En el mundo desarrollado crece rápidamente el movimiento de consumidores responsables que busca favorecer a los productores de países empobrecidos. Qué ocurre en la Argentina

Pagar un precio justo -y a veces un poco más- por los productos del Tercer Mundo, mejorar las condiciones de vida del productor y su familia, crear ambientes de trabajo sin discriminación racial o sexual y sin explotación infantil, cuidar el medio ambiente y educar a los consumidores sobre el rol clave que tienen en la lucha contra la pobreza.

No se trata de un dogma ideológico ni de la plataforma de un nuevo partido político. Es, en síntesis, la filosofía del comercio justo, un movimiento ciudadano que comenzó en Europa a fines de la década del 60 y hoy mueve en todo el mundo más de US$ 1300 millones, según los últimos datos disponibles. Sólo en Europa, este tipo de productos facturó en 2005 unos US$ 850 millones, más del doble que hace cinco años.

Y el fenómeno ya alcanzó a nuestro país. Como nación en desarrollo que es, la Argentina hizo su primera exportación de este tipo en 2003, cuando se enviaron a Milán artesanías indígenas producidas por la asociación Arte y Esperanza. Desde entonces, varias organizaciones no gubernamentales vienen impulsando su desarrollo. Pero, tras un comienzo prometedor, algunos obstáculos frenaron el crecimiento: la resistencia a asociarse, la complejidad y los costos del esquema de comercio exterior tradicional y -sobre todo- un marco legal y fiscal inadecuado para los emprendedores y las microempresas.

Dos mundos

"En la Argentina hay 2,6 millones de microempresarios, pero sólo 100.000 son monotributistas -es decir, trabajan en blanco-. Un ejemplo: en 1996, en la provincia de Buenos Aires se hizo una ley de compre local para favorecer a la microempresa. Pero de 770 mil microempresarios que hay, sólo 2500 se inscribieron en el registro y ninguno pudo venderle al estado. En el nivel micro, el atropello del marco legal y fiscal es tan grande que es muy difícil blanquear la producción", explicó Juan Padilla, líder del grupo Gestión de Proyectos de Economía Social (GPES), que asiste a organizaciones sociales y productivas con microcréditos.

"Para el registro bromatológico de una mermelada da lo mismo que seas una multinacional o una microempresa, te cobran 300 pesos. Los productores no tienen agua, luz, baño, nada.. no son monotributistas y para exportar en la Aduana me piden la boleta de compra del wichi. No tengo boleta de compra. No hay boleta", se quejó Zulema Alba, presidenta de la asociación civil Tendiendo Puentes, de La Plata, que hizo su primera exportación mediante el modelo de comercio justo en 2003, a Ferrara, Italia.

Por el contrario, en el mundo desarrollado, el comercio justo tiende a profundizarse y empieza a experimentar su influencia. El año último, durante una reunión especial sobre el tema en el Parlamento Europeo, el comisionado de la Unión Europea (UE) para el comercio, Peter Mandelson, se refirió a este fenómeno del consumo responsable en los siguientes términos: "El comercio justo nos enseña que como consumidores no estamos condenados a ser solamente cazadores de ofertas. Nos recuerda que el comercio es sobre personas, su sustento, sus familias y, a veces, su supervivencia". Mandelson es quien encabeza las negociaciones de libre comercio que lleva adelante la UE con otros bloques.

Es que son los ciudadanos europeos los que vienen presionando para imponer el comercio justo -alternativo, equitativo o leal, como también se lo llama- en la agenda política y económica del bloque. Sólo en el Viejo Continente hay actualmente unos 100.000 voluntarios que donan su tiempo a unas 200 organizaciones que operan o promueven el comercio justo. Esas entidades también emplean -es decir, pagan salarios- a otras 1500 personas.

Los productos de comercio justo tienen 50.000 puntos de venta en Europa (de entre ellos, unos 2800 son tiendas exclusivas) y más de 20.000 en Estados Unidos. Según estimaciones de Fairtrade Labelling Organizations International (FLO), una entidad que certifica el origen de este tipo de mercancías, los beneficios alcanzan a más de 5 millones de personas en Africa, Asia y América latina.

En algunos países europeos, su market share (porción de mercado) es sorprendente. En Suiza, por ejemplo, el 47% de las bananas, el 28% de las flores y el 9% del azúcar que se importan es adquirido mediante fair trade (como se conoce al fenómeno internacionalmente). Con un consumo per cápita anual de 15 dólares, los suizos están a la cabeza de Europa en el consumo de estos productos. Lejos, en el segundo lugar se ubican los holandeses, con 2 dólares. En el Reino Unido, un mercado con ocho veces la población suiza, los productos elaborados o cosechados bajo estos principios -o como se conocen allí, ethical shopping - lograron una penetración de mercado del 5% para el té; el 5,5% en bananas, y el 20% para el café ground .

Atentos a estos números, varias grandes empresas se sumaron a la tendencia. Claro, para eso debieron respetar los criterios que definen al comercio justo. Así, Nestlé lanzó recientemente en el Reino Unido una versión especial de su clásico Nescafé, el Partner s Blend, con granos producidos en cinco cooperativas de Etiopía y El Salvador. El packaging incluyó muy visiblemente la leyenda "Este café ayuda a los agricultores, a sus comunidades y al medio ambiente." Para los operadores y promotores del comercio justo, que afirman que lo suyo no es asistencialismo, Nestlé sólo fue la primera gran corporación en sumarse a la ola.

La cadena de valor del comercio justo es sencilla: los productores les venden a las organizaciones importadoras que distribuyen las mercaderías en los puntos de venta. Sin embargo, en los últimos tiempos, la irrupción de entidades certificadoras -con sus correspondientes sellos- empujó fuertemente el crecimiento: desde 2000, las ventas crecieron el 20% cada año.

"El comercio justo apunta a formar un consumidor responsable, que compra informándose acerca de qué hay detrás del producto: si el productor recibe una paga justa por su trabajo, si hubo explotación infantil en su elaboración, si se ha dañado el medio ambiente para obtenerlo, si las mujeres han recibido una paga igual a los hombres por igual tarea, si se ha beneficiado a una comunidad local y si los intermediarios no han retenido la mayor parte de las ganancias, por ejemplo", dijo Noel Ros, presidente de la Fundación Silataj, entidad argentina que exporta artesanía indígena a Italia y Estados Unidos.

La comercialización de commodities -provenientes de América latina y Africa- mediante comercio justo ha sido tan exitosa que las organizaciones importadoras del exterior están pegando el salto a otras categorías de productos, como textiles, juguetes y calzado. Claro, en este punto la certificación es más compleja porque debe asegurar que, en cada paso de la cadena se respeten los criterios establecidos. La nueva generación de fair trade incluye el capítulo de los servicios, con el turismo solidario, que promueve las visitas de habitantes de los países desarrollados a zonas desfavorecidas para conocer de cerca la realidad de los productores empobrecidos.

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Fuente: LA NACION