estar pasando en mi vida.

    Cuando llegué al fin de mis fuerzas, me senté a hablar con mi mamá y le conté todas las cosas que siempre supe que hacía mi papá y que me hicieron daño. Le conté cómo en otro tiempo me sentaba con mi papá cuando estaba borracho a leerle la Biblia y él me prometía que no volvería a tomar y llorando me pedía perdón. Yo una y otra vez le decía que estaba todo bien, teniendo la esperanza que de verdad en algún momento dejara de tomar. Ese fue un momento muy duro para las dos, pero también muy importante. Ella me contó también algunas cosas, sobre todo de su confianza en Dios a lo largo de tantos años de sufrimiento y eso fue un ejemplo para mí.

    En ese momento me sentí fuerte como para cortar con Franco. El no me la hizo fácil. Durante meses me perseguía para convencerme de que siguiéramos juntos, pero yo ya estaba segura de que no podía estar con alguien en quien no confiaba. No podía estar con una persona que pensaba que yo me veía linda cuando en realidad era puro huesos. No podía estar con él si no respetaba mi relación con Dios y no respetaba mi intimidad.

    Poco a poco empecé a verme de otra forma. Empecé a verme como Dios me ve y me valora. Fui a una nutricionista que me ayudó a recuperar mi peso de a poco. También empecé a participar de un pequeño grupo de discipulado. Dos amigos me invitaron al grupo de jóvenes. Tardé en aceptar, pero finalmente fui y todos me hicieron sentir bien y aceptada. Empecé a encontrar un lugar sano donde relacionarme con gente que me quisiera bien. Pude por primera vez sentir la confianza de comenzar a hablar de mi vida y de mi pasado sin tener vergüenza o miedo al rechazo.

    Hoy veo las cosas con otros ojos. Le pido a Dios que mi experiencia de vida pueda ser una herramienta para otros y que yo pueda estar lista para ayudar a cualquier persona que esté pasando por situaciones parecidas, dando el ejemplo, como el que me dio mi mamá a mí, de aferrarse a Él. Dios no deja de bendecir mi vida, a pesar de que mi papá decidiera armar su vida sin nosotros e ir por otro camino. Hoy puedo aceptar eso y agradecerle por la mamá espectacular que me dio y por todas las cosas que yo puedo compartir con ella, por mi hermana y mis dos hermosos sobrinos y porque poco a poco la relación con mi hermano se va sanando. Sé que Él nunca me dejó sola y tampoco lo hará. Desde que voy a la iglesia me regaló amigos que me ayudaron a sentir confianza en la gente, perder la vergüenza por mi pasado y a no tener miedo de decir: «te quiero».

    De a poco también fui entendiendo por qué aceptaba parejas que me maltrataban. Ahora me estoy preparando para formar una pareja sana, en la que pueda amar y ser amada, respetar y ser respetada. Estoy agradecida por mi vida y porque Él la está guiando.


    ¿Cómo reconocer un noviazgo saludable?


    A continuación, señalamos algunas características típicas de un noviazgo saludable:

    • Interdependencia.
    El sentido de pertenencia en una relación afectiva saludable es constructivo. Ambos miembros de la pareja deben comprometerse a poner la cuota de responsabilidad, fidelidad, amor y cuidado necesarios. Ninguno controla al otro ni depende excesivamente del otro, ya que ambos tienen una autoestima medianamente lograda y una autonomía que les hace sentir seguros en sí mismos.

    • Relación con otros. La relación de pareja es exclusiva pero no excluyente. Una relación de pareja saludable se nutre también con otras relaciones: la familia, los amigos, los compañeros. La relación con otros permite un saludable intercambio con el afuera, aportando y también recibiendo de las personas del entorno.

    • Respeto por la persona y la libertad del otro.
    Esto incluye la posibilidad de desarrollar los proyectos de estudio y trabajo individuales, el respeto por los gustos, las opiniones, los intereses del otro, y también las relaciones que cada miembro de la pareja establezca con otras personas en sus distintos ámbitos de desempeño.

    • Resolución de los conflictos.
    En toda relación interpersonal, y sobre todo en las que implican cercanía e intensidad, se presentan conflictos normales. El noviazgo es un tiempo oportuno para empezar a desarrollar la capacidad de resolver las diferencias de modos constructivos y maduros. La buena comunicación, en este sentido, es imprescindible e incluye la claridad en lo que se quiere expresar, la libertad para poder hacerlo sin temor a ser criticado, rechazado o forzado a pensar de otro modo, etc. Quedan descartadas todas las actitudes de coerción y violencia –emocional, sexual, física- como modos válidos para resolver conflictos.

