Desde que el SIDA no existe, hasta que el Holocausto no fue tal, o que la inseguridad es una sensación. El negacionismo es un arma de doble filo que, para peor, tiene aspiraciones científicas. Un muy debatido artículo de la Universidad de Oxford, ‘El negacionismo: qué es y cómo deberían responder los científicos’, indicaba “el VIH no causa SIDA. El mundo se creó en el año 4004 a.C. Fumar no provoca cáncer. Y si un cambio climático está teniendo lugar, no tiene nada que ver con las emisiones humanas de CO2. Pocos o ninguno de los lectores de esta revista creerán cualquiera de estas declaraciones. Sin embargo pueden encontrarse fácilmente en los medios de comunicación de masas.”
La negación científica consiste en el empleo de argumentos retóricos para dar la apariencia de un debate legítimo cuando, en verdad, no lo hay. Es una estrategia que tiene como fin el rechazar una proposición sobre la cual ya existe un consenso científico previo.
Puede entenderse como la contracara negativa del revisionismo histórico, en tanto que éste se ocupa de la corrección legítima del conocimiento existente, mientras que el negacionismo realiza una distorsión para que los eventos luzcan de forma más favorable o desfavorable, de acuerdo a la conveniencia.
Para darle solidez a sus argumentos emplean, por lo general, unos cinco recursos. La teoría de la conspiración consiste en negar que, llegados a un descubrimiento, los investigadores lo hayan estudiado de forma independiente, asegurando que deben formar parte de otros intereses o de un entramado de oscuras intenciones.
Los falsos expertos son individuos que se declaran como competentes, pese a que sus opiniones contradicen el conocimiento establecido. Un ejemplo icónico de este caso son los anuncios de cigarrillos vintage con médicos sonrientes apoyando el consumo de tabaco o negando la evidencia de los efectos nocivos del humo.
Otras estrategias es el abuso de la parcialidad a la hora de seleccionar evidencias, la impredictibilidad de los resultados de las investigaciones, tal el caso de Philip Morris que quiso promover otro estándar para los estudios que alteraría los resultados, y el empleo de declaraciones falsas, encarnas en ocasiones bajo la forma de falacias lógicas.
Esta manipulación del conocimiento es nefasta en todo ámbito, pero puede volverse fatal en el de la salud. En el caso de las hipótesis de la disidencia del VIH sus postulaciones van desde negar la validez del descubrimiento del virus que lo ocasiona, hasta negar de lleno la existencia del VIH. Así, apoyando esta causa, en una ocasión el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, impidió que miles de madres portadoras de VIH puedan recibir anti-retrovirales como medida preventiva. Decisión que costó nada más ni nada menos que la vida de 330.000 personas.
Otro caso es el de un artículo médico que describía anomalías intestinales en 12 niños con autismo, sugiriendo una relación con la inmunización. Este atisbo de hipótesis tuvo como respuesta una reticencia a la vacunación, pese a que de los 13 autores del escrito, 10 se retractaron del vínculo que habían creído descubrir y defendían con fervor.
Que el AZT causa SIDA, que el SIDA no es más que otro nombre empleado para viejas enfermedades causadas por la pobreza en África, que el VIH no se puede transmitir heterosexualmente, o que el VIH es inofensivo porque algunas personas VIH positivas viven por muchos años con buena salud, son algunas otras de las investigaciones a las que los negacionistas prestaron su apoyo.
Si la credulidad y la ingenuidad pueden ser un problema y propiciar abusos, la reticencia a creer en lo que ya es un hecho conduce a vejaciones monstruosas. En el campo de la salud, el negacionismo no sólo juega con el beneficio económico obtenido de forma poco digna, sino también con la vida de millones de personas.
Agustina Jazmín
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Fuentes
"Desenmascarando los mitos negacionistas" en AidsTruth.org
"Las cinco características del negacionismo" en SkepticalScience
"Consenso científico sobre el cambio climático I: El origen del escepticismo negacionista" en Aziroet.com