Manipulación mediática o cómo hacer que la gente viva aterrada

[Rimsky]

apaga la tele

[ViktorSalEm]

Todos los medios tienen cosas buenas y malas, hay que aprender a filtrar, no cerrarte en un cubo donde no entre nada y no salga nada.

[Lelouch]

Jack, el destripador, Buenos Aires, 2009
Por Osvaldo Bazán

“Nadie puede creer ahora cuán atemorizados y desequilibrados estuvimos por esos asesinatos. Apenas podés figurarte hasta qué punto el terror debió de apoderarse de esas calles angostas donde los vecinos sabían que el asesino estaba al acecho”, escribió Mary V. Hughes en su libro Una chica de Londres en los 80. Seguramente Mary era lectora del Star, el diario cuyos primeros números salieron a la calle en Londres en agosto de 1888 con un golpe de suerte periodístico: el 31 de agosto de ese año, Mary Ann Nichols, una indigente medio loca, fue encontrada tirada en una calle del barrio Whitechapel, en el East London, con 39 puñaladas. El asesinato no conmovió demasiado. Según cuenta Peter Ackroyd en su fundamental Londres: una biografía: “Las calles principales de Londres estaban por las noches en posesión de mujeres y vagabundos ebrios, así como de bandas organizadas de ladrones”, y recuerda las palabras de Arthur Morrison, que describe a Whitechapel como “célebre cuna de ladrones y tabernas cochambrosas cargadas con el inconfundible y penetrante hedor a humedad y moho”. Pero ocho días después, Annie Chapman, indigente, prostituta, tuberculosa, murió en las mismas circunstancias. Y veintidós días más tarde, los cuerpos despachurrados y abiertos en dos como chorizos mariposa de Catherine Eddows y Elizabeth Stride asustaron de verdad.

Todas las evidencias del “sentido común” apuntaban a un solo asesino: por las características de las víctimas, por el modo brutal de ensañamiento carnicero, porque los hechos ocurrían en el mismo barrio, en sitios públicos o semipúblicos, porque la garganta de la víctima recibía un tajo de izquierda a derecha. Sin embargo, la investigación de Scotland Yard determinó claramente que en las cuatro muertes habían participado al menos dos asesinos. Esos datos no eran interesantes para el Star. Asesinatos había muchos. Monstruos sedientos de sangre, no.

Al Star le convenía el miedo.

Y hubo miedo.

Y el miedo fue el mejor motor de ventas: 230 mil ejemplares de un diario que acababa de salir a la calle. Había un monstruo en el East End, merodeando la noche, ayudado por calles laberínticas, oscuridad sempiterna y un estado general de miseria, desesperación y espíritus libertinos, poco apegados a las normas de convivencia, según lo que el diario se encargaba de remarcar en cada edición.

Antes aun de la última muerte, la más escandalosa, la de Mary Jane Kelly, que recién sería en noviembre de ese año, la policía encontró al sospechoso ideal: Nathan Kaminsky, zapatero remendón, inmigrante judío polaco, sifilítico. No importaba que tuviera 23 años mientras todos los datos apuntaban a alguien de más de 45. La aparición del chacal elevó las ventas del Star y todos los prejuicios de la época. Pese a la campaña periodística que lo condenaba de antemano por joven, pobre, enfermo y judío, la policía no tuvo cómo retenerlo. Era evidente su inocencia.

El Star entonces jugó, literalmente, su carta maestra. Publicó de puño y letra del asesino una carta en la que el monstruo se autobautizaba “Jack, el destripador”. Ahí Jack se reía de la inoperancia de la policía y anunciaba que seguiría sembrando el terror en la ciudad. La novela continuaba. El miedo paralizaba y elevaba la venta de los diarios y el susto hacía que los ciudadanos reclamaran de una vez y para siempre seguridad. Así no se podía seguir. Con esos extranjeros, con esos jóvenes, con esos miserables.

