En clarin.com podemos ver el siguiente artículo:

Pertenecen a la Facultad de Medicina del Imperial College de Londres. Y, según The Times, sostienen que las pruebas analizadas muestran que las técnicas eran muy variadas: “Las víctimas no eran colocadas necesariamente con la cabeza en alto, ni tampoco eran sostenidas con clavos en los pies”.

Dos científicos británicos decidieron meterse de lleno con un símbolo fundamental del cristianismo: la crucifixión de Jesús. Lejos de cuestionar el hecho en sí, lo que ponen en duda es si el procedimiento llevado a cabo por el Imperio romano fue realmente como se conoce popularmente.

Piers Mitchell y Matthew Maslen, de la Facultad de Medicina del Imperial College de Londres, señalan que la imagen que ha atravesado los siglos -un hombre clavado en una cruz por pies y manos, con los brazos extendidos y la cabeza en alto- nunca ha sido probada científicamente.

En el estudio de estos científicos, publicado en la prestigioso revista "Journal of the Royal Academy of Medicine" y reproducido por The Times, aseguran que las técnicas de crucifixión eran muy variadas, pese a que todas ellas causaban el mismo fin: la muerte del ajusticiado.

Mitchell y Maslen argumentan sus conclusiones con un cuidadoso análisis de todos los estudios y documentos disponibles sobre las causas médicas de la muerte de Cristo. “Las pruebas disponibles muestran que las personas eran crucificadas en diferentes posiciones y que se usaban también diferentes medios para colocarlos en la cruz", explican.

"Las víctimas no eran colocadas necesariamente con la cabeza en alto, ni tampoco eran sostenidas con clavos en los pies, clavados de delante hacia detrás", aclaran. Y subrayan que no dudan de la crucifixión de Jesús, sino de la forma en que ésta pudo ser llevada a cabo.

De acuerdo a sus investigaciones, las cruces se colocaban en todas las posiciones, con los ajusticiados a veces boca abajo, atados con cuerdas y no con clavos, que, en cambio, eran utilizados en sus genitales. "Si el reo era crucificado con la cabeza en alto se le podía poner un peso encima para prolongar el suplicio" de la víctima, precisan los científicos.

Desde el punto de vista arqueológico se dispone sólo de una prueba de los diferentes métodos de crucifixión empleados en la época de Jesús, que fue encontrada en Israel.

Esa prueba es un esqueleto con un clavo de 11,5 centímetros plantado en sus pies que, según una inscripción hallada en un osario cercano, fue en vida un hebreo llamado Yehonanan Ben Hagkol. Por el contrario, en el esqueleto no hay señal alguna de clavos en los puños y en los brazos.