Holas. Encontre este apunte muy bueno que, al menos a mi, me sirvio para comprender mejor el problema del campo entre otras cosas. Es mas corto de lo uqe parece, tiene un par de graficos y el ultimo tercio son mas bien opiniones de economistas. Espero les sirva. Saludos.
Fuente



ABC del Conflicto Agrario

¿Sobre qué se basa la política económica del Gobierno?

Sobre mantener un tipo de cambio alto (1 dólar – 3 pesos)

¿Por qué se basa en tener un cambio de tipo alto?

Porque después de la convertibilidad, el problema central de la Argentina era la enorme masa de desocupados; la irrisoria competitividad de la industria y el agro, producto de 3o años de nula inversión; y el crecimiento magro de la economía (1% promedio desde el 76´).

Con la política de dólar alto, se volvía a poner a todos los sectores del país nuevamente en funcionamiento debido a la caída de los costos locales que permitían nuevamente ingresar al mercado mundial y reactivar así el país.

¿Cómo consigue mantener el tipo de cambio alto?

Lo consigue interviniendo el mercado. Son las operaciones donde escuchamos que el Banco Central compro tanto o vendió tantos dólares. De esta manera por ley de oferta y demanda sube o baja el valor de la divisa norteamericana.

¿Qué pasaría si no interviniera el valor de la divisa norteamericana?

Como nuestra moneda actualmente está sobre devaluada (vale mucho menos de lo que debería valer), si el Central no interviniese, debido al constante ingreso de dólares producto de las exportaciones en la economía, este caería su precio y perjudicaría al sostén de la política económica, ósea el tipo de cambio alto.

¿Quiénes se benefician de la política económica vigente?

Los beneficiados son:

a) La industria exportadora pues tiene costos locales y ventas en dólares
b) La industria local pues el tipo de cambio le genera una protección ante la importación de productos extranjeros.
c) El agro pues cuenta con precios internacionales y costos locales.

Y a todo esto ¿Cómo hace el gobierno para intervenir en el mercado?

El Gobierno interviene en el mercado vía la compra y venta de dólares. Si compra sube su valor, si vende, este cae. Simple ley de oferta y demanda.

¿De dónde consigue los fondos?

Lo consigue de dos lados:

Por deuda o por superávit fiscal

¿Cómo consigue entonces el superávit fiscal?

Reduciendo los costos del Gobierno y maximizando los ingresos.

Resumiendo: La política económica se basa entonces en mantener un superávit fiscal alto y así contar con efectivo para intervenir en el mercado cambiario y mantener de esta manera un tipo de cambio alto.

-Obviamente es muchísimo más complicado que esto, pero es para facilitar a grosero modo la interpretación del conflicto-

Y a todo esto ¿Qué vendrían a ser las retenciones?

Las retenciones son “un impuesto para atenuar el traslado a los precios del mercado interno de una fuerte suba en la plaza internacional" (Daniel Sticco). En otras palabras, supongamos que tu posibilidad de acceder a un kilo de carne dependa de la elección de un frigorífico de elegir si la vende en el mercado local a $12 pesos o si la vende en Europa a $10 euros. Si le aplicamos el impuesto atenúa esta diferencia de precios a favor del mercado local.

No pusimos el ejemplo con la soja porque esta se exporta casi en su totalidad.

¿Y cómo actúa las retenciones con la actual política económica entonces?

Actúa de varias maneras:
a) Disminuye el precio de los alimentos.
b) Anti inflacionario. Evita que los precios internacionales se trasladen a los precios locales.
c) Desincentiva la siembra de soja, alentando a la diversificación de cultivos.
d) Apropia parte de la renta agraria lo cual genera el problema siendo esta es una medida netamente redistributiva.

Un momento, ¿las retenciones son medidas redistributivas?

Exacto, porque quitan las ganancias extraordinarias de la renta agrícola que hoy esta en manos de las viejas oligarquías y de los pools agrícolas.

Pero escuche mencionar que eso sería como que el gobierno saque parte de las ganancias de los poseedores de las tierras

Las retenciones no gravan ganancias, sino rentas agrarias. Y como son precisamente los latifundistas quienes tienen la tierra, sería realiar una redistribución de los que más tienen hacia el resto de la población.

Además, estos señores que critican las retenciones se olvidan de mencionar que el tipo de cambio alto es un sacrificio que hace el total de la población beneficiando sus valores relativos.

Sin mencionar que para que estos enormes grupos exporten, se necesita contar con una enorme infraestructura en caminos, puertos, tendidos electricos que requieren la inversión Estatal sin la cual estos grupos nunca podrían sacar sus productos de la argentina.

Entonces si no son ellos los perjudicados, ¿quiénes son?

Los afectados son los grandes latifundistas del país

¿Qué es el latifundio?

Son grupos que controlan enormes extensiones de tierra en nuestro país

¿Me estás diciendo entonces que la tierra está en pocas manos?

En pocas manos sería poco, a continuación podrás apreciar un grafico que muestra la distribución entre como se reparte la tierra





Igualmente sigue existiendo un 6% de pequeños productores que se verían afectados por las retenciones, y antes me dijiste que solo afecta a los grandes grupos ¿Cómo sería?

