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Sobre Garré
3. La extorsión
La decisión del juez federal en lo penal económico Guillermo Tiscornia de investigar a la ministra de Defensa en un caso de contrabando y subfacturación de piezas de armas fue firmada el martes 17, con el ostensible propósito de maniatar al Consejo de la Magistratura, cuya comisión de Acusación y Disciplina había incluido en su agenda para el jueves 19 el tratamiento de un dictamen que recomendaba la suspensión y juicio político del juez por la solicitud de coimas a una empresa española que explota bingos y tragamonedas. El diario La Nación reservó el principal título de tapa del jueves 19 a informar la imputación contra la ministra. Cuando la Comisión aprobó de todos modos el dictamen acusatorio, La Nación invirtió la secuencia y sostuvo que esa fue la respuesta del gobierno ante la decisión de imputar a la ministra, como si el trueno precediera al relámpago. El expediente dice lo contrario.
Los emisarios de Tiscornia fueron filmados mientras solicitaban cuatro millones de dólares a cambio de no procesar a los directivos de la empresa Codere. El caso en su contra no fue instruido por un político sino por el consejero abogado Santiago Montaña, cuyo voto se sumó este jueves a los del académico Mariano Candioti, la secretaria de justicia Marcela Losardo y los legisladores oficialistas Diana Conti y María Laura Leguizamón. Los dos luises que representan a los jueces en el Consejo, Cabral y Bunge Campos, se abstuvieron. Bunge quería una prórroga para profundizar el estudio del dictamen, Cabral estaba de acuerdo con la acusación pero propuso agregar el modo irregular de la citación a la ministra en el caso de los repuestos de armas. La mayoría no aceptó esa dilación, porque hubiera obligado a citar una vez más al juez para escuchar su descargo por esta nueva causal de remoción. Además, hubiera dado apariencia de realidad a la suspicacia inducida por La Nación acerca de una represalia por implicar a Garré, cuando la causa contra el juez por los bingos empezó hace más de un año y las pruebas son abrumadoras. Puesto su juego en evidencia, ahora amenaza con renunciar para victimizarse.
El bingo de Tiscornia
El decreto 603/92, contra la proliferación de armas de destrucción masiva, regula las exportaciones sensitivas y de material bélico. Todo su articulado apunta a imposibilitar la venta irregular de materiales o equipos nucleares, misilísticos o aptos para la guerra química y bacteriológica. Para controlarla se creó una comisión integrada por representantes de los ministerios de Defensa, Economía y Relaciones Exteriores, la Autoridad Regulatoria Nuclear, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (Citefa) y la Dirección General de Aduanas. El Renar tiene a cargo el control de las exportaciones de armas de fuego en el caso de fusiles o sus partes y la Aduana la inspección de la carga y la verificación del material. Según el juez, bajo la máscara de una venta de material de desguace a Estados Unidos, podría esconderse un cargamento de partes de armas que luego se transformarían en fusiles terminados para ser vendidos a otro país. Las constancias del expediente del ministerio de Defensa muestran una serie de precauciones para impedir esa posibilidad. Por ejemplo, pidió a Citefa un peritaje, que determinó que las piezas exportadas en distintos embarques autorizados entre 2003 y 2006 alcanzaban sólo al 66 por ciento de las que componen un fusil liviano y el 46 por ciento de las de un fusil pesado. El 15 de junio de 2006, la Comisión fijó cuatro condiciones adicionales para autorizar la exportación: debían detallarse los números de serie de cada pieza a exportar, cosa que no se había hecho en ninguno de los actos previos; los agregados militares en Estados Unidos debían verificar que el material llegara a la empresa importadora; la autorización no sería abierta sino con un plazo de vencimiento de un año y Fabricaciones Militares debía informar las fechas de salida y de recepción del material. Recién entonces, Garré firmó la resolución 1334, de diciembre de 2006, que autorizaba el embarque. Tiscornia también remitió copia de la causa al fuero federal, donde el juez Jorge Ballestero debería investigar un posible fraude a la administración pública. Para que se entienda la relevancia del caso: los 6.739 kilos de repuestos de armas fueron declarados a un valor de 2.664 dólares, es decir a razón de 40 centavos por kilo, cuando el valor de la chatarra oscilaría entre 1,50 y 3 dólares. La Aduana es el organismo obligado a inspeccionar la carga y verificar el material. Al hacerlo descubrió la diferencia de valores que dio lugar a la aparatosa intervención del juez Tiscornia, quien imaginó que esos 6.739 kilos de fierros podían ser el salvavidas que lo rescatara de las aguas del juicio político y gritó ¡Bingo!