Es el partido aparte

Las coyunturas quedan de lado para River y Boca en el Superclásico



Una de las sentencias más escuchadas cuando se acerca un Superclásico es la siguiente: "Son partidos aparte". Puede ser una de las tantas frases de cassette que se repiten semana a semana. Pero en este caso no lo es. Boca y River siempre protagonizan choques especiales.

La historia así lo marca. No importa quién llega mejor o peor, si es un amistoso de verano o la definición de un campeonato. Son partidos que se viven y se juegan a otra intensidad, finales en sí mismas, y eso los hace diferentes.

Alcanza, por caso, con repasar los Superclásicos de la década del noventa, cuando River siempre venía mejor que Boca, pero los resultados favorecían a los xeneizes. Y en estos dos últimos años, donde Boca sumó varios títulos locales e internacionales, es River el que celebró más seguido.

El historial dice que en el profesionalismo jugaron 179 partidos: Boca ganó 65, River 60 y empataron 54 veces. Sumando todos los encuentros disputados (amateurismo, internacionales, amistosos y torneos extraordinarios) la diferencia para los Xeneizes es mayor: sobre un total de 318, Boca suma 116 triunfos contra 101 de River (101 empates).

¿EL GOLPE DE GRACIA?
El partido de este domingo será especial, más que nada para River. Es verdad que Boca lleva casi dos años sin ganar en forma oficial (la última vez fue el 22 de mayo de 2005, en La Bombonera, cuando el técnico era Jorge Benítez), pero una derrota no le complicará demasiado el panorama de cara al futuro.

Si San Lorenzo, equipo con el que comparte la punta, triunfa en su compromiso contra Gimnasia de La Plata, le sacará sólo tres puntos de ventaja cuando todavía falta recorrer un largo camino. Y a los xeneizes todavía les queda la ilusión de progresar en la Copa Libertadores, donde deben vencer a Bolívar -al menos por tres goles- para no pasar a depender de otros resultados.

Para River, en cambio, este superclásico será a todo o nada. Los hinchas, los jugadores, el cuerpo técnico y los dirigentes saben que una derrota en La Bombonera será el golpe de gracia para el ciclo de Daniel Alberto Passarella. Es que la eliminación de la Libertadores en primera ronda, cuando todavía queda un partido por jugarse y en uno de los grupos más accesibles del torneo, pegó demasiado fuerte.

El torneo continental era el gran objetivo de este semestre: para afrontarlo y ganarlo se invirtieron casi 30 millones de dólares. Ahora sólo resta el Clausura, pero si el domingo River pierde quedará muy relegado: Boca -y San Lorenzo, si gana- le sacarán nueve puntos de ventaja.

Sí, es cierto, a River le restará recuperar el partido suspendido contra Colón en Santa Fe. Claro que, sin duda, una derrota con el clásico rival parece demasiado para este presente millonario. Y la salida de Passarella descomprimirá la situación. ¿Una caída contundente podría obligar a renunciar al Kaiser en la mismísima Bombonera? Nadie lo sabe, pero...

DOS QUE SE FUERON
En noviembre de 2004 se produjo un hecho inédito. Por primera vez en la historia de los Boca-River un entrenador de Boca renunció tras perder el superclásico. Fue Miguel Angel Brindisi, quien dijo que se iba delante de la prensa y en el mismísimo Monumental.

Los dirigentes de Boca le habían pedido por favor que no anunciara su adiós en ese momento, que esperara unos días para evitar las lógicas cargadas que la situación generaría, pero la presión para Brindisi era muy fuerte y la decisión de pegar el portazo ya no tenía marcha atrás.

En febrero de 2000, Ramón Díaz, el mismo que ahora la gente de River pide para que reemplace a Passarella, vivía una situación similar. El riojano había caído contra un Boca integrado por mayoría de juveniles y ese fue el detonante para que unos días después dejara el puesto. En este caso, se trataba de un torneo de verano, pero la derrota superclásica hizo insostenible una relación cada vez más tensa entre el Pelado y la dirigencia.

Decíamos, son partidos especiales. Boca llega mucho mejor: está primero y acumula cinco triunfos consecutivos. En caso de ganar tomará un envión anímico importante para lo que viene. River, entre Clausura y Copa, suma cuatro fechas sin victorias. Un triunfo no salvará el año, pero sí hará menos amargo el primer semestre.

El domingo, desde las 16.10 en La Bombonera, empezará a rodar la pelota. Y sabremos si se cumple la frase "son partidos especiales, no importa cómo llega cada uno" o si la lógica termina ganando la pulseada.