Una decisión atada al operativo clamor que nunca llegó


¿Por qué Mauricio Macri calló hasta ayer? ¿Por qué no dijo en su momento que no sería candidato presidencial en octubre o, en cambio, que estaba evaluando esa posibilidad? Algunos dicen que se trató de una especulación política en su dura y tensa negociación política con el gobierno de Néstor Kirchner por el futuro manejo de la Capital. Verdad a medias. Otros aseguran que dejó correr la versión porque, simplemente, aguardaba la reacción de una clara mayoría social en favor de su postulación, el famoso "operativo clamor" de la jerga macrista. Y éste, en verdad, no sucedió.

En rigor, Macri dijo siempre que si lo hubieran puesto a elegir dentro de un paisaje tranquilo para la Capital no habría dudado nunca en rechazar cualquier oferta presidencial inmediata. Su problema fue -y es- que no confía en Kirchner y que está convencido de que su carrera podría naufragar en el distrito porteño, y en el nacional, si no lograra las condiciones necesarias para gobernar la Capital.

El problema de la relación entre la Capital y el Gobierno abarca muchos aspectos, pero su preocupación central se encierra en el traspaso de la Policía Federal. Funcionarios importantes del gobierno de Kirchner aseguraron que éste está dispuesto a entregar cuanto antes a la Capital la facultad de tener una policía propia, negada ahora por lo que se llama la "ley Cafiero".

Pero el gobierno de Kirchner no está dispuesto a pasarle a la Capital los recursos con que se financia la Policía Federal, unos 900 millones de pesos anuales. El argumento fundamental del Gobierno es que si hiciera tal cesión de recursos a la Capital, debería enfrentar en el acto una sublevación del resto de las provincias argentinas, que pedirían compartir esa masa de recursos.

La rebelión provincial es probable. Cada vez que un proyecto incluye la posibilidad del traspaso de fondos a la provincia de Buenos Aires o a la Capital el motín del interior es inexorable e irremediable. Esta vez, la propia provincia de Buenos Aires se hubiera sumado en el acto a la insurrección. Y Kirchner no está dispuesto a distanciarse de sus fieles gobernadores del interior sólo para conformar a Macri.

Pero Macri está convencido de que sin policía su gestión como gobernante capitalino no tendrá brillo ni podrá cumplir con las promesas que hizo. Suele asegurar que si careciera de una fuerza de seguridad le sería imposible disciplinar el espacio público, alborotado éste ya sea por la delincuencia común, por los piqueteros, por los cartoneros o por la proliferación de asentamientos ilegales o villas miseria.

"Ni siquiera podré enfrentar a los vendedores ambulantes", acostumbra repetir. Sus negociadores con el gobierno federal son los diputados Federico Pinedo y Paula Bertol. Ambos le llevaron en las últimas horas la oferta final del Gobierno: empezar por destrabar los impedimentos legales que impiden a la Capital tener una policía propia y luego negociar otras cuestiones, entre ellas la del presupuesto.

La opinión de Macri y de sus seguidores no es optimista sobre este último punto; el gobierno central hace demasiado hincapié en la imposibilidad política de cederle recursos. Cuando Macri meditaba la candidatura presidencial, no estaba pensando sólo en escalar la política con trancos largos.

Pensaba, en todo caso, que su situación sería mucho más débil después de octubre, porque prevé un triunfo del oficialismo en el territorio nacional y no está muy seguro de hacer él mismo una buena elección en la Capital en las elecciones de diputados y senadores nacionales.

No estará su nombre en esas listas. Supone que la estrategia de Kirchner es ir llevándolo hasta después de octubre para confrontar la elección capitalina de Macri con su propia elección nacional. La vacilante candidatura presidencial de Macri, que jamás existió, era su estrategia para, llegado el caso, confrontar con Kirchner cifras nacionales, aun cuando perdiera en las elecciones de octubre.

Siempre creyó que una eventual derrota suya no sería indigna, porque su candidatura cosecharía -decía- altos porcentajes de votos nacionales. La Capital seguía siendo el centro de esa negociación implícita y nunca sincerada. En las horas más recientes, Macri llegó a la conclusión de que a Kirchner no le interesa mucho si él será candidato ni qué porcentaje sacaría en una eventual elección presidencial.

La posición del Gobierno es inmodificable: le concederá a la Capital la facultad de tener una policía propia y le negará el traspaso de los fondos necesarios para financiarlos. Un interlocutor de Macri se vio con un importante funcionario kirchnerista y le deslizó que el gobierno nacional estaba obligando al líder capitalino a saltar a las elecciones presidenciales.

"Que haga lo que quiera", fue la lacónica y seca respuesta del kirchnerismo. Macri decidió entonces abandonar la presión por el sendero electoral y comenzar otra: la movilización de la opinión pública de la Capital para forzar a Kirchner a que decida el traspaso de la policía y de su presupuesto.

"Estoy dispuesto a llenar la Plaza de Mayo si me obligan a eso", se lo oyó decir anoche. El presupuesto de la policía es crucial para su gestión de gobernante, porque debería aumentar los impuestos o reducir muchas obras si no lo consiguiera de parte del gobierno nacional.

En la decisión de ayer también influyeron las encuestas.

El "operativo clamor" en el país no existió y, más bien, una clara mayoría social de la Capital le reclamó que cumpliera con su compromiso de junio.

"La gente no está feliz, pero no cree que este gobierno sea el peor que pueda tener. ¿Para qué insistir, entonces?", aseguran haberlo escuchado poco antes de ordenar la difusión de un documento que lo sacó definitivamente de la próxima carrera presidencial.

El final de esa historia se demoró, pero era previsible. La candidatura presidencial, antes de asumir la jefatura de la Capital que acaba de ganar, hubiera significado directamente un salto al vacío.

Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION