El joven arquero luchó durante mucho tiempo contra un mal que padecía. Jugó en Boca y en la Selección juvenil argentina. Sus últimos pasos los dio en Talleres de Córdoba
Gustavo Eberto comenzó su carrera en Boca, allá por la temporada 2003, y permaneció dos años, antes de pasar a Talleres de Córdoba, club en el que se desempeñaba hasta el momento.
El futbolista sufrió un cáncer de testículos y, luego de un tratamiento y con la fuerza que le dio su fuerte convicción religiosa, pudo recuperarse y volver a los entrenamientos en Boca.
Eberto nació el 30 de agosto de 1983 en Paso de los Libres, provincia de Corrientes, y debutó en Boca en el torneo Clausura de 2003, cuando el equipo era dirigido por Carlos Bianchi.
En Corrientes pasó muchos de sus años infantiles atajando para el club Banco Provincia, eterno rival de Leoncinhos, de Uruguayana, ciudad brasileña ubicada en el límite con la Argentina.
A los 15 años ingresó a Boca, luego de que lo descubrieran el arquero Víctor Civarelli y el preparador físico Alfredo Altieri, los enviados del club que fueron a Corrientes para detectar talentos. Entre cuatrocientos postulantes, Gustavo Eberto fue el elegido.
Boca le ofreció vivir en la pensión donde se alojaban los juveniles, a metros de La Bombonera, y Eberto aceptó la propuesta.
En Buenos Aires, decidió continuar -y finalizar- los estudios secundarios en el Colegio Joaquín V. González, de Barracas, a metros del complejo de Casa Amarilla.
El arquero de Boca se consagró campeón sudamericano con el seleccionado juvenil sub 20 cuando la Argentina le ganó 1 a 0 -con gol de Fernando Cavenaghi- a Colombia y se adjudicó invicto el torneo jugado en Uruguay en enero de 2003.
En los primeros días de febrero de 2006, Eberto era el arquero de Talleres de Córdoba- cedido a préstamo por Boca- y se había convertido en la figura del equipo que jugaba en la Primera B Nacional.
Antes de enfrentar a Atlético Rafaela, el 20 de febrero, debió ser internado en la clínica Suizo Argentina, de la Ciudad de Buenos Aires, para determinar el origen de unos problemas físicos que lo incomodaban y le causaban dolor.
Luego de los estudios de rigor, al arquero se le detectó un cáncer testicular, enfermedad de la que intentaba recuperarse y por eso había vuelto a entrenar en el predio boquense.
"En un primer momento todo fue conmoción. No tuve bronca, ni con Dios ni con la vida. Simplemente traté de aferrarme a la fe", expresó Eberto al recordar en ese entonces los terribles momentos que vivió cuando conoció el diagnóstico de su enfermedad.