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Tema: Angeles y Demonios

  1. #1

    Angeles y Demonios

    Ángeles y demonios, por Dan Brown
    Tras el Código Da Vinci, Dan Brown invade el mercado editorial español con su último best seller

    Quince millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, más de un millón en España, tienen la culpa: 2004 es el año del Código da Vinci y de Dan Brown. Mañana sale en España su último éxito, Ángeles y demonios (Umbriel), que fue su primera novela y que tras el éxito del Código fue recuperada en Estados Unidos y lleva 56 semanas en las listas de best sellers del New York Times, que la ha destacado con frases como “Si Tom Clancy y Umberto Eco se fusionaran, el resultado sería Dan Brown”. Nos guste o no, y a la crítica le gusta poco, Brown está haciendo historia. Por eso El Cultural anticipa hoy el comienzo de la intriga: un atroz crimen ritual confirma a Robert Langdon que la secta de los Illuminati (enemiga de la Iglesia Católica) ha vuelto y quiere venganza.

    ____________________________________
    Desde los escalones superiores de una galería ascendente de la Gran Pirámide de Gizeh, una joven rió y le llamó.
    –¡Date prisa, Robert! ¡Sabía que hubiera tenido que haberme casado con un hombre más joven!
    Su sonrisa era mágica.
    El hombre se esforzó por acelerar el paso, pero sentía las piernas como si fueran de piedra.
    –Espera –suplicó–. Por favor...
    A medida que subía, su visión se iba haciendo más borrosa. Sus oídos martilleaban. ¡He de alcanzarla! Pero cuando volvió a levantar la vista, la mujer había desaparecido. En su lugar había una anciana desdentada. El hombre bajó la mirada, y en sus labios se dibujó una mueca de soledad. Después lanzó un grito de angustia que resonó en el desierto.
    Robert Langdon despertó de su pesadilla sobresaltado. El teléfono de la mesita de noche estaba sonando. Aturdido, lo descolgó.
    –¿Diga?
    –Estoy buscando a Robert Langdon –dijo una voz masculina.
    Langdon se incorporó en la cama y trató de pensar con claridad.
    –Soy... Robert Langdon.
    Consultó el reloj digital. Eran las cinco y dieciocho minutos de la mañana.
    –Debo verle cuanto antes.
    –¿Quién es usted?
    –Me llamo Maximilian Kohler. Soy físico de partículas discontinuas.
    –¿Cómo? –Langdon era incapaz de concentrarse–. ¿Está seguro de que soy el Langdon que busca?
    Es usted profesor de iconología religiosa en la Universidad de Harvard. Ha escrito tres libros sobre simbología y...
    –¿Sabe qué hora es?
    –Le ruego me disculpe. Tengo algo que ha de ver. No puedo hablar de ello por teléfono.
    Un gemido escapó de los labios de Langdon. No era la primera vez que le ocurría. Uno de los peligros de escribir libros sobre simbología religiosa eran las llamadas de fanáticos religiosos, deseosos de que les confirmara la última señal de Dios. El mes pasado, una bailarina de striptease de Oklahoma había prometido a Langdon el mejor sexo de su vida si iba a verificar la autenticidad de una cruz que había aparecido como por arte de magia en las sábanas de su cama. El sudario de Tulsa, lo había llamado Langdon.
    –¿Cómo ha conseguido mi número?
    Langdon intentaba ser educado, pese a la hora.
    –En Internet. La página web de su libro.
    Langdon frunció el ceño. Sabía perfectamente que la página web no incluía el número telefónico de su casa. Era evidente que el hombre estaba mintiendo.
    –He de verle –insistió el desconocido–. Le pagaré bien.
    Langdon se estaba enfadando.
    –Lo siento, pero le aseguro...
    –Si parte ahora mismo, podría estar aquí a las...
    –¡No voy a ir a ninguna parte! ¡Son las cinco de la mañana!

