CAMION KAMIKAZE ARRAZA CON HOTEL EN PAKISTAN ( al menos 60 muertos)

Pakistán: un sangriento atentado en el Marriott deja 60 muertos

Un camión cargado con 1.000 kilos de explosivos y un atacante suicida al volante penetró en la noche del sábado en el Hotel Marriott de Islamabad y lo voló. Al menos 60 muertos y 200 heridos se han contabilizado hasta ahora, en medio de un incendio dantesco, que transformó al moderno edificio de 290 habitaciones de la cadena norteamericana en un infierno. El camión se volatilizó. Hasta ahora nadie se responsabilizó del ataque, aunque un canal indio lo atribuyó "a los talibán paquistaníes" más precisamente al grupo fundamentalista "Tahreek e Taliban".

Los bomberos y los servicios de emergencia trataban de llegar al quinto y sexto piso del hotel, donde se encuentran las suites más lujosas con vista a las montañas de Margalla, donde habría pasajeros atrapados en el incendio y el humo, según la televisión paquistaní. La cifra de muertos podría aumentar dramáticamente porque había más de 300 personas comiendo en los tres restaurantes del hotel y alrededor de la piscina porque acababan de romper el ayuno de Ramadán -durante el noveno mes del calendario musulmán se realiza un ayuno diario desde el alba hasta que se pone el sol- cuando la bomba explotó a las 7 y 25 de la noche. Todo el hotel está quemado y en algunas partes los bomberos no pueden entrar porque temen que colapse. Al menos veinte cuerpos se veían en la zona de seguridad, después de la explosión.

"Este es el 11-S paquistaní" dijo el senador del Partido del Pueblo para hablar del peor y más espectacular atentado en la capital del país. El acto terrorista se produjo el mismo día en que el nuevo presidente Azif Ali Zardari habló por primera vez ante el Parlamento y prometió "combatir las raíces del terrorismo". Sus promesas se produjeron en medio de una campaña militar norteamericana para perseguir a los talibán, con drones y ataques de helicópteros, en la zona tribal al norte del territorio paquistaní. Una situación que ha generado una enorme tensión entre Pakistán -un país que posee 50 bombas atómicas-, EE.UU. y sus fuerzas militares y de ellos con las aliados europeos de la OTAN, que se oponen a esos ataques que violan la soberanía paquistaní.

En un ejercicio de equilibrio, Zardari prometió que no permitirá que ni los terroristas ni los poderes extranjeros violen el territorio paquistaní.

El presidente comía con los parlamentarios a medio kilómetro de la explosión -después de su discurso parlamentario- cuando el atentado se produjo en la zona más custodiada de la capital paquistaní, en máxima alerta. Todos los participantes de la cena saltaron de sus sillas al escuchar la detonación.

Algunos expertos en seguridad creen que el objetivo de los terroristas podría haber sido el Parlamento o la Casa Presidencial. Pero la seguridad era tal y los check points tenían tantos controles que no pudieron llegar.

Rehman Malik, el ministro del Interior, admitió ante los periodistas y frente a los restos del Marriott que habían recibido "un alerta dos días atrás y toda la ciudad estaba bajo un operativo de seguridad".

Según las descripciones de los diferentes testigos, primero se escucharon disparos en la barrera de seguridad que separa al hotel de la calle, y que había sido puesta preventivamente porque el Marriott ya fue atacado otra vez por un terrorista suicida. Al mismo tiempo, un gran camión dobló, y se paró delante la barrera, al lado del porche del hotel, donde estaban dos emplumados porteros con uniforme tradicional paquistaní y que funciona como una "zona de seguridad" entre la calle y la recepción, antes del arco magnético del control antibombas.

El dueño del hotel explicó que el camión estaba siendo inspeccionado por los guardias de seguridad y los perros entrenados para detectar explosivos cuando estalló.

Un cráter de seis metros de profundidad en la zona de seguridad del hotel es el testimonio de la enorme explosión. Los autos quedaron achicharrados aún los que estaban estacionados en la calle. La Policía temía estallidos por el gas y por eso intentaba desalojar a los curiosos y a los periodistas que querían entrar al edificio, acordonado por cintas amarillas.

El estallido fue monstruoso: se escuchó en muchas partes de la ciudad y a 15 kilómetros de ella, en las montañas. El empresario Sher Mazari vive en la zona F6/2 de Islamabad y su casa tembló por la onda expansiva. "Creí que era un terremoto inicialmente. Temblaba todo. La explosión se escuchó en toda la ciudad. Mi casa fue dañada cuando volaron la embajada danesa que queda muy cerca pero la sensación, esta vez, fue mucho peor. Las imágenes que estoy viendo son dantescas y aparentemente, el techo va a caerse" contó por teléfono a Clarín. Su testimonio coincide con el que da Mehreen Khalid, quien vive en la vecindad del Marriott. "Yo, como la mayoría de la población, estaba observando el fin durante el Ramadán. Lo que pasó después fue una de las más extrañas experiencias que yo he tenido: las habitaciones, las paredes, el piso comenzaron a temblar. La sensación fue una extraña reminiscencia del devastador terremoto que sufrimos en octubre del 2005. Después siguió una poderosa explosión. Esto es una tragedia. Yo espero que Pakistán pueda frenar esta tormenta interna y sus ciudadanos disfruten de cierta paz y seguridad", dijo en la cadena BBC.

Mohamed Sultan, un empleado del hotel, sobrevivió a la explosión a pesar de que en el momento del atentado estaba en la marmolada recepción, que terminó devastada. "Sentí que algo explotaba y me empujaba contra el piso. Y no entendí qué era, era como si estuviera viviendo el fin del mundo", recordó desesperado ante la agencia de noticias AP.

El Marriott era la institución social por excelencia en la capital paquistaní. Un obligado refugio de expatriados, de la élite paquistaní y de los políticos locales, en la moderna capital que posee cierto aire de Brasilia. Los extranjeros se alojaban allí y varias veces por día, los paquistaníes más importantes pasaban a tomar té, comer o encontrarse con sus amigos o concurrir al club con gimnasio.

El restaurante libanés del hotel era, sin dudas, el mejor de Islamabad y su chef, un cristiano maronita de Beirut, siempre lo describió como "una futura bomba" por su cercanía a la vereda y a la fuerza que la insurrección talibán estaba tomando. Nadie sabe aún si el célebre cocinero aún vive o murió en la explosión porque -tal como lo había advertido- el lugar quedó en la línea de fuego.

Algunos sobrevivientes que lograron salir apenas heridos aseguraron a la prensa que el techo del restaurante de la planta baja se vino abajo, cuando más de 300 personas compartían la comida del fin del Ramadán. Pero las altas temperaturas de las llamas impedían ayer a los bomberos y a los servicios de emergencia llegar a los peores lugares donde todavía podía haber más víctimas.