La producción de la soja necesita un mínimo de 3oo hectáreas para ser rentables. Si posees entre 5o y 3oo Has. lo que conviene es arrendarla para que un pool se encargue de plantarla.
Igualmente muchos “medianos” productores que salen a la tele que cuentan con “solo” 4oo Has. están sacando rentas entre $500.000 y $700.000.

Pero tampoco hace falta hacer tantos números, recordemos que el promedio de los pequeños 137.021 productores era de 16,7 Has c/u, por lo que no podrían plantar soja pues matemáticamente no les sería rentable.

¿Y a quienes entonces les cierra el negocio y les afectan las retenciones?

Pues ingresan a ese grupo los que poseen enormes extensiones de tierra y que controlan el 93% de la tierra restante.

Para tener una idea, si un pequeño cuenta con 16,7 Has de promedio, ¿con cuanto cuentan los grandes?

Los 1o más grandes serían estos



Por lo visto, las retenciones no afectan a los pequeños como me decían los medios, entonces ¿Quiénes son los que salen por la tele?

Debes considerar que hoy en día los medios desinforman más que informar. En la tele los pobres serían los peones mandados por sus patrones, las clases medias altas con tierras para arrendar, y la clase media desinformada en su totalidad que reclama por el quite a retenciones que ni siquiera les afecta, sino que por el contrario contribuyen a que no se disparen los alimentos.

Pero vi a la Sociedad Rural, a la FAA, en fin, a todos los grupos que defienden el campo gritar que estas medidas matan a los productores ¿es cierto?

Todas estas sociedades que dicen velar por el campo, no especifican que velan por el campo de los grandes terratenientes y de los capitales extranjeros. Durante años han permitido que gracias a las medidas entreguistas pasemos de contar con 6oo.ooo productores por los años 5o´ a menos de 3oo.ooo ahora. En otras palabras, permitieron los latifundios en contra de los pequeños productores.

¿Pero cómo puedo conocer entonces que es lo que opinan los pequeños productores?

Hay varios grupos que apoyan a los pequeños campesinos, entre ellos el MOCASE, el cual ha escrito una carta desde donde puedes encontrar en forma clara y concisa cuales son las demandas de los VERDADEROS PEQUEÑOS CAMPESINOS.

Pero ¿Trae algo bueno la soja? Genera trabajo por lo menos

Me temo que no, en los últimos años a lo largo de todo el país se han producido grandes migraciones del campo a la ciudad producto del desempleo que genera la sojización.

Para darte una idea, son monocultivos que prácticamente no necesitan mano de obra. Con contar con 2 o 4 peones alcanza y sobra para atender 5oo hectarias de soja.

De hecho, 4 de cada 5 nuevos desempleados del campo provienen de zonas donde invadió la soja.

Pero algo bueno tiene que tener el monocultivo ¿Cómo afecta el medio ambiente?

Dependiendo de las zonas el suelo no podrá aguantar más de 5 u 8 siembras. Los químicos que se tiran al sueño contamina enormes extensiones de tierra, llegándose a ver aumentos en la cantidad de personas con cáncer en zonas aledañas a dichos cultivos.

Pero igualmente, si se aplican las retenciones ¿afecta al país?

Las retenciones por lo antes visto de la cantidad de hectáreas para conseguir rentabilidad y la distribución de la tierra, solo afectan a las viejas oligarquías y a los enormes pools de siembra.

En realidad estas benefician al conjunto de la población por lo antes explicado (ver retenciones)

Pero ¿existen experiencias de países que hayan desarrolladose industrialmente con latifundios o con reformas agrarias?

Las experiencias empíricas demuestran que ningún país con un monocultivo y enormes latifundios ha podido desarrollarse industrial y dignamente en el mundo.

Mientras se mantengan estas abismales concentraciones de la tierra, donde un escaso nº de oli-garcas se quedan con toda la renta será imposible contar con recursos para realizar un verdadero proyecto de Nación

Para citar unos ejemplos con países que realizaron fuertes distribuciones de tierra están EEUU, Japón y Corea del Sur. Estas reformas les permitieron contar con miles de pequeños productores impulsores de consumos internos que permitieron el ahorro y el desarrollo de la industria.

Para citar unos ejemplos de países que no realizaron estas medidas solo resta ver a todo latinoamerica, o si se quiere, a Portugal y España que pese a contar con todo el oro robado de nuestras tierras, debido a su distribución feudal de la tierra siempre se vieron relegadas de la industrialización que se venía llevando en el viejo continente. (Recomiendo leer “Las Venas Abiertas de America Latina” de Eduardo Galeano)

En definitiva, ¿que es lo que me estás planteando?

En definitiva, las retenciones son una medida redistribucioncita que NO GRAVAN GANANCIAS, sino RENTAS AGRARIAS, y tienen como objetivo directo mantener la política económica actual del tipo de cambio, bajando a la vez los precios de los alimentos, recaudando fondos para redistribuirlos hacia otros sectores y afectando solo a los que más tienen, ósea a las viejas oligarquías, que de más está decirlo, han sido los financistas de todas las anteriores dictaduras estando siempre detrás de todas las desestabilizaciones de la Nación.