    Langdon colgó y se derrumbó sobre la cama. Cerró los ojos e intentó dormir de nuevo. Fue inútil. El sueño estaba grabado a fuego en su mente. Se puso la bata desganadamente y descendió las escaleras.
    Robert Langdon paseó descalzo por su casa victoriana de Massachusetts y tomó su remedio habitual contra el insomnio, un chocolate caliente. La luna de abril se filtraba por las ventanas y mañana las alfombras orientales. Los colegas de Langdon a menudo comentaban en broma que la casa parecía más un museo de antropología que un hogar. Las estanterías estaban atestadas de objetos religiosos de todo el mundo: un ekuaba de Ghana, un crucifijo de oro de España, un ídolo de las islas del Egeo, incluso un peculiar boccus tejido de Borneo, el símbolo de la eterna juventud de un joven guerrero.
    Cuando Langdon se sentó sobre la tapa de un baúl maharishi de latón y saboreó el chocolate caliente, se vio reflejado en el cristal de una de las ventanas. La imagen estaba distorsionada y pálida... como un fantasma. Un fantasma envejecido, pensó, y se recordó con crueldad que su espíritu juvenil estaba viviendo en un cuerpo mortal.
    Aunque no era apuesto en un sentido clásico, a sus cuarenta y cinco años Langdon poseía lo que sus colegas femeninas denominaban un atractivo “erudito”: espeso cabello castaño vetea-do de gris, ojos azules penetrantes, voz profunda y cautivadora, y la sonrisa alegre y espontánea de un deportista universitario. Buceador del equipo universitario, Langdon todavía conservaba el cuerpo de un nadador, un físico envidiable de metro ochenta que mantenía en forma con cincuenta largos al día en la piscina de la universidad.
    Los amigos de Langdon siempre le habían considerado un enigma, un hombre atrapado entre siglos. Los fines de semana podía vérsele en el patio de la facultad vestido con tejanos, hablando de gráficos por ordenador o de historia de las religiones con los estudiantes; en otras ocasiones, aparecía con su chaleco de cuadros Harris en tonos vistosos, fotografiado en las páginas de revistas de arte en inauguraciones de museos, donde le habían pedido que dictara una conferencia.
    Pese a ser un profesor riguroso y un amante de la disciplina, Langdon era el primero en abrazar lo que él denominaba el “arte perdido de pasarlo bien”. Se entregaba a la diversión con un fanatismo contagioso que le había granjeado la aceptación fraternal de sus estudiantes. Su mote en el campus (“El Delfín”) era una referencia tanto a su naturaleza afable, como a su legendaria habilidad para zambullirse en una piscina y burlar a todo el equipo contrario en un partido de waterpolo.

    Mientras contemplaba la oscuridad con aire ausente, el silencio de su casa se vio perturbado de nuevo, esta vez por el timbre de su fax. Demasiado agotado para enojarse, Langdon forzó una carcajada cansada.
    El pueblo de Dios, pensó. Dos mil años esperando a su Mesías, y siguen tan tozudos como una mula.
    Llevó el tazón vacío a la cocina y se encaminó pausadamente a su estudio chapado en roble. El fax recién llegado esperaba en la bandeja. Suspiró, recogió el papel y lo miró.
    Al instante, una oleada de náuseas le invadió.
    La imagen que mostraba la página era la de un cadáver humano. El cuerpo estaba desnudo, y tenía la cabeza vuelta hacia atrás en un ángulo de ciento ochenta grados. Había una terrible quemadura en el pecho de la víctima. Le habían grabado a fuego una sola palabra. Una palabra que Langdon conocía bien. Muy bien. Contempló las letras con incredulidad.

