Cita Iniciado por Noticia en La Nación
Una insólita decisión judicial les ha exigido a las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que compensen económicamente a los padres cartoneros por la pérdida que les significa enviar a sus hijos a la escuela en lugar de poder explotarlos, como ayudantes gratuitos y de tiempo completo, en la dura tarea de revolver la basura para encontrar desperdicios más o menos aprovechables.

De esta manera, los cartoneros porteños serían beneficiarios de una beca de 205 pesos mensuales otorgada a cada uno de sus hijos menores de 17 años para que puedan estudiar.

El juez del fuero contencioso administrativo local Roberto Gallardo fue quien hizo lugar al recurso de amparo presentado por un grupo de esos cuentapropistas de la recolección de residuos, que alegaron la necesidad de ser compensados por los ingresos que obtienen sus hijos por trabajar en la calle, en caso de que esos niños y adolescentes dejaran de hacerlo para retomar sus estudios. El magistrado dispuso, entonces, la concesión del subsidio e intimó a las autoridades porteñas a que pongan en vigor medidas que permitan prohibir, en forma eficaz y definitiva, esa variante del trabajo infantil.

Los demandantes acudieron a la vía judicial porque, según ellos, por el cartoneo no llegan a obtener 250 pesos mensuales y sólo algunos de ellos gozan de los beneficios del Plan Jefes y Jefas de Hogar; adujeron, asimismo, que el gobierno local tiene paralizados 700 millones de pesos en los bancos.

Casi está de más decir que en pleno siglo XXI el trabajo infantil callejero -máxime para seleccionar basura vendible entre la masa de desperdicios que produce la ciudad- configura una enormidad inadmisible e injustificable. En cualquier sociedad medianamente sensata y organizada, la única ocupación tolerable para quienes transitan las primeras etapas de sus vidas sería formarse de manera integral y divertirse sanamente.

Todas las características de la penosa situación que atraviesa esa porción de nuestra minoridad no alcanzan a despejar las razonables dudas provocadas por esta curiosa determinación. Es cierto que la medida judicial ha sido estructurada sobre la base de fundamentos inobjetables. Pero se inmiscuye en facultades propias de los poderes Ejecutivo y Legislativo; admite que se pretenda dictarle al gobierno de la ciudad cómo debe utilizar los recursos públicos, y ordena conceder becas discriminatorias -¿por qué sólo a los hijos de los cartoneros y no también a otros menores integrantes de familias de bajos ingresos?- cuyo destino habrá de ser, por fuerza, harto incierto.

Ninguna duda cabría acerca de que las autoridades locales han optado por lavarse las manos en materia de la actividad de los cartoneros. Aparentemente, no han reparado en la utilización de menores, al igual que tampoco lo han hecho respecto de cómo son explotados los cirujas urbanos por los mayoristas que, a la vista de todos y en plena calle, les compran por centavos el producto de la tarea de hundir las manos en las bolsas de basura buscando desperdicios más o menos aprovechables.

Esa antigua desidia, a la cual se intentó poner remedio mediante medidas voluntaristas e ineficaces, fue el detonante del recurso de amparo.

Ahora, la beca tendría por objetivo compensar a los padres cartoneros por la pérdida que les implicaría enviar a sus hijos a la escuela en lugar de poder explotarlos en la dura tarea de revolver desperdicios. Para hacerse acreedores a tales becas, los progenitores sólo deberán presentar un certificado que acredite el vínculo y la efectiva escolarización de sus hijos. Se trata de una poco confiable garantía que tornará fácil la comisión de abusos y fraudes.

Es menester hacer cuanto esté al alcance de las autoridades y, asimismo, del ámbito privado para mejorar la precaria y preocupante situación de vastos y desprotegidos sectores de la infancia y la adolescencia de nuestro país. No obstante, la urgencia de esa intervención no debe inducir a tomar determinaciones apresuradas y medidas que, por causa de su escasa transparencia, induzcan a dudar acerca de si habrán de ser útiles para lograr los efectos deseados o, en cambio, si tan sólo servirán para beneficiar a algunos inescrupulosos.
bueno... me enteré por un post de juan en datapark y me pareció interesante compartirlo... no sé si legalmente es correcto o incorrecto... pero moralmente me parece una aberración