En definitiva, espero que con esto quede un poco más en claro que es lo que verdaderamente pasa en el campo, y se comprenda de una buena vez que las retenciones son excelentes medidas redistributivas que afectan solo a los grandes productores.




TRATANDO DE ENTENDER


(La cuestión agraria en la Argentina de hoy)

Este documento está preparado con la vocación de entender y ayudar a entender el agudo conflicto agrario que se está desarrollando en el país, ante la acumulación de confusiones que ponen lo secundario delante de lo principal, en un tema crucial para todos los argentinos. Empecemos por el principio.


La rentabilidad del productor de granos
Tomando los datos de las fuentes citadas al final del documento para el período 2007/2008, se llega a los siguientes valores por hectárea, para maíz, con los precios y niveles de retenciones actuales.



Debe tenerse en cuenta que los gastos de comercialización disminuyen si se vende el maíz para alimentos balanceados u otro uso del mercado interno y aumentan, por supuesto, si se vende para exportación, en lugares más alejados de los puertos.
Vale la pena hacer un cálculo primario del retorno del capital circulante invertido, admitiendo que todas las labores se hacen a través de contratistas. Tomando el supuesto más desfavorable – además irreal – de un desembolso concreto de todos los gastos por parte del productor, al inicio de la siembra, mas allá que los gastos de la cosecha y envío a puerto son casi simultáneos con el ingreso por venta, el beneficio bruto esperado resulta del 91% y del 125% del capital circulante invertido, en 8 meses.
En este marco se puede concluir en forma directa que las retenciones son un impuesto a la renta extraordinaria; que esta renta existe y que el instrumento elegido forma parte del menú de políticas que cualquier país del mundo utiliza, como hace Noruega con la renta del petróleo, por mencionar uno solo de varios ejemplos posibles. Puede a continuación discutirse cómo se asignan los recursos del impuesto, pero eso es claramente un tema independiente.

La rentabilidad de un fondo de inversión

Caso 2: Maíz en campo arrendado (dólares/ hectárea).

Aquí se supone que quien arrienda es un gran fondo de inversión con capacidad para obtener descuentos del 10% en las labores, la semilla y la cosecha y del 15% en los agroquímicos.
Se estima que el costo del arrendamiento, solo para maíz, es de 350 dólares por hectárea.

Con estos datos la rentabilidad esperada, calculada de la misma manera que antes, en 8 meses, resulta del 32% para un rendimiento de 7 toneladas por hectárea y del 65% para 9 toneladas por hectárea.

Cabe consignar que en esta variante, el dueño de la tierra tiene un ingreso de 350 dólares por hectárea. Este valor es menor que el que obtendría si asumiera el riesgo de siembra, cultivo y cosecha, pero lo independiza totalmente de realizar labor alguna y lo libera de toda situación azarosa. Se trata de renta pura. Si bien los campos tienen alta variación regional de precios, si tomáramos el valor de referencia como 5000 dólares la hectárea, el ingreso obtenido sería del 7% sobre el capital fijo, tasa superior a cualquier colocación financiera, a la cual se debe agregar la valorización anual del campo y el posible uso de la tierra para pastoreo los cuatro meses que queda libre.


La alternativa trigo-soja


Para no agobiar con números al lector, se debe señalar que se han verificado las rentabilidades de la siembra de soja de primera o de la rotación trigo-soja, con los actuales precios y niveles de retención, tanto para productores como para fondos de inversión.

Los valores de ingreso neto esperados por hectárea, para un productor, están entre 600 y 800 dólares por hectárea. Nunca menos del 100% anual del capital circulante invertido.
Para un fondo de inversión, el beneficio sería entre 150 y 350 dólares por hectárea. Esto, medido en relación a los fondos erogados, significa entre 15% de ganancia en 6 meses y 70% en un año, según las situaciones.


El núcleo del problema

Comienzo por admitir que no estamos hablando de situaciones con absoluta certeza de resultado. La naturaleza no es enteramente previsible. Sin embargo, todos los datos presentados surgen de rendimientos promedios y en ningún caso de extremos favorables. Salvado este punto, caben varias reflexiones.

Ante todo: la rentabilidad del negocio de los granos hoy – con las actuales retenciones - es superior a la de cualquier alternativa industrial o financiera o también del propio campo, si se compara con ganadería u otras variantes.

A pesar de lo anterior, los actores del sistema confrontan su renta presunta con la que hubieran obtenido si no se hubieran aumentado las retenciones de la soja y el girasol, incluso con la que obtendrían si no hubiera retención alguna y se sienten despojados. En algunos casos, la sensación es inevitable, cuando la medida se tomó estando la cosecha en pleno desarrollo.

A diferencia de la producción industrial, la producción agropecuaria se funda en un factor de producción como la tierra, no ampliable, cuya propiedad otorga derechos de renta per se. Esto ha sido así siempre y en todo lugar. La tradición del campo argentino, en particular, es justamente que la existencia de grandes extensiones en manos de poca gente convirtió en arrendatarios a quienes, disponiendo de pequeñas superficies o de ninguna, se equiparon para trabajar campos de terceros asumiendo parte del riesgo agrícola. El trabajo de la tierra, con un porcentaje de la cosecha destinado a recompensar a los dueños de los predios, es tan antiguo casi como nuestra historia económica.