    –Illuminati –tartamudeó, con el corazón acelerado. No puede ser...
    Lentamente, temeroso de lo que iba a presenciar, Langdon dio la vuelta al fax. Miró la palabra al revés.
    Al instante, se quedó sin respiración. Era como si le hubiera alcanzado un rayo. Incapaz de dar crédito a sus ojos, volvió a girar el fax y leyó la palabra en ambos sentidos. –Illuminati– susurró.
    Langdon, estupefacto, se dejó caer en una silla. Poco a poco, sus ojos se desviaron hacia la luz roja parpadeante del fax. Quien había enviado el fax estaba todavía conectado, a la espera de hablar. Langdom contempló la luz roja parpadeante durante largo rato.
    Después, tembloroso, descolgó el auricular.
    –¿He captado ahora su atención? –dijo la voz masculina cuando Langdon contestó por fin.
    –Sí, ya lo creo. ¿Quiere hacer el favor de explicarse?
    –Intenté decírselo antes. –La voz era precisa, mecánica–. Soy físico. Dirijo un laboratorio de investigaciones. Se ha cometido un asesinato. Usted ha visto el cadáver.
    –¿Cómo me ha localizado?
    Langdon apenas podía concentrarse. Su mente huía de la imagen del fax.
    –Ya se lo he dicho. Internet. La página web de su libro El arte de los Illuminati.
    Langdon intentó serenarse. Su libro era prácticamente desconocido en los círculos literarios dominantes, pero tenía un buen número de seguidores internautas. No obstante, la afirmación del desconocido era absurda.
    –Esa página carece de información de contacto –explicó Langdon–. Estoy seguro.
    –Tengo gente en el laboratorio muy experta en extraer información de la Red.
    El escepticismo de Langdon no disminuía.
    –Da la impresión de que su laboratorio sabe mucho sobre la Red.
    –Por fuerza –replicó el hombre–. Nosotros la inventamos.
    Algo en la voz del hombre reveló a Langdon que no estaba bromeando.
    –He de verle –insistió el desconocido–. No podemos hablar de este asunto por teléfono. Mi laboratorio está a sólo una hora en avión de Boston.
    Langdon analizó el fax que sostenía en la mano a la tenue luz del estudio. La imagen era impresionante, pues tal vez representaba el hallazgo epigráfico del siglo, una década de sus investigaciones confirmada en un solo símbolo.
    –Es urgente –apremió la voz.

    Los ojos de Langdon estaban clavados en el sello. Illuminati, leyó una y otra vez. Su trabajo siempre se había basado en el equivalente simbólico de los fósiles (documentos antiguos y rumores históricos), pero esta imagen era actual. Tiempo presente. Se sintió como un paleontólogo que se encontraba cara a cara con un dinosaurio vivo.
    –Me he tomado la libertad de enviarle un avión –dijo la voz–. Llegará a Boston dentro de veinte minutos.
    Langdon sintió la garganta seca. A una hora de vuelo...
    –Le ruego que perdone mi atrevimiento –dijo la voz–. Le necesito aquí.
    Langdon contempló otra vez el fax, un antiguo mito confirmado en blanco y negro. Las implicaciones eran aterradoras. Miró por la ventana. La aurora empezaba a insinuarse entre los abedules del patio trasero, pero la vista parecía algo diferente esta mañana. Cuando una extraña combinación de miedo y júbilo se apoderó de él, Langdon comprendió que no tenía elección. [...]