El investigador Andrew Cook acaba de publicar el libro Jack, the Ripper: Case Close, donde queda claro que la policía siempre supo que no se trataba de un solo asesino, pero la existencia del monstruo le servía para adquirir poder, medios y dirimir internas, que la publicación en serie y con detalles de lo que ocurría sirvió para envalentonar a algunos asesinos que sabían que la culpa sería cargada a la cuenta de Jack y que la carta que dio nombre al monstruo, la que sirvió de prueba más clara de la existencia del Destripador fue escrita por Frederick Best… ¡periodista del Star!

Con la manipulación del miedo no se come, ni se educa, ni se cura.

Jack, el destripador, nunca existió.


Fuente: Crítica Digital

Una cosita... me parece o hay algunos users que se distanciaron de sus antiguas opiniones sobre las clases populares?
Chu0, ya no querés rociar napalm sobre las villas?

[ViktorSalEm]

De que se asustan, soy de colombia y tenemos al asesino en serie más grande de la epoca moderna, para los gringos un asesino en serie ha matado 8 personas, tenemos a Garavito... seguramente google les dirá que se le adjudican la muerte de más de 160 niños, a los cuales violaba, mataba y enterraba... (Aunque no es de orgullo saber que lo tenemos aqui) y ese si existio......

Como dije antes, el miedo o la curiosidad manipulan, ahora los gobiernos compraron no se cuantos miles de dosis de un medicamento para la gripa del pueco... a ver cuantas gastan....

[Poo]

Alguien se acuerda del Hanta Virus?

juaz me recordaste mi niñez, el virus ese de las ratas del sur no? creo que por la zona del bolson andaba, tengo la imagen de ver la tele e imaginarme ratas en una camioneta abandonada y para mi eso era el virus.

[ViktorSalEm]

si, eso decia google, que era provocada por roedores

[selen]

jejejeje ahora de asecinos tambien creo que Colombia...
segun los medios colombia es el pais mas peligroso que hay yo vivi en colombia y hasta ahora no me ha pasado nada, creo que como dijo Viktor no hay que creer en todo lo que se diga mas bien tomar las cosas y analizarlas mas del 80 por ciento de lo que dicen los medios es mentiras y mas bien es para hacer mas publicidad y alarde al amarillismo...

(que culpa tienen los colombianos de que la droga que hacen aqui sea tan cotizada por los gringos y europeos, y aun pregunto somos los malos, nosotros la producimos ellos son los que compran y consumen esa porqueria xDDD)

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"no todo en la vida es trabajo ¡quiero un trago!"

[Grimz]

son todos estadistas ahora?

[selen]

algo asi no lo se

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"no todo en la vida es trabajo ¡quiero un trago!"

[Rgr05]

Jack, el destripador, Buenos Aires, 2009
Por Osvaldo Bazán

“Nadie puede creer ahora cuán atemorizados y desequilibrados estuvimos por esos asesinatos. Apenas podés figurarte hasta qué punto el terror debió de apoderarse de esas calles angostas donde los vecinos sabían que el asesino estaba al acecho”, escribió Mary V. Hughes en su libro Una chica de Londres en los 80. Seguramente Mary era lectora del Star, el diario cuyos primeros números salieron a la calle en Londres en agosto de 1888 con un golpe de suerte periodístico: el 31 de agosto de ese año, Mary Ann Nichols, una indigente medio loca, fue encontrada tirada en una calle del barrio Whitechapel, en el East London, con 39 puñaladas. El asesinato no conmovió demasiado. Según cuenta Peter Ackroyd en su fundamental Londres: una biografía: “Las calles principales de Londres estaban por las noches en posesión de mujeres y vagabundos ebrios, así como de bandas organizadas de ladrones”, y recuerda las palabras de Arthur Morrison, que describe a Whitechapel como “célebre cuna de ladrones y tabernas cochambrosas cargadas con el inconfundible y penetrante hedor a humedad y moho”. Pero ocho días después, Annie Chapman, indigente, prostituta, tuberculosa, murió en las mismas circunstancias. Y veintidós días más tarde, los cuerpos despachurrados y abiertos en dos como chorizos mariposa de Catherine Eddows y Elizabeth Stride asustaron de verdad.

