Saludos a toda la comunidad literaria de Gx! =)

Bueno tenia ganas de postear algo para compartirlo con todos ustedes de este Señor Artista, si bien soy de leer poca literatura ultimamente las obras de Poe me entretienen muchisimo.

Es un muy buen material para leer, asique dejo primero su biografia y despues algunas de sus obras



Edgar Allan Poe (1809-1849), escritor, poeta y crítico estadounidense, más conocido como el primer maestro del relato corto, en especial de terror y misterio. Nació en Boston el 19 de enero de 1809 y murió el 7 de octubre de 1849. Sus padres, actores de teatro itinerantes, murieron siendo él niño, y fue criado por John Allan, un hombre de negocios rico de Richmond (Virginia), que probablemente fue su padrino.
A los seis años viajó con la familia Allan a Inglaterra donde ingresó en un internado privado. Después de regresar a Estados Unidos en 1820 siguió estudiando en centros privados y asistió a la universidad de Virginia durante un año, pero en 1827 su padre adoptivo, disgustado por la afición del joven a la bebida y al juego, se negó a pagar sus deudas y le obligó a trabajar como empleado.
Contrariando la voluntad de Allan, Poe abandonó su nuevo trabajo, que detestaba, y viajó a Boston donde publicó anónimamente su primer libro, Tamerlán y otros poemas (1827). Poco después se alistó en el ejército, en el que permaneció dos años. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al Aaraf, y se reconcilió con Allan, que le consiguió un cargo en la Academia militar, pero a los pocos meses fue despedido por negligencia en el deber; su padre adoptivo le repudió para siempre.

Al año siguiente de publicar su tercer libro, Poemas (1831), se trasladó a Baltimore, donde vivió con su tía y una sobrina de 11 años, Virginia Clemm.

En 1832, su cuento Manuscrito encontrado en una botella ganó un concurso patrocinado por el Baltimore Saturday Visitor. De 1835 a 1837 fue redactor de Southern Baltimore Messenger. En 1836 se casó con su joven sobrina y durante la década siguiente, gran parte de la cual fue desgraciada a causa de la larga enfermedad de Virginia, Poe trabajó como redactor para varias revistas en Filadelfia y Nueva York.
En 1847 falleció su mujer y él mismo cayó enfermo; su desastrosa adicción al alcohol y su supuesto consumo de drogas, atestiguado por sus contemporáneos, pudo contribuir a su temprana muerte en Baltimore, el 7 de octubre de 1849.

Poesía y ensayos

Entre la producción poética de Poe destacan una docena de poemas por su impecable construcción literaria y por sus ritmos y temas obsesivos. En El cuervo (1845), por ejemplo, el autor se siente abrumado por la melancolía y los augurios de la muerte. Su dominio extraordinario del ritmo y el sonido es particularmente evidente en Las campanas (1849), un poema que evoca el repique de los instrumentos metálicos, y El durmiente (1831), que produce un estado de somnolencia. Lenore (1831) y Annabel Lee (1849) son elegías a la muerte de una hermosa joven. Su obra poética refleja la influencia de poetas ingleses como Milton, Keats, Shelley y Coleridge, y su interés romántico por lo oculto y lo diabólico, al estilo del español Gustavo Adolfo Bécquer.
Su trabajo como redactor consistió en buena parte en reseñar libros, escribiendo un significativo número de críticas. Sus ensayos se hicieron famosos por su sarcasmo, ingenio y exposición de pretensiones literarias; son valoraciones que han resistido el paso del tiempo situándole entre los mejores críticos literarios estadounidenses. Sus teorías sobre la naturaleza de la ficción y, en particular, sus ensayos sobre el cuento, han tenido una influencia duradera en escritores americanos y europeos.

Cuentos

Poe quiso ser poeta, pero la necesidad económica le obligó a abordar el relativamente beneficioso género de la prosa. Cierto o no que inventase el cuento, fue quien inició la novela policiaca. Quizá su relato más famoso en este género sea El escarabajo de oro (1843), que trata de la búsqueda de un tesoro enterrado. Los crímenes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-1843) y La carta robada (1844) están considerados como los predecesores de la moderna novela de misterio o policiaca.
Además de su soberbia construcción argumental, la mayoría de sus cuentos sobresalen por la morbidez de su inventiva. Destacan La caída de la casa Usher (1839), en el que tanto el argumento como los personajes acentúan la penetrante melancolía de su atmósfera; El pozo y el péndulo (1842) es un escalofriante relato de crueldad y tortura; en El corazón delator (1843) un maníaco asesino es impelido por su inconsciente a confesar su culpa, y El barril del amontillado (1846), es un relato estremecedor de venganza.


Algunas de sus Obras:

LA DURMIENTE

A medianoche, en el mes de junio,
permanezco de pie bajo la mística luna.
Un vapor de opio, como de rocío, tenue,
se desprende de su dorado halo,
y, lentamente manando, gota a gota,
sobre la cima de la tranquila montaña,
se desliza soñolienta y musicalmente
hasta el universal valle.
El romero cabecea sobre la tumba;
la lila se inclina sobre la ola;
abrazando la niebla en su pecho
las ruinas se van a dormir.
Parecido a Leteo, ¡mira!, el lago
parece que se entrega a un sueño consciente
y no despertaría por nada del mundo.
¡Toda la belleza duerme! Y ¡mira dónde reposa
Irene, con sus destinos!

¡Oh, ilustre señora!, ¿cómo puede estar bien
esta ventana abierta a la noche?
El aire travieso, desde la cima de los árboles,
pasa riendo a través de la reja.
Aires incorpóreos, revoltoso brujo,
entran y salen de tu aposento revoloteando,
y mueve el dosel de las cortinas
tan caprichosamente -tan temerariamente-
por encima de la cercana y orlada cobertura
bajo la cual tu alma adormecida reposa escondida,
que, sobre el suelo y por las paredes abajo,
¡como fantasmas las sombras suben y bajan!
¡Oh, querida señora!, ¿no tienes miedo?
¿Por qué y qué estás tú soñando aquí?
¡Seguro que vienes de allende lejanos mares,
atraída por este jardín!
¡Extraña es tu palidez! ¡Extraño tu vestido!
¡Extraña, sobre todo, la longitud de tu trenza,
todo ese silencio solemne!

¡La señora duerme! ¡Oh, que pueda su dormir
que permanece, ser tan profundo
que el cielo la tenga bajo su sagrada protección!
Este aposento se preparó para otra más santa,
esta cama para otra más melancólica.
¡Rezo a Dios para que repose
con los ojos cerrados para siempre,
mientras los pálidos amortajados fantasmas pasan!

¡El amor mío duerme! ¡Oh, que pueda ella dormir,
tan profundamente como largo sea tu sueño!
¡Que los gusanos se deslicen hacia ella suavemente!
En lo profundo del bosque, oscuro y viejo
puede aparecer algún alto cofre para ella,
algún cofre que se abra frecuentemente
su negra tapa como unas alas,
triunfantes, sobre los pináculos de los palios,
de los grandiosos funerales de su familia
-algún sepulcro, remoto, solitario,
contra cuya tapa ella ha tirado
muchas piedras distraídas en su niñez-.
Alguna tumba de cuya chirriante puerta
ella no pueda forzar nunca más un eco,
temblando al pensar, ¡pobre niña de pecado!,
que eran los muertos que gemían dentro.
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EL VALLE DE LA INQUIETUD

Una vez sonrió un silencioso valle
donde nadie habitaba;
se habían ido las guerras,
confiando a las estrellas de suaves ojos
cada noche, desde sus azules torres,
la vigilancia sobre las flores,
en medio de las cuales todo el día
la roja luz del sol descansaba perezosa.
Ahora cada visitante confesará
la inquietud del triste valle.
Nada es allá inmóvil,
nada salvo el aire que cavila
sobre la mágica soledad.
¡Ah! ¡Ningún viento mueve aquellas nubes,
que susurran a través del sin sosiego cielo,
inquietamente, desde la mañana hasta la noche,
sobre las violetas allí yacen
en incontables tipos para el ojo humano,
sobre los lirios que allí se agitan
y lloran sobre una desconocida tumba!
Ondean: de sus fragantes cabezas
el eterno rocío se derrama gota a gota.
Lloran: de sus delicados tallos
lágrimas perennes descienden como joyas.
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LAS CAMPANAS

Escuchad las campanas de los trineos.
¡Campanas de plata!
¡Qué mundo de diversiones anuncia su melodía!
¡Cómo tintinean, tintinean, tintinean,
en el aire helado de la noche!
Mientras las estrellas que centellean
por todo el cielo parecen parpadeantes
con cristalina delicia;
guardando el compás, compás, compás,
como en un rúnico ritmo,
en el campanilleo que surge tan musicalmente
de las campanas, campanas, campanas, campanas,
campanas, campanas, campanas,
del sonar y repicar de las campanas.

Escuchad las dulces campanas nupciales.
¡Campanas de oro!
¡Qué mundo de felicidad su armonía anuncia
en el fragante aire de la noche!
¡Cómo transmiten por doquier su delicia!
Más allá de las fundidas notas de oro
y todas en armonía
qué líquida canción flota
para la tórtola que escucha, mientras se regocija
con la luna.
Oh, de las sonoras celdas,
¡qué borbotón de alegría surge voluminosamente!
¡Cómo se dilata!
¡Cómo resta
en el futuro! ¡Cómo dice
la gran alegría que excita
el balanceo y el tañido
para la tórtola que escucha, mientras se regocija
de las campanas, campanas, campanas,
de las campanas, campanas, campanas, campanas,
campanas, campanas, campanas,
al ritmo y repique de las campanas!

Escuchad las sonoras campanas de alarma.
¡Campanas de bronce!
¡Qué historia de terror cuenta ahora su turbulencia!
En el sobresaltado oído de la noche,
¡cómo chillan su espanto!
Demasiado asustadas para hablar,
sólo pueden chillar, chillar,
fuera de tono,
llamando clamorosamente a la misericordia del fuego,
en una loca discusión con el sordo y frenético fuego,
que sube más arriba, más arriba, más arriba,
con su desesperado deseo,
y un resuelto esfuerzo
ahora -ahora ponerse, o nunca,
al lado de la pálida cara de la luna.
¡Oh, las campanas, campanas, campanas!
¡Qué historia cuenta su terror
de desesperación!
¡Cómo rechinan, chocan y rugen!
¡Qué horror vuelcan
en el pecho del aire palpitante!
El oído comprende completamente,
por el tañido,
y el rechinar,
cómo se abate e hincha el peligro;
el oído distingue claramente
en el doblar
y en el balancear
cómo se abate e hincha el peligro
por la fatiga o el aumento de la ira de las campanas-
de las campanas-
de las campanas, campanas, campanas, campanas,
campanas, campanas, campanas,
¡en el clamor y estrépito de las campanas!


Escuchad el tañido de las campanas.
¡Campanas de hierro!
¡Qué mundo de solemnes pensamientos su monotonía impone!
En el silencio de la noche,
¡cómo nos estremecemos de miedo
con la melancólica amenaza de su tono!
Cada sonido que flota
de sus oxidadas gargantas,
es un gemido.
Y la gente -ah, la gente-
que está encima del campanario,
sola,
y que dobla, dobla, dobla,
en ese ahogado único tono,
encuentra una gloria al tirar
una piedra en el corazón humano.
No son hombre ni mujer.
Tampoco bestias ni humanos:
son vampiros;
su rey es quien dobla:
y repica, repica, repica,
repica
un himno con las campanas
¡y su pecho alegre se dilata
con el himno de las campanas!
Y baila y grita;
guardando el compás, compás, compás,
en un rúnico ritmo,
al himno de las campanas.
De las campanas:
guardando el compás, compás, compás,
en una especie de rúnico ritmo,
al palpitar de las campanas;
de las campanas, campanas, campanas,
al sollozo de las campanas.
Guardando el compás, compás, compás,
mientras toca, toca, toca,
en un féliz ritmo rúnico,
al tañido de las campanas:
de las campanas, campanas, campanas,
al doblar de las campanas,
de las campanas, campanas, campanas, campanas,
campanas, campanas, campanas,
al quejido y lamento de las campanas.
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UN SUEÑO DENTRO DE UN SUEÑO

¡Toma este beso en tu frente!
Y, en el momento de abandonarte,
déjame confesarte lo siguiente:
no te equivocas cuando consideras
que mis días han sido un sueño;
y si la esperanza se ha desvanecido
en una noche o en un día,
en una visión o fuera de ella,
¿es por ello menos ida?
Todo lo que vemos o parecemos
no es más que un sueño en un sueño.