Hay una convergencia de dos factores, sin embargo, que han cambiado totalmente el perfil productivo agropecuario, en los últimos 20 años. Por un lado, la muy rápida difusión de la siembra directa, con aplicación de herbicidas y fertilizantes, que minimizan las labores necesarias y permiten trabajar grandes superficies en mucho menor tiempo que hace dos décadas. Por el otro, la aparición de capitales financieros enteramente ajenos al campo, pero que basados en la mayor predictibilidad de los actuales sistemas de siembra y cosecha y en la asociación práctica con empresas de labranza, comparan la renta posible con las ganancias del plazo fijo o aún de situaciones mucho más volátiles como la bolsa de valores u otros esquemas de especulación financiera, y la concretan.

La irrupción acelerada de estos capitales pudo ser posible asumiendo mayores riesgos que los arrendatarios tradicionales. En lugar de pagar un porcentaje, debieron pagar – y pagan – sumas fijas por hectárea, eliminando todo riesgo en cabeza de los dueños de la tierra.
La muy alta rentabilidad reitero, comparada con el mundo financiero, atrajo inversores como moscas a la miel. Aumentó la renta de la tierra y luego el valor de la tierra, de manera nunca vista antes en nuestra historia.


Finalmente puso a los propietarios ante los siguientes dilemas:

a. Propietario chico de 50 hectáreas. ¿Me quedo con 25.000 dólares por año de renta fija, arrendando para trigo-soja, o aspiro a unos 40.000 dólares por año trabajando la tierra? La primera variante habilita al pequeño chacarero a intentar una empresa urbana, comercial o inmobiliaria, con menos esfuerzo y riesgo. La segunda variante produce mayor retorno, pero obliga a correr detrás de contratistas o cosechadores cada vez más seducidos para trabajar al servicio de los grandes grupos. Muchos han optado por el primer camino.
b. Propietario grande de 1000 hectáreas. ¿Recibo 500.000 dólares al año de renta fija o aspiro a 800.000 asumiendo los riesgos? Son muchos – muchísimos – los que disfrutan de la primera opción. Tengamos presente que estos propietarios son los que siempre han dado en arriendo una parte de su tierra. Solo que ahora las tasas son astronómicas.
c. En ambos casos – grandes o chicos – se abrió el camino de una suerte de cadena de la felicidad, ya que al percibir arriendos en dinero, éste puede ser luego invertido en los propios fondos de inversión, aumentando aún más la rentabilidad, sin involucrarse directamente en labor agraria alguna.

Las consecuencias sociales de la dominancia productiva de los fondos de inversión han sido expuestas en numerosos foros y no son exageradas en absoluto. La despoblación rural y el empobrecimiento de los sectores de servicios de los pueblos del interior son consecuencias directas del nuevo modelo. El bajo interés por las rotaciones; el riesgo de contaminación hídrica por exceso de nitratos o fosfatos; el riesgo asociado a la diseminación sin ton ni son de envases de herbicidas, no puede ni debe ser subestimado.

El esquema de retenciones, como se ha visto más arriba, no elimina el negocio de los fondos. Lo más probable, en realidad, que el aumento de retenciones provoque la disminución del costo de los arrendamientos a futuro, pero mantenga el negocio de estos grupos.

En lo antedicho está el auténtico núcleo del problema agrario de hoy. Siempre hubo propietarios chicos y grandes; quienes explotaron sus campos y quienes no. Pero el actual modelo de producción rompió la relación entre el capitalista agrario y la tierra. La instalación del capital financiero como el dinamizador de la producción agropecuaria provoca infinidad de distorsiones negativas, que cualquier programa sectorial debe intentar corregir.

Una conclusión preliminar


El conjunto de la sociedad no está siendo bien informada sobre este conflicto. No se trata de dirimir – en todo caso no es el punto central – una puja distributiva entre los chacareros y el Estado.
Deberíamos aprovechar la controversia y el conflicto para acordar un modelo productivo que sirva a los productores, también a sus regiones y al país en su conjunto.,
La línea central de la política debiera ser la desconcentración, que no es otra cosa que favorecer a los que tienen las raíces en la geografía argentina. Estimular a los pequeños productores es democratizar el tejido productivo. Es parte de una redistribución de ingresos sustentable.

No es este el lugar ni la pretensión de formular aquí un programa sectorial completo. Solo se enumerarán facetas a tener en cuenta para ser coherentes con un propósito democratizador y de mayor justicia.

- Toda medida de estímulo a cualquier sector o subsector del campo debería tener como condición que los trabajadores rurales se desempeñen en el marco de las leyes laborales y de seguridad e higiene más elementales. No es admisible, bajo ninguna explicación, que el trabajo en negro entre los trabajadores del campo sea por lejos el mayor de todos los sectores.

- Existe un proyecto de ley de arrendamientos, presentado por dos diputados (Ilarregui y Cantero) en 2006, que busca acotar el trabajo de los fondos de siembra, dándole estabilidad mínima de 5 años a los compromisos de arriendo. A el deberían agregarse compromisos de rotación entre cultivos y parece una buena medida regulatoria.