Todas las evidencias del “sentido común” apuntaban a un solo asesino: por las características de las víctimas, por el modo brutal de ensañamiento carnicero, porque los hechos ocurrían en el mismo barrio, en sitios públicos o semipúblicos, porque la garganta de la víctima recibía un tajo de izquierda a derecha. Sin embargo, la investigación de Scotland Yard determinó claramente que en las cuatro muertes habían participado al menos dos asesinos. Esos datos no eran interesantes para el Star. Asesinatos había muchos. Monstruos sedientos de sangre, no.

Al Star le convenía el miedo.

Y hubo miedo.

Y el miedo fue el mejor motor de ventas: 230 mil ejemplares de un diario que acababa de salir a la calle. Había un monstruo en el East End, merodeando la noche, ayudado por calles laberínticas, oscuridad sempiterna y un estado general de miseria, desesperación y espíritus libertinos, poco apegados a las normas de convivencia, según lo que el diario se encargaba de remarcar en cada edición.

Antes aun de la última muerte, la más escandalosa, la de Mary Jane Kelly, que recién sería en noviembre de ese año, la policía encontró al sospechoso ideal: Nathan Kaminsky, zapatero remendón, inmigrante judío polaco, sifilítico. No importaba que tuviera 23 años mientras todos los datos apuntaban a alguien de más de 45. La aparición del chacal elevó las ventas del Star y todos los prejuicios de la época. Pese a la campaña periodística que lo condenaba de antemano por joven, pobre, enfermo y judío, la policía no tuvo cómo retenerlo. Era evidente su inocencia.

El Star entonces jugó, literalmente, su carta maestra. Publicó de puño y letra del asesino una carta en la que el monstruo se autobautizaba “Jack, el destripador”. Ahí Jack se reía de la inoperancia de la policía y anunciaba que seguiría sembrando el terror en la ciudad. La novela continuaba. El miedo paralizaba y elevaba la venta de los diarios y el susto hacía que los ciudadanos reclamaran de una vez y para siempre seguridad. Así no se podía seguir. Con esos extranjeros, con esos jóvenes, con esos miserables.

El investigador Andrew Cook acaba de publicar el libro Jack, the Ripper: Case Close, donde queda claro que la policía siempre supo que no se trataba de un solo asesino, pero la existencia del monstruo le servía para adquirir poder, medios y dirimir internas, que la publicación en serie y con detalles de lo que ocurría sirvió para envalentonar a algunos asesinos que sabían que la culpa sería cargada a la cuenta de Jack y que la carta que dio nombre al monstruo, la que sirvió de prueba más clara de la existencia del Destripador fue escrita por Frederick Best… ¡periodista del Star!

Con la manipulación del miedo no se come, ni se educa, ni se cura.

Jack, el destripador, nunca existió.


Fuente: Crítica Digital

Una cosita... *me parece o hay algunos users que se distanciaron de sus antiguas opiniones sobre las clases populares?
Chu0, ya no querés rociar napalm sobre las villas?

Mira vos che, no lo tenía así a Osvaldo Bazán. La verdad estoy sorprendido.
*Y ¿A qué adjudicás ese distanciamiento?

Por último, no suelo coincidir con Etchelyon, tampoco con algunos de sus modos , pero en este post dijo algo más que acertado. Y si bien algunos dirán "Sí todos putos, no les creo nada" después esos mismos son los que, cuando a uno le agarra un estado gripal, te dicen "¡Hay noooo!¡Volvé a tu casa, mirá si nos contagias con la porcina!