    El aspecto del cadáver era espantoso. El difunto Leonardo Vetra yacía de espaldas, desnudo, y la piel había adquirido un color gris azulado. Los huesos del cuello sobresalían en el punto donde los habían roto, y tenía la cabeza girada por completo hacia atrás. La cara no se veía, aplastada contra el suelo. El hombre estaba tendido sobre un charco congelado de su propia orina, y el vello que rodeaba sus genitales encogidos estaba salpicado de escarcha.
    Sobreponiéndose a la náusea que la vista del cadáver le producía, Langdon se obligó a que sus ojos se posaran sobre el pecho de la víctima. Aunque había examinado la herida simétrica una docena de veces en el fax, ésta era infinitamente más impresionante en vivo. La carne, levantada y quemada, estaba perfectamente delineada y el símbolo formado sin mácula. Langdon se preguntó si el intenso escalofrío que recorría su columna vertebral se debía al aire acondicionado o al asombro que le embargó cuando captó el significado de lo que estaba mirando. Su corazón se aceleró cuando caminó alrededor del cadáver y leyó la palabra al revés, lo cual reafirmaba el genio de la simetría. El símbolo se le antojó aún menos concebible ahora que lo miraba.
    –¿Señor Langdon?
    Langdon no le oyó. Estaba en otro mundo, su mundo, su elemento, un mundo en el que la historia, el mito y la realidad colisionaban e inundaban sus sentidos. Los engranajes giraban.
    –¿Señor Langdon?
    Los ojos de Kohler le sondeaban, expectantes.
    Langdon no levantó la vista. Su atención estaba concentrada por completo.
    –¿Ha averiguado algo ya?
    –Sólo lo que tuve tiempo de leer en su página web –respondió Kohler–. La palabra Illuminati significa “los iluminados”. Es el nombre de una hermandad antigua.
    Langdon asintió.
    –¿Había oído el nombre antes?
    –No, hasta que lo vi grabado en el cuerpo del señor Vetra.
    –¿Lo buscó en Internet?
    –Sí.
    –Y encontró cientos de referencias, sin duda.
    –Miles –dijo Kohler–. Su página web, no obstante, contenía referencias a Harvard, Oxford, un reputado editor y una lista de publicaciones relacionadas. Como científico, he llegado a aprender que la información sólo es tan válida como su origen. Sus credenciales parecían auténticas.
    Los ojos de Langdon seguían clavados en el cadáver. Kohler no dijo nada más. Esperó a que Langdon arrojara alguna luz sobre lo sucedido. Langdon alzó la vista y paseó la mirada por el piso.
    –¿Y si hablamos en un lugar más cálido?
    –Esta habitación es perfecta. –Kohler parecía indiferente al frío–. Hablaremos aquí.
    Langdon frunció el ceño. La historia de los Illuminati no era nada sencilla. Moriré congelado intentando explicarla. Contempló de nuevo la marca, asombrado.

    Aunque las referencias sobre el emblema de los Illuminati eran legendarias en la simbología moderna, ningún erudito lo había visto. Antiguos documentos describían el símbolo como un ambigrama, lo cual quería decir que se podía leer en ambos sentidos. Y si bien los ambigramas eran habituales en la simbología (esvásticas, ying y yang, las estrellas judías, cruces sencillas), la idea de que una palabra pudiera convertirse en un ambigrama parecía imposible. Los expertos en simbología modernos habían intentado durante años imprimir a la palabra “Illuminati” un estilo perfectamente simétrico, pero había fracasado miserablemente. Casi todos los estudiosos habían llegado a la conclusión de que la existencia del símbolo era un mito.
    –¿Quiénes son los Illuminati?– preguntó Kohler.
    Sí, pensó Langdon, ¿quiénes son, en realidad? Empezó su relato.
    –Desde el inicio de la historia –explicó Langdon–, ha existido una profunda brecha entre ciencia y religión. Científicos sin pelos en la lengua como Copérnico...
    –Fueron asesinados –interrumpió Kohler–. Asesinados por la Iglesia por revelar verdades científicas. La religión siempre ha perseguido a la ciencia.
    –Sí, pero en el siglo XVI, un grupo de hombres luchó en Roma contra la Iglesia. Algunos de los italianos más esclarecidos (físicos, matemáticos, astrónomos) empezaron a reunirse en secreto para compartir sus preocupaciones sobre las enseñanzas equivocadas de la Iglesia. Temían que el monopolio de la “verdad” que ejercía la Iglesia amenazara al esclarecimiento cultural del mundo entero. Fundaron el primer gabinete estratégico científico del mundo, y se autoproclamaron “los iluminados”.
    –Los Illuminati.
    –Sí –dijo Langdon–. Las mentes más preclaras de Europa... dedicadas a la búsqueda de la verdad científica. Kohler guardó silencio.
    –Como es natural, los illuminati fueron perseguidos ferozmente por la Iglesia católica. Los científicos sólo consiguieron salvarse gracias a ritos de extremado secretismo. Corrió la voz entre los estudiosos clandestinos, y la hermandad de los Illuminati creció hasta incluir a eruditos de toda Europa. Los científicos se reunían con regularidad en Roma, en una guarida ultrasecreta que llamaban la Iglesia de la Iluminación. Kohler tosió y se removió en su silla.
    –Muchos Illuminati –continuó Langdon– quisieron combatir la tiranía de la Iglesia con actos de violencia, pero su miembro más reverenciado los disuadió. Era pacifista, así como uno de los científicos más famosos de la historia.