Yo permanezco en el rugido
de una ribera atormentada por las olas,
y aprieto en la mano
granos de arena de oro.
¡Qué pocos y cómo se escurren
entre mis dedos al abismo,
mientras lloro, mientras lloro!
¡Oh Dios!, ¿no puedo yo estrecharlos
con más ceñido puño?
¡Oh, Dios!, ¿no puedo salvar
ni uno, de la despiadada ola?
¿Todo lo que vemos o parecemos
no es más que un sueño dentro de un sueño?
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EL LAGO: A...

En la primavera de mi juventud era mi destino
buscar un lugar del ancho mundo
que no pudiera amar menos,
tan hermosa era la soledad
del apartado lago, rodeado de negras rocas,
y altos pinos que se elevaban alrededor.

Pero cuando la noche había extendido su manto
sobre aquel lugar, como encima de todo,
y el místico viento pasaba
murmurando una melodía,
entonces, oh entonces, me despertaba
al terror del solitario lago.

Pero el terror no era espanto,
sino tembloroso deleite,
un sentimiento que ninguna riqueza
me podría hacer decir ni sobornar a definir,
ni el amor, aunque fuera el tuyo.

La muerte estaba en aquella ola venenosa,
y en su golfo un ajustado sepulcro
para el que desde allí podía traer solaz
a su solitaria imaginación,
cuya solitaria alma podía hacer
un Edén de aquel oscuro lago.
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AL RÍO

¡Hermoso río! en el resplandor, límpida corriente
de cristal, errante agua.
Eres un emblema del brillo,
de belleza, de no escondido corazón,
la juguetona sombra de arte
en la hija del viejo Alberto;

pero cuando ella mira en tu ola,
que reluce entonces, y tiembla,
pues, entonces, el más bonito de los arroyos
se parece a su adorador;
ya que en su corazón, como en tu arroyo
la imagen de ella profundamente yace,
el corazón de él que tiembla ante el rayo de luz
de los ojos de ella que indagan el alma.
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CANCIÓN

Te vi en tu día nupcial,
cuando un ardiente rubor te cubrió,
aunque la felicidad se extendía a tu alrededor.
El mundo era todo amor ante ti:

Y en tus ojos comenzaba a crecer una luz
(por cualquier razón)
era todo lo que en el mundo mi dolorosa visión
de la belleza podía captar.

Aquel rubor, quizás, era vergüenza de virgen,
tal como bien puede pasar,
aunque su brillo ha levantado una más feroz llama
en el pecho de él, ¡ay!

Quien te vio en aquel día nupcial,
cuando aquel profundo rubor te cubriera,
aunque la felicidad a tu alrededor se extendiera
y todo el mundo fuera amor ante ti.
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ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS

Tu alma se encontrará sola a sí misma
en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris.
Nadie, entre toda la multitud, espía
en tu hora de secreto.

Sé silencioso en esa soledad,
que no es tristeza de estar solo, pues entonces
los espíritus de la muerte que estuvieron
en la vida antes que tú, están de nuevo
en la muerte a tu alrededor. Y su voluntad
habrá de subyugarte: no te muevas.

La noche, aunque clara, fruncirá el ceño,
y las estrellas no mirarán hacia abajo,
desde sus altos tronos en el cielo
con luz como esperanza dada a los mortales.
Pero sus rojos ojos, sin rayo
parecerán para tu cansancio
como una quemadura y una fiebre
que se adheriría a ti para siempre.