    • Confianza mutua.
    Es uno de los elementos vitales de una relación de pareja con miras al matrimonio, dado que el mismo es la relación de mayor exposición posible (física, emocional, espiritual). La confianza es el ingrediente que permite una apertura gradual hacia aspectos cada vez más íntimos del ser. Si hay confianza, habrá expresión abierta de los sentimientos, los agradables y los enojosos. Si hay confianza, cada uno experimentará el maravilloso sentimiento de ser aceptado y valorado por lo que en realidad se es. No hay necesidad de máscaras ni de temor a ser conocido en profundidad. La confianza en la pareja permite el descanso y el apoyo que todo ser humano necesita.

    • Crecimiento individual y como pareja.
    Una buena relación de noviazgo y luego de matrimonio apunta a que cada uno de los miembros de la pareja desarrolle su máximo potencial. Esto implica dejar el egoísmo de lado y estar en posesión de una seguridad personal tal que deje crecer al otro sin sentirse amenazado, que confíe en la otra persona, que la ayude concretamente y que la estimule, etc.


    Podemos ampliar estas características con aquellas que Norman Wright, en su libro Las relaciones que funcionan (y las que no), menciona como los cuatro pilares de una relación de noviazgo o matrimonio, y que son: el amor, la confianza, el respeto y la comprensión . Para Wright, el más duradero es el amor; el más frágil, la confianza; el más descuidado, el respeto u honra; y el que necesita de mayor tiempo para desarrollarse, la comprensión o conocimiento. Este autor considera que, para construir una base sólida sobre la cual edificar la relación de noviazgo y matrimonio, no debe faltar ninguno de estos pilares.



    Algunas palabras para los muchachos


    Una de las cosas más lindas de la vida es la relación de pareja, sobre todo en la etapa de noviazgo. A pesar de que las formas o las costumbres fueron cambiando con el paso del tiempo, el noviazgo sigue siendo una etapa de ilusiones, de sueños compartidos, de descubrimiento de sí mismo y del otro, de vivir la increíble aventura de compartir la vida con otra persona, en una relación íntima y exclusiva. Es un tiempo para disfrutar y para crecer. Sin embargo, muchas veces esta experiencia se torna en una pesadilla para ambos miembros de la pareja. Aparecen los celos extremos, la inseguridad, las sospechas, la falta de control, y también el miedo no confesado de ser poco valorado, rechazado, traicionado, y hasta abandonado. Veamos por qué.

    Nada hay que ponga más a prueba tu masculinidad, tu ser hombre, que el relacionarte con una mujer en una pareja. Es aquí donde aparece de verdad el gran desafío: cómo ser verdaderamente un hombre que complazca a la mujer que eligió, y cómo dejar que ella, asimismo, te haga sentir bien con vos mismo.

    Hay distintos modelos de hombre en nuestra sociedad. Por un lado, está el hombre sometido por una mujer caprichosa, dominante, hasta agresiva e intolerante. También está el hombre «macho», que en nuestra cultura está concebido como el fuerte, el que no llora, el que no siente tristezas ni puede apenarse, el que «se la banca» (como decimos en Argentina), el que domina a la mujer y pretende que ella le obedezca y le complazca en todo. Pero hay otra opción, y es la del hombre compañero, el que se siente bien consigo mismo, seguro, capaz de expresar lo que siente y piensa, que valora y admira a la mujer que ha elegido sin por eso sentirse menos que ella, que puede mostrarse cariñoso y protector, que respeta sus propios derechos y también los de la novia; en definitiva, que puede lograr una relación de noviazgo placentera, compartida, que signifique un disfrute y un crecimiento para ambos.

    Cuando empezamos a desempeñar un rol nuevo en la vida, como por ejemplo, el ser novio o novia, sin saberlo lo hacemos desde un «modelo» que hemos aprendido de otros. Puede ser que lo hayamos aprendido de nuestros padres, líderes, ídolos de la televisión, etc. Especialmente lo que hemos vivido en nuestra familia de origen tiene una gran influencia en cómo actuamos al formar nuestra propia pareja y familia. Entonces, es bastante frecuente que un muchacho que ha visto a su papá o a los hombres de su familia ser compañero de las mujeres, en una relación de respeto mutuo y de convivencia armónica, se comporte parecido cuando él mismo esté con una mujer. Del mismo modo, tendemos a repetir los modelos de maltrato que pudimos haber presenciado o padecido en nuestra familia. Muchos chicos que han sido maltratados por sus padres o han visto a su papá maltratar a su mamá, incorporan esta forma de relación como normal, y de grandes la repiten con sus propias novias y esposas.