- Se debería subsidiar parte de los fletes mayores de 200 kilómetros hasta el puerto, hasta un tonelaje máximo por productor.

- Se debería computar parte de las retenciones como adelanto de impuesto a las ganancias, para productores directos con menos de cierta superficie límite.

- Se podría importar en forma directa herbicidas y fertilizantes, para su distribución a través de cooperativas agropecuarias.

- Los pequeños ganaderos deberían tener acceso garantizado a entregar animales para faena directamente a los frigoríficos y luego negociar sus reses a través de certificados transferibles.

- Los pequeños productores lácteos o de pollos o de cerdos deberían contar con un apoyo concreto de envergadura para poder procesar su producción hasta llegar a industrializarla y entregarla directamente al comercio minorista. Esto es factible en todo el país, especialmente en las regiones más pobres y hay numerosas experiencias que lo validan.

Tal vez estos ejemplos sean suficientes para mostrar que:

- La política de retenciones móviles es casi obvia y debería ser mantenida.
- Superpuesto con ella, resulta imprescindible un gran esfuerzo para corregir la distorsión y concentración de la estructura productiva, recuperando un rol activo para los productores asentados en cada territorio.


La teoría económica contra los argumentos del campo

Otra mirada

Por Roberto Navarro


De las casi 95 millones de toneladas de granos que se cosecharán en 2008, más del 70 por ciento pertenece a grandes y medianos productores agropecuarios de la pampa húmeda. En estos grupos, aun con las retenciones móviles, la rentabilidad es tan grande que supera por lejos los niveles medios de la economía. La pelea de estos días era por esa renta extraordinaria. Los cientos de cortes de ruta, en cambio, tenían muchos significados distintos, según las distintas zonas, tipos de siembra, tamaño de campos, distancias con los puertos y otras características que distinguen a cada productor y a cada pueblo. La lucha por la renta es histórica en el país y se ha dado por distintos motivos. En la actualidad estas altísimas utilidades tienen que ver, fundamentalmente, con los precios internacionales de los commodities de productos agrarios. Hasta 2005, estaban más ligados al tipo de cambio real. En ambos casos, el campo recibió la ayuda oficial por la licuación de las deudas por la pesificación asimétricas y por combustible subsidiado. Cash convocó a los economistas Aldo Ferrer, Javier Rodríguez, Axel Kicillof y Juan Iñigo Carrera para aportar al debate sobre las características de la apropiación de la renta agropecuaria en Argentina, la legitimidad de las retenciones, la calidad técnica de las medidas y las asignaturas pendientes que tiene el Gobierno con el sector.


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La disputa por la renta agraria



Por Javier Rodriguez *


Gran parte del actual debate acerca del aumento del impuesto a las exportaciones de soja y girasol gira, en realidad, no tanto en torno de la alícuota que debe fijarse, sino sobre si deben o no aplicarse retenciones. Quienes sostienen que no deben aplicarse retenciones a las exportaciones de productos agropecuarios plantean que se trata de un impuesto distorsivo, que modifica por tanto las señales de precios. El carácter de distorsivo para estos autores (que creen que todo debe dejarse en manos de los mecanismos de mercado) es suficiente para desechar por completo dicha herramienta. Sin embargo, poco se han molestado en analizar los efectos de lo que ellos denominan distorsión.

Las retenciones cumplen diversas funciones que son innegables. En primer lugar, reduce el precio de los alimentos en el mercado interno. Una política de alimentos baratos es esencial para el desarrollo integrado de un país. Adicionalmente, en un contexto de inflación como el existente a nivel nacional, y con precios internacionales en alza, el incremento de las retenciones es un instrumento necesario en la lucha antiinflacionaria. En tercer lugar, con las retenciones se pueden modificar las rentabilidades relativas de las distintas producciones, de forma que para los productores sea tan rentable producir soja, como otros cultivos o productos pecuarios. Desde ya, las retenciones sirven para captar una parte de la renta agraria. Y he aquí uno de los ejes del debate.

Desde la doctrina del laissez faire critican las retenciones por constituir una transferencia de recursos de un sector específico. Omiten señalar que se trata de un impuesto que va sobre la renta, y no sobre ganancias, dados los niveles de rentabilidad presentes. Sin embargo, y esto es lo más contradictorio, nada dicen cuando la transferencia de renta ocurre, ya no por obra de un impuesto, sino a raíz de una sobrevaluación cambiaria. Esto es lo que ocurría en los años noventa, cuando la sobrevaluación actuaba en detrimento de los ingresos percibidos por exportaciones. Un trabajo que hemos publicado desde Cenda hace ya unos años mostraba que en realidad las transferencia debidas a la sobrevaluación eran mayores que las que se daban debido a las retenciones, en el año 2005.

Las transferencias de renta son un fenómeno prácticamente inherente a las mismas, toda vez que éstas son ganancias que sobrepasan los niveles medios. Por ello, el debate que debe darse no radica en torno de si se aplican o no retenciones, sino en para qué se las aplica, es decir, cuál es el destino que se le da a esa masa de riqueza.

