Argentina, mucho más que otros países, dependió históricamente del comercio internacional para financiar al Estado. Los impuestos a distintos tipos de importaciones (aranceles, etc.) existieron desde siempre y nunca bajaron mucho. Por otro lado, los impuestos a exportaciones, como las retenciones, son medidas transitorias que se adoptaron por lo general durante emergencias económicas para ser derogadas un par de años (o décadas) después. Puede haber varios motivos, desde el interés público en incentivar algunos de los sectores más productivos de Argentina (es más común que un país le de beneficios fiscales a la producción de bienes exportables en lugar de tasarla) al fuerte interés privado de que no le toquen la papota.

La última tanda de retenciones empezó en el 2002 con el gobierno de Duhalde: los productos con más valor agregado eran los más tasados (el aceite de soja estaba tasado al veinte y pico, mientras que la semilla pagaba 35%). La resolución 125 establecía que la retención dependiera del precio de distintos granos, según una tabla que está en esa página de Wikipedia. Era realmente una medida bastante pelotuda, porque el precio del producto final no te cuenta toda la historia sobre los márgenes de ganancias del productor, o cuán grande va a ser el efecto de la retención sobre el volumen producido. Por ejemplo, algunos fertilizantes habían subido casi tanto como la soja la década pasada, al punto que algunos cultivos te daban pérdida aunque no hubiera retenciones.

Hoy en día, las retenciones con la 125 serían más bajas de lo que están ahora, porque el precio de la soja se desplomó. Por lo que pregunté entre economistas, el consenso es que los precios de los commodities no permanecen altos por mucho tiempo. Subieron a comienzos del siglo XX, después de la segunda guerra mundial y en la década pasada, pero nunca tardaron mucho en bajar (o dejar de subir a la par de otras cosas). Para mí, las retenciones altas (pero no móviles) son una buena idea, porque un impuesto del 35% en casi cualquier otra actividad causaría una distorsión brutal (ver: IVA, impuesto a las Ganancias y empleo en negro) y porque, aunque hubiera distorsión, sirve para contrarrestar algunas tendencias que impone un mercado pero que no las pagan los participantes de ese mercado, como el monocultivo de soja y la desertificación en algunas regiones.