    Langdon estaba seguro de que Kholer reconocería el nombre. Hasta los no científicos conocían la historia del desventurado astrónomo que había sido detenido y casi ejecutado por la Iglesia cuando proclamó que el Sol, y no la Tierra, era el centro del sistema solar. Aunque sus datos eran incontrovertibles, el astrónomo fue castigado con severidad por insinuar que Dios había colocado a la humanidad en un lugar que no era el centro de Su universo.
    –Se llamaba Galileo Galilei –dijo.
    Kohler alzó la vista.
    –¿Galileo?
    –Sí, Galileo era un Illuminatus, y también un católico devoto. Intentó suavizar la posición de la Iglesia sobre la ciencia cuando proclamó que la ciencia no socavaba la existencia de Dios, sino que, antes al contrario, la reafirmaba. En una ocasión, escribió que, cuando miraba por su telescopio los planetas, oía la voz de Dios en la música de las esferas. Sostenía que la ciencia y la religión no eran enemigas, sino aliadas: dos idiomas diferentes que contaban la misma historia, una historia de simetría y equilibrio... Cielo e infierno, noche y día, calor y frío, Dios y Satán. Tanto la ciencia como la religión se regocijaban en la simetría de Dios..., la pugna constante entre luz y oscuridad.
    Langdon hizo una pausa, y pateó el suelo para calentar los pies. Kohler se limitó a mirarle.
    –Por desgracia –añadió Langdon–, la unificación de la ciencia y la religión era algo que la Iglesia no deseaba.
    –Claro que no –interrumpió Kohler–. La unificación habría acabado con la pretensión de la Iglesia de que era el único vehículo mediante el cual el hombre podía comprender a Dios. En consecuencia, la Iglesia juzgó por herejía a Galileo, le declaró culpable y le puso bajo arresto domiciliario permanente. Conozco muy bien la historia de la ciencia. Pero esto sucedió hace siglos. ¿Cuál es la relación de este episodio con Vetra?
    La pregunta del millón. Langdon fue al grano.
    –La detención de Galileo trastornó a los Illuminati. Se cometieron equivocaciones, y la Iglesia descubrió la identidad de cuatro miembros, a los que capturaron e interrogaron. Pero los cuatro científicos no revelaron nada... ni siquiera bajo tortura.
    –¿Tortura?
    Langdon asintió.
    –Los marcaron a fuego. En el pecho. Con el símbolo de la cruz. Kohler abrió los ojos desmesuradamente, y dirigió una mirada inquieta al cadáver.
    –Luego, los científicos fueron brutalmente asesinados, y sus cadáveres abandonados en las calles de Roma, como advertencia a los que pensaban unirse a los Illuminati. Debido al acoso de la Iglesia, los restantes Illuminati huyeron de Italia.
    Langdon hizo una pausa. Miró los ojos muertos de Kholer.
    –Los Illuminati pasaron a la clandestinidad, donde empezaron a mezclarse con otros grupos de refugiados que huían de las purgas católicas: místicos, alquimistas, ocultistas, musulmanes, judíos. Surgieron unos nuevos Illuminati. Unos Illuminati más oscuros. Unos Illuminati profundamente anticatólicos. Adquirieron un gran poder, mediante el empleo de misteriosos ritos y un secretismo mortal, y juraron que un día se alzarían de nuevo y se vengarían de la Iglesia católica. Su poder creció hasta el punto de que la Iglesia los consideró la fuerza anticristiana más poderosa de la tierra. El Vaticano tildó a la hermandad de Shaitan.
    –¿Shaitán?
    –Es árabe. Significa “adversario”... El adversario de Dios. La Iglesia escogió una palabra árabe porque lo consideraba un idioma sucio. –Langdon vaciló–. Shaitan es la raíz de la palabra... Satanás.

    _______________________________

    Muy buen libro lo recomiendo.
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    Ninjitsu's here.