La existencia de renta abre la posibilidad de potenciar el desarrollo industrial y agropecuario de un país. Pero eso no lo garantiza la mera presencia de renta. Tampoco es garantía que sea apropiada por medio de un impuesto. Para que la renta sirva para impulsar el crecimiento integrado del país, las retenciones deben inscribirse en un plan de desarrollo agropecuario e industrial. Lamentablemente, nada de ello se observa en la actualidad.

La actual crisis deja como evidencia que el tipo de cambio y las retenciones no constituyen una política de desarrollo agropecuario. Que hacen falta políticas específicas que se complementen con las macroeconómicas para el desarrollo integrado de este sector. Pero no hay que confundirse: no es un problema exclusivo de este sector. Exactamente lo mismo debe decirse de la industria, donde ocurre algo similar. Sostener el tipo de cambio, si bien es una herramienta necesaria, no constituye por sí mismo una política industrial. Tampoco lo son medidas adoptadas de manera aislada. La actual controversia sobre las retenciones deja también nítidamente otra evidencia: la transferencia de recursos por la transferencia misma pierde legitimidad. Las transferencias en el marco de un plan de desarrollo posibilitan la mejora del bienestar de toda la población.

* Economista del Cenda.


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La teoría económica contra los argumentos del campo

Por Axel Kicillof *

La teoría económica pura rara vez es noticia. Sin embargo, para comprender el actual conflicto que enfrenta a las asociaciones rurales y al Gobierno es imperiosamente necesario desempolvar viejas controversias conceptuales. En efecto, a primera vista, la pelea entre el campo y el Gobierno parece ser una simple cinchada para apropiarse de una bolsa de recursos, tironeo que, fuera de los desbordes verbales de los protagonistas, no parece encerrar ningún misterio. Porque, siempre en el terreno de las apariencias, nada hay más natural que el planteo del campo: dicen que tanto sus productos como la totalidad de su precio les pertenecen por completo y cualquier intento del Estado de apropiarse una parte es una intromisión inadmisible o, como gustan decir, una “confiscación”. Sin embargo, doscientos años de teoría económica desmienten esta apariencia.

El argumento de las asociaciones agrarias en contra de las retenciones tiene tres pasos: 1. Como ocurre en cualquier negocio, el empresario realiza una inversión y en base a su inversión obtiene su producto; 2. Como ocurre en cualquier negocio, si los precios de venta de ese artículo se elevan, la ganancia adicional corresponde exclusivamente al productor. Nadie tiene derecho a meter la mano en el bolsillo ajeno; 3. Si el Gobierno pone un impuesto especial a una rama favorecida, está castigando al empresario que acertó al realizar su inversión y, sobre esa base, nadie querrá realizar nunca nuevas inversiones, ya que pensará que el Estado le va a quitar una parte si el negocio es exitoso.

De estos tres puntos se deduce que, aunque el campo esté atravesando una época de bonanza, ponerle impuestos especiales configuraría una intromisión indebida en la libertad de empresa, generaría incertidumbre y acabaría finalmente con la inversión.

La economía científica, no obstante, muestra con claridad aquello que el campo quiere negar: en la producción agropecuaria no ocurre lo mismo que en cualquier otro negocio. La diferencia es la siguiente. Si en una rama industrial se registrara un incremento de la demanda y un consecuente aumento de precios, los productores obtendrían ganancias extraordinarias. Pero en cualquier negocio estas superganancias serían sólo transitorias. Con el tiempo, podrían sumarse nuevas firmas que con una inversión similar producirían exactamente el mismo artículo en exactamente las mismas condiciones, aumentando así la oferta hasta que tal ganancia extraordinaria se esfumara. Sin embargo, autores como David Ricardo, fundador de la escuela clásica, o Alfred Marshall, fundador de la escuela neoclásica, señalaron que en la producción agrícola existe una diferencia sustancial: como la actividad se asienta sobre determinadas circunstancias climáticas y de fertilidad del suelo, a diferencia de otras ramas, ningún inversor puede reproducir esas mismas condiciones naturales, por más que hacerlo represente un excelente negocio. Mientras las máquinas e instalaciones industriales se pueden producir en escala más amplia cada vez que sea conveniente elevar la oferta, las magníficas tierras de la pampa húmeda se pueden comprar o vender, pueden cambiar de manos, pero no es posible multiplicarlas. En el campo se puede ampliar la oferta, pero utilizando peores tierras. Condiciones naturales más favorables significan menores costos y las tierras argentinas históricamente han permitido producir con costos menores, en relación con otras zonas, incluso a escala mundial. Es por eso y no por la pericia inigualable de los terratenientes argentinos, que llegamos a convertimos en “el granero del mundo”.

Si bien el precio mundial del trigo, el maíz o la soja es el mismo para todos los vendedores, en algunas regiones de nuestro país los costos son muy inferiores. Mientras el precio de los productos industriales tiene, en términos generales, dos componentes: costos y ganancia, el precio de los productos agrarios tiene tres: costos, ganancia y renta del suelo. La renta es entonces equiparable a un precio de monopolio. Los dueños de las mejores tierras (como las de Argentina) se quedan con esa diferencia que no se debe a la inversión ni al esfuerzo sino a las condiciones naturales. La producción agraria no es como cualquier otro negocio, sino que podría decirse que en este sentido se asemeja mucho a la producción petrolera. En ambas existe una renta, un margen por encima de la ganancia normal debida al monopolio sobre ciertas tierras excepcionales.

