La Vengadora Involuntaria
Cierta impotencia, soledad, desasosiego, desamparo, y dudas casi existenciales es lo que exhibió la presencia de Sarlo en 678. Y con más o menos intensidad: la falta de ideas, la ausencia de proyecto, la inconsistencia de discurso, el resentimiento del que perdió sus privilegios. Todo esto no está dirigido precisamente a Sarlo sino a los analistas de su presencia en el programa: sus felices vengados.
Los más pesados y gordos Lanatas, Sirvenes, Roas, Zlotos, Majules, Leucos, Tenembaums (perdón si me olvido de alguno), más los dietéticos bazanes, y las esotéricas notas sin firma en los Clarines y Naciones que con similar espíritu intentaron convencerse –y creo que se convencieron- de que obtuvieron un rutilante y aplastante triunfo sobre un programa de tele que desde hace rato les rompe las pelotas.
Vamos a un caso importantísimo porque es fiel y muy representativo.
El sobrio aunque vehemente Sirvén, un día antes de declararse “leal a La Nación” describió a su nueva heroína “un gladiador que en soledad viene de decapitar las siete cabezas de una hidra”. (Imaginemos a Caballero escribiendo algo así en Tiempo Argentino pero con cabezas de opositores. Caballero sería otro setentista ponebombas violento. En cambio lo de Sirvén es una sutil y culta boludez mitológica.)
Pero lo mejor del periodista ultra-profesional fue “una vez más, el kirchnerismo a ultranza tuvo un par de pifies graves, (…) la pésima conjugación del verbo "satisfacer".
Sirvén se regodea con la supuesta evidencia de lo brutos que son los peronistas. Y saborea la imbécil victoria de su civilización por sobre la barbarie. (Mariotto tuvo un tropiezo en el fragor de la charla y dijo “satisfació”. Ojo, no es pésima la conjugación, en el apuro regularizó un verbo irregular. Pésimo sería decir “satisfó” o “satisfurió”. Digo yo.)
Roa, otro as del editorialismo independiente festeja a su manera -con asco- “Siete contra uno: pluralismo al estilo K”. Otro que quedó muy satisfacido por la demostración de lo totalitarios que somos. Sí, Roa desea el Uno a Uno. Está claro que deberíamos haber dejado a Forster a solas con Sarlo para demostrar que somos tan democráticos como Roa. A solas y sin moderador –Galende no puede ser moderador porque es ultra-K. Y a solas fuera de Canal 7 que también es ultra-K. Y fuera del país, que también está demasiado K. Los dos a solas y desinfectados en la neutralísima Suiza quizá hubiese convencido a Roa de nuestro pluralismo.
¡Sa-Sa-Sarlo!
Al margen de la interminable sarta de imbecilidades que se dijo sobre ese programa lo único que queda claro es qué es lo que festejan. Festejan la escena, la gestualidad de la escena, la reivindicación de los valores que el periodismo opositor (independiente, ya lo sé) defiende.
Festejan el fraccionado “Conmigo no, Barone”. Satisfacidos porque “alguien se lo tenía que decir”. Es que ni Barone ni ninguno de nosotros tiene derecho a interpelar la manera en que la hegemonía mediática ejerce su poder. En ese punto Sarlo coincide con Lanata: somos de cuarta y la gente de cuarta carece de ciertos derechos.
Festejan el “no seas insolente” a Mariotto. Dicho en la cara y tratándolo de “vos”. Encarnando la dignidad con que los ciudadanos honestos ponen en su lugar al plebeyo, pícaro y tramposo militante peronista.
Festejan el “a mí este programa no me gusta” porque esa simpleza de Sarlo es lo que todos quieren vomitar desde hace rato, pero no se animan y se la pasan buscando argumentaciones en las que se pierden. El banal “no me gusta” dicho en nuestra mesa funciona como una gran catarsis.
Festejan el “picadillo de lo peor de los medios”. Porque Sarlo en definitiva vino a plantear nuestra supuesta falta de veracidad. Y si no somos veraces, todas las críticas que hicimos y hacemos a los periodistas que hoy festejan no valen nada. Entonces ellos siguen siendo puros e independientes.
Festejan a la Sarlo post-programa planteando su imposibilidad de debatir con un panel que no está a su altura. No les importa que Sarlo seguramente dirá lo mismo de todos los periodistas del país (quizá podría debatir con el alemán que escribe el periódico progresista). Lo que les interesa es la deslegitimación que planteó: somos gente que no sabe nada.
En definitan festejan que Sarlo les brindó la posibilidad de aliviarse, ella funcionó como un bálsamo que en nuestra pantalla nos dijo lo que ellos dicen en privado: detesto a esos mentirosos, son de cuarta, son brutos, son militantes que nos critican sin ningún derecho ni asidero.
Sarlo no vino a decirnos exactamente esas cosas de modo tan rústico, pero tampoco estuvo tan lejos. Lo importante para los festejantes es que Sarlo estuvo, y esa presencia la pueden leer como mejor les sirva. Y se sirvieron a gusto.
¡Qué Bueno el Debate!
Del otro lado están quienes festejan “el debate”. Y también hacen una operación parecida a la que festeja la “victoria aplastante”. Los que festejan “el debate” leen los gestos y la puesta en escena más que lo concreto de poner en tensión ideas contrapuestas. Fue poco lo que se pudo discutir. Sarlo no respondió todo lo que se le preguntó, no explicó todo lo que debía explicar y lo mismo vale para la hidra mala. Por cuestiones de tiempo, del propio formato de “programa con invitados y panel” quedaron muchas cosas sin decir. Debo agregar que nosotros –psicológica y tristemente colonizados por la República Democrática de Clarín- exageramos en nuestra actitud de no interrumpir, dejar hablar al adversario, y cumplir con el principio más casero de “tratar bien” al invitado. Porque de alguna manera nos sometimos a ser examinados en nuestra democraticidad y quisimos aprobar el examen. Y nos dejamos poner el pluralismómetro que –qué boludos- es un aparato que manejan Roa, sus patrones y sus colegas.
Mirá lo que Quedó
Para finalizar, debo resignarme y aceptar que me pareció una buena experiencia la del “debate”. Y que Sarlo haya aceptado mis preguntas –lo digo sin ironía- fue una señal de su tolerancia y su sentido democrático. Sobre todo porque al leer su libro queda claro que para Sarlo Néstor Kirchner fue un cretino, un canalla y un malandra inescrupuloso. Que todo lo que hizo como político lo hizo motivado por sus ansias espurias de acumular poder. Así que sospecho que algo de esos conceptos se le debe filtrar hacia todos los que lo admiramos y queremos.
Lamentablemente hoy Sarlo ya no es Sarlo. La oposición ya empezó a convertirla en una banderita, una remera, una frase, un cliché que les sirva como fuerza publicitaria para seguir ocupando el lugar que tienen y que hoy se les discute.
Supongo que a nuestra adversaria ahora le queda la tarea de recuperar el lugar que siempre tuvo, o relajarse y aceptar este nuevo papel que le ofrecen con tanta alegría. Por lo pronto nosotros seguimos siendo y haciendo lo mismo de siempre. 678 sigue siendo un espacio donde se discute hacia afuera y hacia adentro, no es la primera vez que un invitado –o nosotros mismos- planteamos dudas o defectos propios. Por eso en la calle la gente que nos abraza también nos critica y nos propone cambios. Porque 678 no es sólo un programa de tele, es algo que está sucediendo más allá de la pantalla. Y eso es lo que yo quiero festejar.