Ahora hay pensamientos que tú no prohibirás.
Ahora hay visiones que no desterrarán.
No pasarán de tu espíritu
jamás, como gotas de rocío de la hierba.

La brisa, la respiración de Dios, está quieta,
y la niebla sobre la colina
tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta,
es un símbolo y una señal
de cómo se sostiene sobre los árboles
un misterio de misterios.
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UN PEÁN (A PÆAN)

¿Cómo será leído el rito del entierro?
¿La solemne canción cantada?
¿El réquiem para las más bella muerta,
que haya muerto tan joven?

Sus amigos están contemplándola,
en su vistoso féretro.
¡Y lloran! ¡Oh!, deshonrar
la belleza muerta, con una lágrima!

Ellos la amaban por su riqueza
la odiaban por su orgullo.
Pero ella creció con salud feble,
y ellos la aman, pues murió.

Ellos me dicen (mientras hablan
de su \\\"costosa mortaja bordada\\\"
que mi voz se está volviendo débil,
que no debería cantar de ningún modo.

¡Oh, que mi tono debiera
adecuarse a tan solemne canción
tan lastimera, tan lastimera,
que la muerta no sintiese agravio.

Pero ella se ha ido arriba,
con la joven esperanza a su lado,
y yo estoy embriagado con el amor
de la muerta, que es mi novia.

De la muerta de la muerta que yace
toda perfumada aquí,
con la muerte en los ojos,
y la vida en el cabello.

Así en el ataúd recio y largo
yo golpeo. El susurro enviado
por las grises cámaras a mi canción
será el acompañamiento.

Tú bien moriste en el junio de tu vida,
pero no moriste demasiado bella
no moriste demasiado pronto,
no con demasiada calma en el aire.

Por eso, para ti esta noche
no elevaré un réquiem,
pero te llevaré en tu vuelo,
con un peán de antaño.
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SOLO

Desde el tiempo de mi niñez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude sacar
mis pasiones desde una común primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertaría
mi corazón a la alegría con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niñez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sacó
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que alrededor de mí giraba
en su otoño teñido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a mí volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.
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EL CUERVO (Uno de los mas conocidos )

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!
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Èste es un poema no tan conocido de Poe, pero que sin embargo es muy bueno e interesante:

\\\"OJALA MI JÒVEN VIDA FUERA UN SUEÑO DURADERO\\\"

¡Ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero!
Y mi espíritu durmiera hasta que el rayo certero
De una eternidad anunciara el nuevo día.
¡Sí! Aunque el largo sueño fuera de agonía
Siempre sería mejor que estar despierto
Para quien tuvo, desde el nacimiento
En el dulce tierra, el corazón
Prisionero del caos de la pasión.

Mas si ese sueño persistiera eternamente
Como los sueños infantiles en mi mente
Solían persistir, si eso ocurriera,
Sería ridículo esperar una quimera.
Porque he soñado que el sol resplandecía
En el cielo estival, lleno de luz bravía
Y de belleza, y mi corazón he paseado
Por climas remotos e inventados,
Junto a seres imaginarios, sólo previstos
Por mí... ¿qué más podría haber visto?.

Pero una vez, una única vez, y ya no olvidaré
Aquel bárbaro momento, un poder o no se qué
Hechizo me ciñó, o fue que el viento helado
Sopló de noche y al marchar dejó grabado
En mi espíritu su rastro, o fue la Luna
Que brilló en mis sueños con especial fortuna
Y frialdad, o las estrellas... en cualquier caso
El sueño fue como ese viento: démosle paso.

Yo he sido feliz, pues, aunque el sistema
Fuera un sueño. Fui feliz, y adoro el tema:
¡Sueños!. Tanto por su intenso colorido
Que oponen a lo real, y porque al ojo delirante
Ofrecen cosas más bellas y abundantes
Del paraíso y del amor, ¡y todas nuestras!
Que la esperanza joven en sus mejores muestras.

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Bueno esto fue solo una pequeña parte de lo que realizo este maestro, pero bueno espero que lo disfruten y el que quiera hacer algun comentario al respecto es libre de hacerlo (siempre con respeto obviamente)

Saludos cordiales a todos!