Es por eso que, fuera de las tierras marginales, en Argentina existe una fuente de ganancias extraordinarias o, más precisamente, de renta del suelo que deja en las manos de los propietarios un monto adicional cuando los productos se colocan en el mercado mundial. Es falso entonces que las retenciones impliquen una confiscación de la ganancia legítimamente obtenida por los inversores, como en cualquier negocio. Las retenciones gravan básicamente ese adicional del precio sobre la ganancia normal que obtienen quienes producen en tierras excepcionales, como las de buena parte de Argentina.

Esta consideración teórica es, claro está, independiente del modo en que se utiliza la recaudación y lo es también del hecho de que quienes producen en zonas marginales (con los precios actuales la frontera se ha corrido significativamente) puedan recibir algún apoyo especial. Ante aumentos de los precios internacionales tan abruptos como los que experimentaron las exportaciones de nuestras exportaciones (la soja y el girasol casi se duplicaron en un año), lo razonable es aplicar impuestos que graven la renta del suelo. Los costos pueden haber aumentado, pero no se han duplicado, de manera que lo que creció es el componente renta. Las retenciones, aunque sean muy elevadas, pueden dejar ganancias razonables para el productor –similares y hasta superiores a las de otras ramas– y, además, mantener más bajo el precio interno de los alimentos. Aquí no está en disputa una porción de la ganancia, sino la renta del suelo originada en las condiciones naturales. Es cierto que los pequeños productores marginales sufren más y que puede brindarse un apoyo especial. Es cierto que debe discutirse el uso de los recursos. Pero es absolutamente falso que las retenciones sean una confiscación o un robo. Es estricta justicia distributiva.

* Economista, investigador UBA/Conicet.


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De paros y riquezas sociales

Por Juan Iñigo Carrera*

“El campo” para porque, según dice, la sangría de las retenciones lo ahoga e impide su desarrollo. En vez de discutir en el aire pongamos cifras a la cuestión."


“El campo” era enemigo jurado del gobierno en 1973-1975. La razón parecería obvia si se considera que, en particular mediante el monopolio estatal sobre el comercio de granos, el 44 por ciento del excedente del sector agrario fluyó fuera de él, dejándole sólo un promedio anual de 17 mil millones de pesos (en poder adquisitivo de 2007, como todas las cifras siguientes). Entonces, “el campo” apoyó la dictadura y festejó que su propio representante, José Alfredo Martínez de Hoz, terminara con aquel monopolio. Claro que, a través de la política activa del Estado nacional para sobrevaluar el peso, en el promedio de 1978-1981 “al campo” se le escapó el 42 por ciento de la suma de la ganancia y la renta del suelo agrarias, quedándole el equivalente anual a 15 mil millones pesos.

Después, “el campo” se enamoró de Carlos Menem, porque sacaba las retenciones, y votó a Fernando de la Rua, porque seguía la misma política. Pero, nueva sobrevaluación del peso mediante, en el promedio 1991-2001 escapó “del campo” un 50 por ciento del excedente agrario, dejándole sólo 8 mil millones de pesos anuales.

Durante 2002-2007, primero por la subvaluación del peso y luego por la suba de los precios mundiales, el excedente agrario aumentó un 83 por ciento. Pero la parte que quedó para “el campo” creció un 219 por ciento, ya que sólo debió ceder el 23 por ciento de éste. Recibió así un promedio anual de 27 mil millones de pesos. En 2007, esta suma ascendió a 39 mil millones de pesos.

Con todo, “el campo” añora la política neoliberal y aborrece la política “intervencionista” de ideario “nacional y popular” del Gobierno. Sin embargo, ambas políticas, aparentemente irreconciliables, se hermanan en la continuidad del flujo de la renta del suelo agrario hacia fuera “del campo”. Lo cual muestra que dicho flujo es una condición inherente a la estructura económica argentina en su unidad. Y, por lo tanto, que es una condición para la apropiación de riqueza social por “el campo” mismo.

Según el Gobierno, las retenciones son en beneficio de la población trabajadora. Sin embargo, en el año 2007 el salario promedio de la economía apenas arañaba el poder adquisitivo que tenía en 2001. A su vez, este salario equivalía escasamente al 56 por ciento del de 1973-1974. Con semejante evidencia no puede sino concluirse que la riqueza social apropiada mediante las retenciones, y en su momento mediante la sobrevaluación del peso, sólo sirve para alimentar un proceso nacional de acumulación de capital que, mientras reproduce prósperamente hoy a los llorosos propietarios rurales, condena a la clase trabajadora al empobrecimiento aun en pleno auge económico.

* Economista. Docente de la UBA.


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Debate sobre el rumbo del desarrollo nacional

Por Aldo Ferrer *

"El campo es una actividad fundamental de la economía nacional y no un segmento del mercado mundial. En consecuencia, debe administrarse el efecto de los precios internacionales sobre el nivel general y los precios relativos de la economía argentina."


