"Lluvia roja rubí, lava las penas que me aquejan y libérame de este dolor. Pués mis hijos al frente de batalla han acudido, y no dudo en pensar que pronto traerán sus putrefactos cuerpos sin vida ante mis ojos. Me pesa esta mochila, de calaveras y huesos, que de mi familia he heredado y, sin pena ni gloria, he soportado sobre mi espalda durante mi triste caminar.

Por las noches, ante la magnificencia de la luna, recuerdo verlos luchando, sólo con espadas de madera, en la pradera del oeste. Hoy, sueño con espadas de hierro y muerte para mi pueblo. Mi pesadilla más frecuente en estos días llenos de miedo y violencia, me muestra un cielo eclipsado por flechas enemigas, y nuestros hogares ardiendo, como el mismísimo infierno.

En mi vida cae otra estrella, en mi moribundo existir colecciono otra herida, otra cicatriz que no borra el tiempo ni el olvido. Mi única escapatoria, es el descanso final, el ocaso de mi padecer. Una vez expresada mi voluntad, acudo ante usted, muerte tan fría y, de rodillas y con lágrimas en mi rostro, le pediré que tome mi vida por la de mis hijos, pués deseo que regresen a su hogar y vivan prósperamente el resto de su existir. Es un punto final a la historia de mi vida, y sólo una coma en la de mis descendientes. ¡Que así sea!"