Emilio Eduardo Massera, uno de los integrantes de la Junta Militar que comandó el golpe de Estado de 1976, falleció hoy en el Hospital Naval donde permanecía internado. Tenía 85 años.
El ex almirante, poderoso jefe de su Fuerza, había sido condenado a cadena perpetua en 1985 por los crímenes durante la dictadura –asesinato, torturas, privaciones ilegales de la libertad y robo- e indultado por el ex presidente Carlos Menem en 1990. Volvió a la cárcel en 1998 por el delito de sustracción de menores. Y hace dos meses la Corte confirmó la nulidad de aquellos indultos, a raíz de que Massera estaba declarado incapaz por demencia se suspendieron las causas en su contra.
En 2002, el marino había sufrido un accidente cerebrovascular que lo postró.
Desde 2009, estaba siendo juzgado “en rebeldía” en Italia por el asesinato de tres ciudadanos ítalo-argentinos durante la dictadura: Giovanni Pegoraro y su hija Susana, madre de una niña nacida en cautiverio; y de Angela María Aieta, madre del dirigente peronista Juan Carlos Dante Gullo.
Una lastima, me hubiera gustado que viva eternamente postrado.
En fin, un hijo de puta menos.
Iniciado por Negro Fontanarrosa
Hace algún tiempo escribí, en una pieza literaria sinceramente inmortal: “Rosario Central no tiene historia. Tiene mitología”. Y esto es así porque sus orígenes, sus avatares y sus formidables campañas están siempre fluctuando entre la realidad y la fantasía, lo palpable y la ficción, lo comprensible y lo inexplicable.¿Cómo no ser hincha, entonces, de un equipo así? ¿Acaso puede evitar, un intelectual sólido y sensible como quien esto escribe, ser captado, atrapado y seducido por una divisa que desde la realidad más palmaria y comprobable se dispara hacia la exageración y la desmesura? Todo es increíble, todo es sospechoso, mis amigos, en los relatos partidarios de hechos inusitados, de hazañas que rozan lo inconcebible, lo fantasioso y la imaginación pura.
A estos hijos de putas deberian haberle puesto barrotes en la cuna directamente.
Iniciado por Negro Fontanarrosa
Hace algún tiempo escribí, en una pieza literaria sinceramente inmortal: “Rosario Central no tiene historia. Tiene mitología”. Y esto es así porque sus orígenes, sus avatares y sus formidables campañas están siempre fluctuando entre la realidad y la fantasía, lo palpable y la ficción, lo comprensible y lo inexplicable.¿Cómo no ser hincha, entonces, de un equipo así? ¿Acaso puede evitar, un intelectual sólido y sensible como quien esto escribe, ser captado, atrapado y seducido por una divisa que desde la realidad más palmaria y comprobable se dispara hacia la exageración y la desmesura? Todo es increíble, todo es sospechoso, mis amigos, en los relatos partidarios de hechos inusitados, de hazañas que rozan lo inconcebible, lo fantasioso y la imaginación pura.