Cita:
Caer.
Moverse desde arriba hacia abajo por acción de nuestro propio peso.
Estrellarse contra el piso, caer en desgracia, en desesperación, caer en el pecado, caer en falta. A nadie le gusta caer.
Abajo, la dirección más subestimada, preferible ir hacia arriba o hacia los lados, pero nunca hacia abajo. ¿Acaso es que conocemos tan bien todo lo que hay hacia arriba que no nos preocupa subir, pero sí bajar? ¿Qué hay en las profundidades que nos atemoriza tanto?
Caer hasta tocar fondo. Tocar fondo y volver hacia arriba… pero ¿y si no hay fondo?
*
Caer es tan fácil.
Solo hace falta cometer un error y pisar donde no se debe para terminar con la cara contra el piso. Una baldosa floja, un charco de agua, un bache en el asfalto. Un par de milímetros de más a la derecha o a la izquierda y el equilibrista se precipita de la cuerda floja hacia una muerte segura. Un mal cálculo del ingeniero civil y todo un puente colapsa y cae llevándose consigo las vidas de cientos de automovilistas, ciclistas y peatones que cruzaban distraídamente.
Pero no tiene por qué ser necesariamente así. Caer puede ser la cosa más maravillosa y sencilla del mundo. Relajar todos los músculos del cuerpo, sentir como las articulaciones se vencen una a una y desplomarse como un objeto inanimado. Vencer nuestros miedos, nuestros prejuicios y nuestra razón y dejar que la gravedad haga lo suyo.
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Miedo a caer.
En alguna época sufrí de vértigo. Hay pocas cosas más frustrantes que los miedos, y más aún cuando se trata de estúpidas fobias infundadas que se heredan o se generan a partir de algún trauma bloqueado en lo más profundo de nuestro subconsciente.
Mi gran miedo eran las alturas. Con estar a más de un metro despegado del suelo se me retorcía el estómago, mi frente se cubría de sudor frío, mi equilibrio era peor que si hubiese tomado una damajuana de vino, y el terror me paralizaba al punto de no poder siquiera hacer el esfuerzo de bajar esos tres escalones para volver a la seguridad de la planicie pampeana; jamás podría haber vivido en otro lado que en la llanura.
Cuando se tiene miedo a las alturas la boludez más insignificante se convierte en una hazaña. Cambiar una lamparita, bajar una lata del estante de arriba, espantar una araña del cielo raso, sostener la antena del televisor para ver el partido, son problemas irresolubles sin abrir las páginas amarillas y llamar al superhéroe de turno. La vida cotidiana está llena de diminutos desafíos para el cobarde, el inválido y el precavido; pero hasta los miedos más arraigados pueden vencerse.
*
Caer por siempre.
Trago saliva, limpio el sudor de mis párpados e intento ocultar el terror que me invade. Me engaño a mí mismo en que la decisión todavía es mía, pero mi cuerpo ya no responde a mis órdenes. Cinco, cuatro, tres, dos uno, los pasos van en cuenta regresiva hasta el borde. Asomo tímidamente mi cabeza, a mis pies se abre el fin del mundo; Colón estaba equivocado, la tierra es plana, y la sostienen cuatro colosales elefantes. Pero no hay tiempo para debatir conmigo mismo, es algo que tengo que hacer, sin importar que tan fuerte griten todos mis sentidos que pegue la vuelta y regrese. Un pequeño paso para el hombre, un gigantesco salto para la humanidad… que lejos de la humanidad me siento en este momento. Allá vamos…
Caigo.
El infinito se extiende a mi alrededor, una sensación como ninguna otra, no hay nada de donde agarrarse, nada que limite nuestra libertad, ni techo, ni paredes, ni puertas, ni ventanas, solo aire y emoción. Los segundos se hacen horas, días, meses, años; no sé si en total dura cinco minutos o cinco generaciones, en realidad no importa.
Caigo eternamente, sin restricciones, sin preocupaciones. Vuelo sin alas, sin hélices, sin turbinas.
A lo lejos La Tierra se mezcla y toma forma. Distingo ríos, campos y ciudades. Qué insignificante parece todo desde aquí arriba! Pero crecen rápidamente en tamaño y se hacen cada vez más tangibles. De repente recuerdo que estoy cayendo, pronto mis pies tocarán tierra firme y volveré a la realidad pedestre y horizontal.
Pero ¿Es absolutamente necesario aterrizar? ¿Quién dijo que todo lo que sube tiene que bajar?
En este momento tomo la solemne decisión de no aterrizar; jamás he de posar un pié en superficie terrestre de nuevo. Y que Sir Isaac Newton y todos sus colegas protesten todo lo que quieran, no pienso escuchar sus palabrerías sobre leyes de la física, atracción de las masas, centros de gravedad, ni un carajo! Me rehúso a bajar por nada ni nadie.
Y si alguna vez me es absoluta y totalmente necesario volver a la tierra, por alguna cuestión de fuerza mayor, volveré y haré los trámites que haga falta, pero siempre flotando a por lo menos 20 centímetros del suelo.
Aqui hay mas informacion del tema e incluso algunas fotos:
