Me pasa y me corto la japi, literalmente.



Por Alicia Barrios

Roberto Carlos Rodríguez es vecino de Belgrano. Trabajó toda su vida. En la última década su emprendimiento gastronómico compite con las firmas más exitosas del mercado de catering. En la administración de esta empresa lo acompaña su hija Adriana. Ellos fueron objeto de un hecho policial. Pero no fueron víctimas de un asalto. Tampoco de un hurto ni de un secuestro.

Roberto Carlos Rodríguez tenía un automóvil marca Ford que sufrió un siniestro, calificado por la aseguradora Royal Sun Alliance como destrucción total. Entregó el vehículo siniestrado y la compañía depositó el importe de un auto nuevo en la fábrica Ford Motors de Argentina, ordenado la transacción a la Concesionaria de Ford Oeste Automotores. Esta, por medio de la subcontratista Transportadora Urbo S.A. retiró el coche nuevo de la fábrica y se comunicó con Roberto para que pasara a buscarlo por Alvarez Thomas y Céspedes el 5 de noviembre a las 15 horas.

Roberto y su hija Adriana allí estuvieron. A las 16 horas le dijeron que el camión que transportaba el automóvil estaba en camino y le pidieron que fuera firmando los papeles de la entrega y recepción. A las 17 le informaron que había un problema. Pasadas las tres horas de espera le informaron que el camión con el auto arriba había sido interceptado y unos ladrones se lo llevaron dejando al chofer de a pie. Y le dijeron: “Señor Rodríguez, tiene que ir a la comisaría y hacer la denuncia, decir que le robaron el auto”. Roberto, que no obstante las circunstancias no había perdido la razón, les respondió: “A mí no me robaron, no me pueden robar lo que nunca recibí”.

Claro que Rodríguez, que es un empresario prudente, antes de recibir el automóvil lo había hecho asegurar por la compañía. Dos meses después del robo, este es el cuadro de situación: la compañía de seguros Royal Sun Alliance dice: “Nosotros depositamos el importe del auto nuevo y, por lo tanto, ya cumplimos con nuestra obligación”; la Ford Motors Argentina dice, “nosotros recibimos el importe y entregamos el automóvil a la Concesionaria Oeste Auto motores que lo retiró por medio de Transportadora Urbo S.A”.; ésta alega que ellos retiraron por cuenta y orden de la Concesionaria Oeste Automotores y fueron víctimas de un robo y carecen de cobertura para ese tipo de siniestros; la concesionaria dice que ellos se vieron impedidos de entregar el automóvil a Rodríguez pero alegan que éste firmó el retiro (mientras esperaba la llegada del transporte) del auto y un paper en el que exime de toda responsabilidad a la concesionaria. La compañía de seguros que contrató Rodríguez pregunta “¿Cómo vamos a hacernos cargo de la cobertura por robo si usted todavía no estaba en posesión del vehículo?”.

Frente a este colectivo “lavarse las manos” y las manifestaciones unilaterales que se cruzan, el señor Rodríguez se siente estafado. Y es razonable que así se sienta, o al menos víctima de una defraudación. Otro dato: Ford Oeste llamó un día antes de entregar la camioneta a la compañía de seguros Royal para preguntarle si el vehículo estaba asegurado.
Fuente: Crónica