  2. #2
    Turboyuyu II Avatar de TurboMaster
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    30 nov, 05
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    Barcelona
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    248

    Re: Angeles y Demonios

    Mucha gente me dijo que esta regroso; de hecho me lo empece a leer y es adictivo




    Visiten mi web, la hemos empezado hace poco y vamos a colgar paranoias en general: Entra Aquí

  3. #3

    Re: Angeles y Demonios

    Yo lo lei en una semana , es demasiado adictivo.. cuando lo termines de leer te recompiendo ke entres aka:

    www.angelesydemonios.net , es un juego del libro.
    Esta muuuy groso ^^.
    Extraño a mi elfita Power (L)

    Ninjitsu's here.

  4. #4

    Re: Angeles y Demonios

    guacala -.-

  5. #5

    Re: Angeles y Demonios

    aun debo leer el de da vinci, aunq no me tiraron las mejores criticas sobre el -.-
    "Imaginate que un dia prohiben el anime o colapsa internet, ahi podemos ver todo el anime que tenemos guardado, hay que sobrevivir, es anime en casa o salir a matar gente, prefiero ver anime en casa, ademas esto es como pokemon, 'hay que tenerlos a todos'..."
    Y unos años despues se hizo la noche... espero que haya algo guardado o va a correr sangre.

  6. #6

    Re: Angeles y Demonios

    Yo tb toco de oido porque despues de escuchar las criticas pesimas que me dieron sobre el libro mis allegados no lo lei.
    Pero si te gusta ese tipo de literatura y queres leer algo muchishimo mas groso te recomiendo dos libros:
    "El Club Dumas" de Arturo Pérez-Reverte.
    "El nombre de la rosa" de Umberto Eco.

  7. #7

    Re: Angeles y Demonios

    yo creo que como escritor el tipo es bueno, el flaco logra que la historia te atrape y no es una lectura pesada... pero bueh, nunca mi opinión coincide mucho con la de los "críticos", ni en cine ni en literatura... aunque creo que en este caso la mayoría de los que critican su obra es porque son católicos y el libro los tocó, les duele el hecho de que Brown tire datos históricos que dejan al descubierto la mierda que es la iglesia como institución.

    Entre el código y ángeles y demodios me quedo con el código toda la vida, me llegaron mucho más los datos históricos y me parece excelente la forma en que trata todo el tema de la reivindicación de la mujer y por qué la iglesia buscó desprestigiarla.

  8. #8

    Re: Angeles y Demonios

    mira, no se la opinion de los catolicos, pero creo q francamente, si fuera catolica,m datos como los que maneja "el codigo da vinci" no me tocarian el culo....
    Ahora, opnindo desde el mero punto de vista de lector compulsivo, te aseguro, que este tipo apesta. No llega ni a novela rosa.

  9. #9

    Re: Angeles y Demonios

    posta, si hablamos de joder a un "lector catolico" El nombre de la Rosa deberia joder muchisimo las pelotas y no es tan asi, es un libro magistralmente escrito... la gente que leyo "El Codigo Da Vinci" no es catolica y me dijo que la historia daba para hacer algo copado pero lamentablemente el tipo este escribe pesimo, es mas, como puede ser que los dos primeros libros que saco la suckearan jodido y no vendieran ni 100 copias cada uno y que despues de que se le diera tanta publicidad a "Codigo" los republicaran y se convirtieran en BestSellers? Mucha publicidad dando vuelta y mucho anti-catolicismo de la gente me parece... igualmente lo voy a leer para poder tener una buena base mas firme sobre la que opniar, cuando termine todo narnia empiezo ese libro y sale critica

    Edit: lee los dos libros que postee mas arriba, son mucho mejores, posta

  10. #10
    Human Cruzader Avatar de theApeiron
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    09 ene, 05
    Ubicación
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    227

    Re: Angeles y Demonios

    SI LES GUSTAN ESTOS Temas, han leido caballo de troya?? ami me gusto mucho, aunek solo el 1. no me dieron ganas de leer los demas.
    ち が い ま す

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