    Siempre recuerdo a Nicolás, un joven de 23 años que había iniciado una relación de noviazgo hacía unos dos años. Estaba teniendo problemas con Josefina, su novia. Peleaban mucho y ambos sufrían. Poco a poco se fueron aislando de todos, de la familia, de los amigos, de las actividades de la iglesia. Los estudios universitarios de los dos empezaron a fallar. Él la controlaba en todo, desconfiaba de sus amigos, de sus actividades, la acusaba de no quererlo o no atenderlo lo suficiente, y la perseguía todo el tiempo. Cuando Josefina le proponía que hablaran seriamente de lo que les estaba pasando él no quería hacerlo, se enojaba y lo expresaba mostrándose indiferente, tomando distancia o no hablándole.

    Otras veces manifestaba su enojo gritando o rompiendo cosas, o pateando algún objeto que encontraba en el camino. En otras oportunidades, le decía cosas muy feas a ella, de lo que después se arrepentía. Cuando Josefina insinuaba que no quería seguir así y que tenían que pedir ayuda o cortar con la relación, entonces él se desesperaba, sufría mucho e intentaba convencerla de que no podían vivir uno sin el otro, y que él sería capaz de volverse loco o de matarse si eso sucedía. Entonces ella se asustaba, continuaba al lado de él, pero cada vez estaba más temerosa, desilusionada, triste, incapaz de disfrutar de su noviazgo como ambos habían soñado. Cuando Nicolás se arrepentía y decidía no volver a hacer las cosas que a Josefina no le gustaban, ella volvía a creer en él y pensaba que esta vez sí se produciría el cambio. Pero al tiempo, nuevamente él volvía con las mismas actitudes y reacciones.

    Un día, hasta él mismo se asustó mucho cuando le levantó la mano a Josefina. No llegó a pegarle. Algo lo detuvo. Sabía que si cruzaba esa línea, seguramente la perdería definitivamente. Nicolás en realidad no sabía qué hacer cuando se sentía enojado, presionado, inseguro, o celoso. El también se sentía frustrado y desesperado. Le pedía ayuda a Dios porque él deseaba cambiar de verdad, pero no sabía exactamente qué pasaba con él ni cómo hacer el cambio. Un día escuchó, en su iglesia, una charla sobre violencia familiar. Allí empezó a brillar una pequeña luz en su interior. Nicolás se dio cuenta de que Josefina a veces hacía algo que a él no le gustaba o no comprendía, pero también aceptó para sí mismo que él reaccionaba muy parecido a lo que siempre hizo su papá con su mamá, y a lo que también hacían algunos otros hombres de su familia.

    Comenzó a darse cuenta de que quizás estaba repitiendo el modelo que había aprendido en su familia, y que representaba la única forma que conocía de ser hombre. ¿Acaso los hombres no deben ser rudos y fuertes? Aunque aún no lo tenía muy claro y no sabía si era muy apropiado para un hombre hacerlo, tuvo la valentía de tomar una de las decisiones más importantes de su vida: decidió pedir ayuda. Primero habló con uno de sus líderes juveniles, alguien a quien él respetaba y quería. Aunque estaba asustado y avergonzado, se sintió más aliviado después de hablar con su líder de confianza, quien no solamente no lo censuró, sino que lo comprendió y lo invitó a que oraran juntos.

    Entonces el líder también lo ayudó a que hiciera una consulta con un psicólogo que sabía sobre violencia familiar, y allí empezó la restauración de Nicolás. Se reunía regularmente con su líder para orar y charlar, y también se comprometió con la terapia psicológica. Poco a poco fue comprendiendo qué había dentro de su corazón. Dentro de su cuerpo de hombre había un niño todavía asustado frente a la violencia de su papá, sintiéndose culpable al pensar que no supo o no pudo defender a su mamá, lidiando con el miedo a no ser suficientemente hombre si no se comportaba como lo hacía su papá, albergando la ansiedad y el temor de ser abandonado o rechazado por Josefina. Uno a uno fue tratando con éstos y otros sentimientos e ideas. Aprendió también que la violencia no soluciona nada y que hay otras formas de resolver los conflictos normales que se presentan en cualquier relación íntima con otra persona.

