El experimento de Miller/Urey
En el año 1953, un científico de la Universidad de Chicago, llamado Stanley Miller, junto a un científico ganador del Premio Novel, Harold Urey, simularon lo que en su concepto sería el ambiente/atmósfera ideal para la creación de la vida hace miles de millones de años. Esta atmósfera contenía hidrógeno (H), metano (H+C), amoniaco (H+N), y vapor de agua (H+O), pero no contenía oxígeno libre en lo absoluto. Estos científicos procedieron a enviar una chispa eléctrica (tratando de simular el rayo que ellos asumen que fue necesario que existiera para causar la unión de los elementos que crearon la primer vida) y a través de la mezcla de los elementos y la descarga eléctrica, estos científicos produjeron algunos aminoácidos simples, que son los bloques, o los ladrillos esenciales para la vida, así como otros componentes orgánicos. Esta producción los motivó a declarar que "hemos creado vida en el laboratorio y por lo tanto, hemos recreado la forma en la que sucedió la vida en la tierra". Estos resultados fueron inmediatamente usados como un triunfo de la evolución sobre la creación.
Hoy, medio siglo más tarde, este "éxito" aparece en todos los libros de texto de biología como un hecho comprobado. Supuestamente, este experimento demostró que no se necesitaba un "dios" para crear la vida. En otras palabras, conforme dice un doctor católico, "el mito de la creación de Génesis, quedó revelado".
Hoy, se ha comprobado que la atmósfera de la tierra siempre tuvo oxígeno libre -¡Siempre!. Pruebas hechas a rocas que se supone antedatan la creación de la vida (según el evolucionismo), muestran que la atmósfera de hace miles de millones de años (repito, esto es según la cosmovisión evolucionista), era rica, sumamente rica en oxígeno libre.
Aún más, el vapor de agua que se añadió al experimento de laboratorio contenía... ¡ejem!... óxigeno. Pues el vapor de agua (H+O), fácil e inmediatamente se descompone en sus elementos componentes, a saber, hidrógeno y... ¡oxígeno! (Recuerden que el oxígeno destruye (oxida) inmediatamente los demás componentes presentes en el tubo de laboratorio).
Pero la cosa no se detiene ahí. La mezcla de aminoácidos que produjo el experimento solamente contenía unos pocos de los muchos aminoácidos necesarios para formar las formas de vida más sencillas. Pero lo peor es que todos los aminoácidos producidos por el experimento eran izquierdos y derechos. ¡Y la vida solamente usa izquierdos!
Además, debido a que la chispa que formó los aminoácidos sin lugar a dudas hubiera destruido los aminoácidos, productos tuvieron que ser retirados de la atmósfera creada en el tubo, por lo tanto, se usó un elemento inteligente, no natural que en el ateísmo científico no debería estar presente (¿Acaso les hizo falta la mano de Dios?).
El experimento fue investido de las condiciones equivocadas. Se emplearon los elementos equivocados. Se empleó el método equivocado y finalmente el experimento dio un resultado que habría destruido la vida misma. ¡Sin mencionar estos cuatro pequeños problemas, el experimento fue un éxito!