Página/12 Web :: cash :: Otra mirada
Cuando se cuestiona la legitimidad de la administración del efecto de los precios internacionales sobre una economía nacional, se supone, implícitamente, que los sectores involucrados son un segmento de la economía mundial y que, por lo tanto, sus señales no pueden ser manipuladas por las políticas públicas. Esta concepción, que prevalece en los países especializados en la producción y exportación de productos primarios y está presente en el actual debate en el país, es el origen de la llamada “maldición de los recursos naturales”. Porque, en efecto, los países que generan rentas elevadas en la explotación de sus recursos naturales y se resignan a tener estructuras productivas subindustrializadas dependientes de su producción primaria nunca se liberan del subdesarrollo, la vulnerabilidad ante las contingencias del mercado mundial, la pobreza y la exclusión social. Una de las causas por las cuales esto sucede es la fijación del tipo de cambio al nivel necesario de la rentabilidad de la explotación del recurso natural, pero insuficiente para la de los otros sectores productores de bienes sujetos a la competencia internacional. Es el ejemplo clásico de la “enfermedad holandesa”.

Las retenciones sobre determinados productos, los subsidios y los tipos de cambio diferenciales para abrir espacios de rentabilidad en toda la producción de bienes transables a escala federal son instrumentos legítimos e indispensables de una política de equilibrio macroeconómico, distribución equitativa del ingreso, acumulación y crecimiento. Esos instrumentos de la política económica no deben reducirse a objetivos coyunturales o parciales, como por ejemplo los tributarios. Deben formularse en el marco de una estrategia que abarque la administración del corto y el desarrollo de mediano y largo plazo. De políticas que incluyan la integración de las cadenas de valor, el aumento del valor agregado, la incorporación de insumos y conocimientos de origen interno, el desarrollo de las regiones, la atención de las necesidades específicas de las diversas unidades productivas, la diversificación de la estructura productiva, la generación de empleo y la asignación eficiente de los recursos disponibles. Las señales que transmite la política económica deben ser firmes, creíbles y consensuadas en la mayor medida posible con los actores privados involucrados, pero, en definitiva, es responsabilidad del Estado colocarse por encima de los reclamos sectoriales para abarcar la totalidad de los intereses en juego y defender el interés nacional y la equidad.

Los reclamos de las entidades ruralistas son comprensibles, pero sólo son defendibles si se ubican en una perspectiva integradora del desarrollo nacional y la aceptación, categórica, concluyente y definitiva, de que el campo, como la industria y todos los sectores productores de bienes transables, es, en primer lugar, un sector fundamental de la economía nacional y no un segmento más del mercado mundial. Debe admitirse, por lo tanto, que la administración de los precios internacionales es una responsabilidad ineludible del Estado nacional, lo cual no implica, en modo alguno, cerrar el debate. Porque lo que sí debe debatirse es la calidad y las consecuencias de las medidas adoptadas sobre los objetivos que ellas mismas persiguen. Surgen, de este modo, cuestiones cruciales como el impacto de las medidas sobre las diversas unidades productivas y regiones, la evolución de los costos de producción, la rentabilidad y las expectativas, el desarrollo de la infraestructura y la integración de la cadena agroalimentaria con la industria y el sistema nacional de ciencia y tecnología.

La polémica histórica sobre estas cuestiones, que nunca resolvimos bien, se reaviva, ahora, en una situación nueva del mercado mundial por la incorporación de China e India a la expansión del espacio Asia Pacífico, inaugurada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial por Japón y los “tigres asiáticos”. Esto está provocando un aumento extraordinario de la demanda de alimentos, materias primas y energía y, por lo tanto, una notable valorización de los recursos naturales. La Argentina, como la mayor parte de América latina, cuenta con un territorio excepcionalmente dotado de recursos naturales y es destinataria de la expansión de la demanda originada en Extremo Oriente.

En este escenario mundial, la actual polémica sobre las retenciones es mucho más que un diferendo transitorio sobre la distribución del ingreso y la apropiación fiscal de una parte del aumento de los precios internacionales de las exportaciones primarias. Es, ni más ni menos, que la renovación del debate sobre el rumbo del desarrollo nacional. Si queremos evitar renovar la “maldición de los recursos naturales”, es decir reproducir indefinidamente una estructura productiva subindustrializada, subintegrada e incapaz de generar empleo y bienestar, es preciso aprovechar las excepcionales condiciones actuales del mercado mundial para impulsar el pleno desarrollo de la cadena agroindustrial en el marco de una economía industrializada y compleja capaz de gestionar el conocimiento e incorporarlo en todo el tejido económico y social del país.

* Profesor titular de Estructura Económica Argentina, UBA.


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Fuentes:
Bolsa de Comercio de Rosario
Unidad de investigación y Desarrollo de AACREA
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos
Proyecto PRECOP del INTA.
Boletín Márgenes Agropecuarios.


Bibliografías:

Homoeconomicus

Ministerio de Agricultura

Quorum

Pagina 12

Definición retenciones

Resumen de Historia Argentina

INTI

Foro de Resistencia y Debate