    Aprendió a reconocer lo que pasaba por su mente y corazón, lo que le disgustaba o le atemorizaba, y a expresarlo en palabras; también aprendió a escuchar a Josefina. Aprendió que podía identificarse con Jesús como un hombre normal. Jesús tenía una personalidad firme, tenía convicciones, «se la jugaba», era valiente, pero también era amable, tierno y compasivo con los más débiles: los niños, los enfermos o las viudas, por ejemplo.

    Sabía tratar con hombres y con mujeres, con todo respeto y cuidado. Jesús había sido un hombre de verdad. Nicolás empezó a disfrutar su noviazgo de otra forma, y Josefina también. Poco a poco aprendieron a comunicarse mejor entre ellos, a cuidarse y respetarse, a ver qué hacían con sus diferencias y cómo solucionaban los conflictos normales que iban apareciendo, en vez de echarse culpas mutuas. Restablecieron sus vínculos con familiares y amigos, y se sintieron más enriquecidos.




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    Puerco Araña, puerco araña... Al mal ataca con su telaraña, Su colita retorcida, da besitos con su trompita.. Miraaa, Es el puerco araña.....

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  2. #2
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    Re: Violencia durante el noviazgo

    fotos de tu amiga?????


    es para felicitarla si me la cruzo en la calle.

  3. #3

    Re: Violencia durante el noviazgo

    las encadenas a la cocina y listo

    on: no hay qe tener huevos para pegarle a una mina

  4. #4
    !otro le travaladnA Avatar de gatherine
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    Re: Violencia durante el noviazgo

    El dia que le pegas a una mujer dejas de tener huevos, practicamente ya no sos mas hombre.
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  5. #5
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    Re: Violencia durante el noviazgo

    Cita Iniciado por gatherine Ver Mensaje
    El dia que le pegas a una mujer dejas de tener huevos, practicamente ya no sos mas hombre.
    Es verdad, lamentablemente hay gente q lo ve exactamente de forma contraria.





  6. #6

    Re: Violencia durante el noviazgo

    Y si es un travesti???


    Stifler
    You k`now it...Sad but true

  7. #7

    Re: Violencia durante el noviazgo

    espera.. a mi el sabado pasado una mina me pego qe seria eso?

  8. #8

    Re: Violencia durante el noviazgo

    Cita Iniciado por ChuO Ver Mensaje
    espera.. a mi el sabado pasado una mina me pego qe seria eso?
    Segun lo k allas echo vos jajajaja


    Stifler
    You k`now it...Sad but true

  9. #9

    Re: Violencia durante el noviazgo

    Alto laburo, el de tu amiga, muy bien armado y redactado

    Pero me mata como hay 140 renglones de maltratos hacia la mujer y 6 o 7 al hombre (acuerdense de "conchita"), o tambien los 140 renglones del "hombre malo"

    Despues nos dicen sexistas >=(

    A la cocina las mandaria yo (???)
    Cita Iniciado por Ecthelyon Ver Mensaje
    La verdad que que lindo debe ser hincha de Boca, no solo tendés a romperle el culo a tu clásico rival de varias y a veces épicas maneras, sino que encima vas a Brasil y te tienen cuqui. Sana envidia por Boca.

    Y que feo ser de River, no sólo es bastante amarga la hinchada (puede ser por tener taaaaaantos campeonatos, se acostumbraron), sino también porque van a una copa y ya saben que si tienen suerte pasan 8vos.

    Cita Iniciado por reverse Ver Mensaje
    Dsp de probar infinitas formas y solo lograr que me apareciera el cartel de que no podia entrar a mas estancias, se me ocurrio otra..

  10. #10

    Re: Violencia durante el noviazgo

    Cita Iniciado por ElOsoArturo Ver Mensaje
    Alto laburo, el de tu amiga, muy bien armado y redactado

    Pero me mata como hay 140 renglones de maltratos hacia la mujer y 6 o 7 al hombre (acuerdense de "conchita"), o tambien los 140 renglones del "hombre malo"

    Despues nos dicen sexistas >=(

    A la cocina las mandaria yo (???)
    Es triste que se haya estigmatizado al género de esa forma, pero es innegable que es mucho más corriente el abuso por parte del sexo masculino que el femenino.

    Lindo informe, cuando tenga un poco más de ganas termino de leerlo y comento.

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