La sacrificada historia de Leonid, el hombre mas alto del mundo.

Podoliantski (Ucrania).- Tiene 34 años y hace 20 fue operado de un tumor cerebral, cirugía que dañó su hipófisis y le significó no parar de crecer.

Leonid Stadnik hace tiempo que no se mira al espejo y hasta cambia la vista para evitar verse reflejado en las ventanas de la casa que comparte con su madre en un perdido poblado de Ucrania. "Ni yo mismo sé lo que mido ni lo que peso", dice este hombre de 34 años, pues la última vez que se sometió a la huincha de medir marcó 2 metros y 55 centímetros, estatura que supera el récord Guiness del tunecino Radhouan Charbib, hasta hoy el "hombre más alto del mundo".

Con sus 200 kilos de peso, Leonid es licenciado en veterinaria, pero debió abandonar su profesión, pues sus enormes proporciones no lo dejaban hacer bien su trabajo. Desde entonces se desempeña en una granja, enfrentando a diario las barreras de un mundo en miniatura, según sus ojos.

La vida de este ucraniano fue normal hasta los 14 años, cuando le descubrieron un tumor cerebral. Lo operaron para extirpárselo y desde entonces su cuerpo no ha parado de crecer. Los médicos dañaron su hipófisis -que genera las hormonas que influyen en el crecimiento-, lo que además deterioró su vista, cuenta él con pesar pasando su mano de 31 centímetros por la cabeza. Su enfermedad: acromegalia.

Si bien podría operarse los ojos, teme no quedar bien y pasar a ser una carga para su madre viuda y enferma. "El trabajo es muy pesado aquí. Sólo descansamos para las fiestas religiosas", cuenta al diario español "El Mundo". "Mi vida es la de un típico campesino ucraniano. Me levanto a las 5:30 de la mañana para trabajar la parcela. A eso de las 9:30 de la noche tenemos el tercer ordeño, damos de comer a los animales y luego a dormir", explica con vozarrón espeso.

Otro de sus grandes problemas es la ropa. Su talla es siete veces XL y sus zapatos son del número 61, por lo que le es imposible conseguirlos. "Un belga prometió enviarme calzado para el invierno", cuenta. "Tengo traje de gala y camisetas, pero me falta ropa de trabajo y de invierno", reclama.

Y es que Leonid trata de hacer una vida normal, pero su enorme cama -donada por una institución- delata que alguien es distinto en la casa. Antes, dormía sobre dos viejos divanes, y eso alegra su existir, aunque para él la verdadera felicidad la vivió en la infancia, cuando podía recoger flores y la gente no se volteaba a mirarlo.



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Fuente : http://www.lun.com/

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